Para los curiosos, comentaros que los artículos que llevo escribiendo sobre las rutas por esa montaña son los siguientes:
http://apacheco.blogspot.es/1202571060/la-sagra-mi-primera-montana-de-verdad./
En este relataba mis experiencias de las dos primeras subidas, sobre todo de la primera, acaecidas en septiembre y octubre de 2,006, hay que tener en cuenta que el en momento de escribirlo, febrero de 2,008, había pasado más de un año...
http://apacheco.blogspot.es/1223845320/cronica-de-una-vuelta-anunciada-...-/
Aquí relataba mi vuelta a esta montaña en octubre de 2,008, tras la lesión del año anterior quería volver a ese lugar... sufrí tanto en la bajada que me dije que nunca más volvería allí si el descenso se producía por “las pedrizas”.
http://apacheco.blogspot.es/1228941240/una-dura-leccion-...-/
En diciembre del mismo año intenté una nueva ascensión... el tiempo no nos acompañó y no iba preparado, lo pasé fatal... sin embargo a pesar de todo es una de las mejores rutas que he hecho en cuanto a lo que aprendí ese día, “la letra con sangre entra” y verdad que es. Una amiga me comentó que era uno de los mejores artículos que he escrito... no le pienso quitar la razón.
http://apacheco.blogspot.es/1243188240/nueva-cita-con-la-gran-dama./
Mi regreso a la montaña... y es que en esta vida no se puede decir “de ese agua no beberé”, nunca se sabe, lo pasé muy bien y disfruté como un enano, hacía tiempo que no subía a su cumbre sin contratiempos y guardando al final un bonito recuerdo. De ahí el tono cariñoso con el que me referí constantemente a esa montaña, dicen que lo mejor de las peleas entre enamorados son las reconciliaciones... aquel día de Mayo La Sagra y yo hicimos las paces por fin.
Contratiempos en el inicio.
Nos reunimos en el lugar acostumbrado bien temprano, creo que eran poco más de las siete y media cuando me planté allí con mi primo, aunque casi todas las caras eran conocidas había gente a la que hacía meses que no veía... esta ruta tiene un gran poder de atracción y muchos compañeros estaban deseando hacerla, uno de ellos me confesó que había dormido mal del nerviosismo... espero que tras ese día vea que a pesar de todo lo que cuentan sobre esa montaña es simplemente otra ruta más, mucho desnivel en pocos kilómetros y un terreno bastante malo, vale, pero que no tiene nada de especial... aunque reconozco que aquellos que estuvieron aquel día por primera vez tuvieron que sufrir un “shock” al ver la montaña de cerca ¡subir allí por primera vez! … que envidia ;-).
Una ruta en sábado... se me hacía raro, pero por lo visto más de uno no pensó en el día en que estaba y varios coches y motocicletas quedaron aparcados alegremente en la “zona azul”... si es que cuando uno rompe la rutina... El caso es que aunque la salida estaba programada para las ocho de la mañana al final salimos pasadas las ocho y media, hubo un desfile de colegas “¡andá mi coche!” “¡andá mi moto!”... total que salimos más de media hora más tarde en un viaje en el que la que la puntualidad era de la mayor importancia pues no sabíamos como iba a evolucionar el tiempo atmosférico a lo largo del día y era muy importante realizarla con la mayor brevedad posible.
Nos plantamos en La Puebla de Don Fabrique de una tirada, nada de paradas para almorzar, allí nos reunimos en el restaurante de Los Collados con unos cuantos compañeros que se habían desplazado en sus vehículos particulares y que nos estaban esperando ya un buen rato. Hubo carreras y apresuramientos para ir a los aseos, José Antonio no esperó a penas y comenzamos a caminar resueltamente por la carretera hacia la montaña. En esta ocasión íbamos a subir por la ruta llamada “Bosque Vertical”, ruta de la que no guardaba buen recuerdo precisamente tras el intento fallido de subida a finales del año anterior. La ruta elegida para el descenso era “El Collado de las Vívoras”, dos nuevas rutas para subir y bajar por lo tanto, aunque la de ascenso ya la conocía en más de su mitad.
Estábamos situados en el extremo opuesto de la montaña de forma que había que dar un rodeo para encarar la subida por la zona oeste, el día lució espléndido y disfrutamos de buen tiempo, no hicieron falta ropas de abrigo durante la subida... en la cumbre esperábamos tener que ponérnoslas como es lógico ya que hablamos de una diferencia de desnivel de casi mil metros en vertical. Primero marchamos por asfalto, siguiendo la carretera en dirección a la explanada donde solemos dejar los vehículos cuando vamos a realizar la ruta del “Embudo”, pero pronto José Antonio nos sacó de la carretera y el camino asfaltado dio paso a veredas entre fincas y pistas forestales.
El bosque vertical.
Había muchas ganas de caminar y mucha animación en el grupo, éramos pocos (relativamente) pero estábamos la mayoría de los “incondicionales” de los niveles cuatro del grupo, había por supuesto bastantes ausencias pero en general formábamos un cuadro de compañeros bastante experimentado. Allí había colegas con los que había compartido fatigas en Sierra Nevada y Los Pirineos hacía poco, era difícil, por no decir imposible, que aquella ruta se “indigestara” a nadie, sobre todo con ese tiempo tan bueno.
Tras un rato de marcha fue quedando claro el punto por el que íbamos a subir, El Bosque Vertical nos esperaba en aquellas empinadas laderas, grandes pinos anclados en pendientes que alcanzaban el 45% de desnivel y que una tras otra iban a poner a prueba la resistencia de nuestras piernas, corazón y pulmones... habría por supuesto diferentes ritmos de subida, porque incluso en un grupo tan experimentado como este no todo el mundo se encuentra en el mismo nivel físico ni tiene la misma pericia lidiando terreno complicado.
Campo a través, suaves colinas cubiertas de pinos, la ruta se iba haciendo interesante aunque lo “peor” estaba todavía por llegar, cuando nos plantamos en la base de la primera ladera empinada habíamos tenido la sensación hasta ese momento de estar realizando una excursión de colegiales... ahora empezaba lo bueno, comenzaban los verdaderos desafíos. Hace tiempo ya que deseo ese momento con fuerza cuando me planto en una marcha como esta, y aunque el esfuerzo me sacude de la cabeza a los pies y sudo como un condenado no lo cambiaría por nada.
Aquellas laderas sembradas de pinos se me antojaron interminables, afortunadamente había espacios de terreno menos inclinado entre una y otra lo que permitía recuperar el aliento, no era momento para correr cuesta arriba ni hacerse el valiente, sino para dosificar esfuerzos y realizar pequeños descansos bebiendo agua y echando fotos donde se pudiera. El pelotón senderista como siempre se estiró y alargó más de la cuenta, en llano vamos a veces todos amontonados... pero cuando llega el momento de la verdad, el de las cuestas verdaderamente empinadas... ahí ya la cosa cambia. Vi compañeros exhaustos que subían despacio, pero no estaban mucho mejor que yo, es curioso como en esas condiciones se calma la cháchara habitual que solemos llevar y caminamos, o nos arrastramos más bien, en silencio... hay que ahorrar oxígeno para subir.
El collado.
Por fin dejamos atrás el Bosque Vertical y salimos al collado desde donde íbamos a atacar lo que nos quedaba de subida, está muy bien caminar por bosques porque te evitas el castigo del sol... pero lo malo es que no tienes percepción alguna del desnivel que has superado. Cuando se abrieron los espacios y pudimos contemplar el paisaje por primera vez... ahí si que pensé ¡por fin... esto si que es La Sagra!. A mi derecha quedaba el abrigo rocoso en el que nos habíamos quedado adheridos por el frío en diciembre de 2,008, el punto en el que decidimos que ya teníamos demasiado y que era imposible continuar, pisando nieve, empapados y con la ventisca zumbando arriba en el collado... todavía recuerdo las mandarinas, obsequio de Miguel Madrid, que comimos allí. ¡Menuda diferencia!, de verdad que parecía otra montaña diferente, la que vimos el sábado nos mostraba su cara más amable.
A partir de ese punto la ruta era desconocida para mí, aproveché el momento de respiro que José Antonio nos dio para que terminaran de subir los que se habían quedado rezagados para echar una buena cantidad de fotos al paisaje que lucía magnífico, estábamos envueltos por una gran belleza a nuestro alrededor y solo quedaba alegrarse de ello, de haber sido tan afortunados de haberlo vivido, y aunque hice lo que pude para captar imágenes de lo que teníamos alrededor como siempre soy consciente de la imposibilidad de transmitir fielmente la experiencia.
Nos esperaban una serie de vertientes rocosas hasta la cumbre final, creo que en total subimos por tres... eso me hizo reflexionar de nuevo sobre nuestro intento de subida el año anterior, parecía que la cumbre se encontraba ahí mismo... pues no, todavía quedaba mucho. El terreno fue empeorando y comenzaron a aparecer grandes secciones de piedra suelta que me recordaron a la ascensión por el embudo, no me agobié porque ya he vivido situaciones como esa o mucho peores anteriormente, a veces no se de donde sale la habilidad para agarrarse al terreno difícil y encontrar apoyos para los pies... es por eso que cuando uno se enfrenta a una montaña como esta es mejor tener ya algo de experiencia.
La cumbre.
La cima de aquella ante cumbre parecía engañosamente cercana, tras la misma había otra... y luego otra más, hasta que nos topamos literalmente con el vértice geodésico que marcaba el punto más alto, todo pintado de blanco con la altitud en metros rotulada en una de sus caras. Me alegré de verlo así y espero que ya de una vez por todas dejen de pintarrajearlo y ensuciarlo con notas de “fulanito estuvo aquí” o “menganito la palmó por estos lares” esa montaña es de todos... ya dejaré escrito en mi testamento en su momento que esparzan mis cenizas por sus laderas, pero todavía espero visitar ese lugar unas cuantas veces más ;-), sería un buen detalle por mi parte... darles un motivo a mis amigos para hacer una excursión allá, y comer y beber a “mi salud”.
Fue un día de encuentros... allí había un grupo de montañeros entre los que se encontraban Miguel Madrid y Nico, habían subido antes que nosotros y nos estaban esperando en la cumbre para saludarnos, fue un bonito detalle el hacer aquella ruta por su cuenta para coincidir con nosotros.
Nos sentamos en el interior y alrededores del círculo de piedras de la cima, en todas las veces que he hecho cumbre allí nunca he tenido la oportunidad de comer allí, otra novedad. Tuvimos que sacar los cortavientos y chubasqueros de las mochilas para guarecernos del viento frío que soplaba en aquella cumbre. No hizo invitación alguna por parte de nadie, nos apretujamos como piojos en costura, nos estaba entrando frío tras el parón... pude descorchar la botella de vino que llevaba para celebrarlo, y por supuesto quedó apurada hasta la última gota... no fue la mía la única que dio vueltas de mano en mano en aquel círculo de piedras.
Como siempre engullí todas las provisiones que llevaba y algo más... la mayoría de los compañeros llevan siempre algo para repartir, pero si hiciésemos una encuesta estoy seguro que las mujeres en general llevan más comida y chuches que nosotros, en cuanto a bebidas alcohólicas seguro que es al revés ;-), de modo que no me quedé con queja y como siempre terminé haciendo un revoltijo que debió colmar con creces todas las calorías consumidas en aquella ascensión a la cumbre.
Pronto levantamos el campo, nos estábamos helando de frío, y marchamos rumbo a la ladera este de la montaña, íbamos a pasar delante de la ruta del Embudo y sortear las Pedrizas... tenía interés en ver como seria la bajada por el Collado de las Vívoras. Como siempre el paisaje no por muchas veces contemplado dejó de impresionarme, en esta ocasión disfruté con las fotografías de la larga columna senderista que marchaba camino de la ruta de descenso... una de las mejores estampas que he podido reflejar en estos años de senderismo.
El descenso.
Y comenzó la siempre tan temida bajada... tengo que admitir que aunque más largo, el descenso por el Collado de las Vívoras es espectacular y más sencillo que el de las Pedrizas, ya se que hay muchos aficionados a bajar por allí y que se puede hacer en la mitad de tiempo, pero la verdad es que no vale la pena el riesgo que se corre... desde el año que subí por primera vez la fisionomía del sendero de bajada ha cambiado y hay bastante menos piedra suelta, lo que sería algo bueno en otra ruta allí es una maldición pues las piedras al rodar ladera abajo dejan al descubierto pendientes empinadísimas de tierra batida sumamente resbaladiza que ponen a prueba el equilibrio del más pintado, o en este caso de los más torpes. Sea como fuere aunque el descenso se hizo largo tuve siempre la sensación de estar más seguro y eso para mí es lo más importante.
Me quedé de los últimos en el descenso, algo habitual, pero tengo que decir que disfruté del mismo, ya uno anda acostumbrado a la concentración necesaria para lidiar con ese terreno, juro que las gotas de sudor que resbalaban por mi frente solo eran en parte por el esfuerzo... el resto pura tensión nerviosa, tensión de dominar mi miedo, pisar en terreno seguro y evitar los resbalones a los que tengo verdadero pánico... no me aburro en los descensos y aunque prefiero las subidas incluso con el esfuerzo que conllevan poco a poco voy acostumbrándome a las bajadas y llego a disfrutar con las mismas, si mis rodillas no me hacen sufrir claro. Una cosa interesante del descenso por esta ruta es que hay varios puntos donde el suelo se nivela, más o menos, y puedes hacer paradas para descansar... nada de la carrera cuesta abajo de las Pedrizas que te deja las rodillas machacadas.
Unas copas en Los Collados.
Y terminaron las cuestas empinadas y el camino de vuelta se tornó más amable, pistas forestales que bajaban por aquellas laderas zigzagueando, ya sin prisas porque el trabajo estaba hecho, pero a buen ritmo porque sabíamos lo que nos esperaba ya... unas cervezas en el bar de Los Collados para celebrar el día, una ruta ejemplar, de las mejores que he vivido con el grupo. Allí seguimos con los encuentros, vi a Dani y pensé que solo se había pasado por el bar... una semana después me contaron el porqué no había subido con nosotros y en verdad que lo sentí... el mejor reportaje fotográfico del día fue el que no se hizo, el que él hubiera hecho, no me cabe la menor duda.
Había que disfrutar del momento con una buena copa en aquella explanada mirando a la montaña... como siempre que estoy allí me hago la misma pregunta ¿en verdad que he estado allí?, y aunque conozco de sobra la respuesta me resulta difícil de creer.
El accidentado regreso.
A la altura de Barranda el autobús tuvo que parar en una gasolinera, un vehículo que venía detrás le dio unos fogonazos de advertencia con las luces largas... tenía las luces traseras apagadas. Tras unos intentos infructuosos de encenderlas al final nos quedamos allí esperando que nos trajesen otro nuevo, no era plan de circular hasta Murcia en aquellas condiciones ya que podíamos ser embestidos por atrás por otro vehículo pues era noche cerrada. Quiso la fortuna que hubiese un autobús disponible en Caravaca, de modo que no tuvimos que esperar mucho... aun así creo recordar que fue más de una hora de parón... algunos compañeros marcharon al bar “El Zorro” y en plan de coña Paco nos preguntó ¿quien quiere costillas a la brasa? :-) pues veíamos que íbamos a terminar cenando allí.
Y bueno aunque algo más tarde de lo planeado nos dejamos caer en Murcia, agotados por una ruta tan exigente pero satisfechos por lo vivido, espero que a aquellos de mis compañeros que era la primera vez que ascendían a aquella cumbre se les haya quitado para siempre la “Sagritis”... y es que no es tan fiero el león … cuando duerme claro ;-).
¡¡¡ Hasta pronto !!!
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