viernes, 23 de abril de 2010

Semana Santa en el valle de las flores.



Notas preliminares.


Otra vez en ruta.

De nuevo en ruta con el Grupo Senderista de Murcia, de nuevo sentado en al autobús junto a la ventanilla viendo como el paisaje parece deslizarse junto a mí mientras uno tras otro van siendo devorados los kilómetros... en esta ocasión hay mucho camino por recorrer, muchas horas de permanecer sentado en un espacio exiguo sin apenas poder moverme, que contraste con lo que nos espera después... será por eso quizás por lo que aprovecho esos momentos de inmovilidad para cargar las pilas y prepararme para cuatro intensos días en el Valle del Jerte. Son 639 kilómetros según “vía Michelín” seguramente al final hicimos más, llevo varios días pensando en ello y haciéndome a la idea de las dos palizas de autobús que me esperan, las otras, las del campo a estas alturas no me preocupan nada de nada. Al fin y al cabo estamos en Semana Santa, tiempo de ayunos y penitencias, sobre lo primero imagino que poco habrá que hacer pero lo que es penitencia en sí … bueno bastante me tocó ya hacer el Jueves Santo entre las ocho o nueve horas de viaje y el “peliculón” que nos pusieron, no creo que me vuelva a poner más en un asiento de ventanilla en un viaje de estos, al menos en el cine puedes levantarte.


Regreso a Extremadura.

Apenas conozco la provincia de Cáceres, una sola vez creo que he recorrido parte de su territorio de modo que en mi cabeza solo hay algunas imágenes difusas e imprecisas de prados verdes salpicados de rocas y matorrales, han pasado muchos años ya desde que acompañado de mi familia recorrimos parte de la provincia en nuestra salida desde Badajoz... cuando vuelva a contemplar de nuevo esas tierras comprobaré que son tal y como los recordaba desde entonces, poco que ver con las suaves colinas onduladas de la provincia del sur plagadas de encinas y alcornoques donde pasé un año de mi vida vestido de verde. De nuevo veinte años después regreso a las tierras de “belloteros” y “mangurrinos”, pacenses y cacereños... no es que me haga especial ilusión porque de todas las regiones españolas Extremadura no ocupaba ninguno de los primeros puestos en mis preferencias y sí en cambio en la lista de los lugares que una vez pensé que no querría volver a ver ni en pintura... veremos si al final del viaje aquellas tierras han reunido méritos suficientes como para cambiar de lugar en mis preferencias.


El valle de los cerezos.

El lugar elegido para pasar la Semana Santa no es un sitio desconocido, el Valle del Jerte es de sobra conocido en el país por sus cultivos de cerezos, de allí vienen la mayoría de las “pìcotas”, a mí la cereza es una fruta que no me hace especial gracia ni me llama la atención, pero sé por experiencia lo bello que puede ser una zona de cultivo de árboles cuando estos están en flor... y el momento de la floración se acerca, ya que el invierno está abandonando nuestras tierras, cronológicamente ya lo hizo hace un par de semanas pero falta ver si la primavera se asoma ya a aquel lugar lo suficiente como para mostrarnos el soberbio espectáculo de casi un millón de árboles en flor... las previsiones no obstante son pesimistas, en un portal de Internet compruebo dos días antes de partir que solo hay un 5% de flores... si eso es la principal atracción y motivo de marchar allá con el grupo podemos llevarnos una gran decepción ¿o no? … al final ya se verá. Sinceramente no esperaba absolutamente nada de este viaje salvo pasarlo bien y pegarle fuego a mi cámara echando fotos... la consigna parecía ser “echad fotos de cerezos en flor”.


Compañeros de ruta.

Camino de Extremadura me encontraba con más de cincuenta compañeros del grupo Senderista, en esta ocasión habría que llamarlos los “elegidos” ya que en vista de la poca cantidad de plazas disponibles en el viaje y la gran demanda, José Antonio tuvo que hacer una selección entre los que le solicitamos ir, al final tuvo que optar por distintos criterios en función de los méritos que a juicio del organizador tenemos cada uno... aun así seguro que se cometieron injusticias pero ¿como podría ser de otro modo?, tal y como me comentaba un compañero antes del viaje “no me gustaría estar en el pellejo de José Antonio”, frase que suscribo al 100%, somos demasiados y al final es inevitable que gente que merezca un puesto entre los “mejores” quede fuera y que por azar o conveniencia vengan compañeros que seguramente no tengan un historial tan bueno... sea como fuere en general la selección fue excelente aunque, incluso aún más que en Cuenca, eché en falta a muchos buenos compañeros y es que somos tantos que un solo autobús se queda ya muy corto.



Jueves Santo – Rumbo a Extremadura.


Un viaje muy entretenido.


Al final el viaje de ida se me hizo menos pesado de lo esperado, naturalmente que todas esas horas y tantos kilómetros no son poca cosa, sin embargo no faltaron las anécdotas graciosas, como aquel WC al que entramos en una estación de servicio en la provincia de Albacete con aquellos urinarios de diseño tan “divertidos” que nos hacían mirar en diagonal en vez de a la pared y aquel secamanos que parecía sacado de una peli futurista al que más de una mente sucia y enferma como la mía otorgaba otros usos menos inocentes ;-), o la revista de divulgación sobre sexo que Antonio Paredes amablemente me pasó y que con aquella escandalosa portada llamó algo más que la atención de los cotillas de mis compañeros :-), no era para tanto al final aunque desde luego no era el sitio más adecuado para andar con la cabeza ocupada en esos temas, también vienen a mi memoria los artículos del número de Geo que Antonio me pasó y la interesante conversación que sostuvimos con Maite, la bióloga del grupo, sobre “epigenética”... en fin, con un grupo de compañeros como estos es difícil aburrirse.


Mi cámara disparó sus primeras fotos en el autobús, durante el viaje, Pepe Serrano que no se puede estar quieto mucho tiempo andaba por el pasillo y cometí la osadía de dejarle mi cámara para que hiciese “un par de fotos” … al final tuve que pedirle que me la devolviera, creo que echó algo así como veinticinco retratando a buena parte de los compañeros y sin apagarla en ningún momento... yo que partía al viaje con solo una batería de reserva y sin cargador me veía ya perdido si no me la devolvía pronto, creo que me dí algún cabezazo en el asiento de delante por pura desesperación :-)... afortunadamente conseguí captar su atención de nuevo y recuperarla, desde Paterna del Madera he escarmentado y llevo baterías de repuesto convenientemente cargadas, creo que en el próximo viaje llevaré dos baterías extra por si acaso.




El torno.


Por fin llegamos a nuestro destino, el pueblecito cacereño de El Torno, enclavado en pleno Valle del Jerte, por el camino se quedaron unas vistas espectaculares de Toledo y Plasencia y tras esta última ciudad pudimos comprobar al adentrarnos en el valle que efectivamente había infinidad de cerezos en los campos pero muy pocas flores en los mismos... llegamos demasiado pronto o bien es la primavera la que se retrasa. Con esta pequeña desilusión rondando mi cabeza tras un camino de casi seis kilómetros de subidas y cerradas curvas, el autobús nos dejó a las afueras del pueblo, no podía aparcar cerca del albergue de modo que tocaba bajar y acarrear el equipaje hasta el mismo. Como bien nos indicaron días anteriores eran solo unos 300 metros de paseo hasta el lugar donde estábamos alojados, desconozco si es un edificio antiguo remozado o bien totalmente nuevo, pero lo cierto es que su arquitectura de fachada de piedra y muros gruesos era idéntica que la del resto de edificios del pueblo, en su interior todo parecía nuevo, aparte del hecho de que había sido decorado con un estilo moderno, todavía recuerdo la cristalera que había en el suelo del pasillo del primer piso que permitía echarle una ojeada al comedor … algo bastante útil aunque seguramente no era el propósito de sus diseñadores el que los inquilinos del albergue tuviesen una visión directa a la barra del bar, o tal vez si ;-). En el sótano un pub-cafetería que por lo que pudimos comprobar después era lo mejor que había en el pueblo.


La habitación de los Antonios.


Al igual que en el viaje de este verano al Pirineo los “Antonios” del grupo éramos legión, si el viaje a Cuenca pudo ser llamado el viaje de los “Pepes” este era sin duda el de los Antonios... aparte del conductor de autobús, que estuvo también con nosotros en el segundo turno del Pirineo, éramos cinco solo en la habitación donde estuve alojado... casualmente la número 13 “San Antonio”. Siete en total allí, tres literas dobles y una cama sencilla de edredones multicolores y estructuras chirriantes, lo único viejo de aquel albergue... y con la sensación de limpieza y novedad de todo el lugar, en cuanto diseño el mejor sin duda alguna de los que he visto aunque con un importante “pero”. No estaba el edificio precisamente sobrado de espacio de ahí que hubiese dos aseos por planta, separados por sexos, y la particularidad de contener solo dos sanitarios y dos pies de ducha cada uno... eso nos iba a proporcionar una buena cantidad de problemas a la hora de la ducha... casi me alegro que algún colega de los que les gusta copar el aseo no haya venido al viaje, esas condiciones ponen a prueba nuestra capacidad de convivencia y el sentido común que por desgracia no todo el mundo, aunque si la gran mayoría, tiene.


Un paseo por el pueblo.


Apenas acomodamos nuestros enseres en las habitaciones salimos a dar un paseo por el pueblo con José Antonio a la cabeza, aunque se anunciaba como algo sencillo y breve no quise confiarme y me puse ya mi ropa de “faena” dejándome eso si tanto la mochila como los bastones en el albergue. Aunque ya en nuestra llegada al pueblo pudimos comprobar la extensión y la grandiosidad de aquel valle fue realmente en nuestro paseo cuando pudimos recrearnos en el paisaje y tomar conciencia del sitio en el que estábamos. Aquel lugar recordaba a la Alpujarra Granadina aunque con una vegetación distinta, quiso la fortuna que lo visitásemos en un año atípico, con un invierno excepcionalmente crudo y lluvioso que retrasó la floración de los cerezos al menos dos semanas... allí no se veía prácticamente ninguna flor en los árboles, tampoco hojas en los castaños y los robles ni en los árboles de ribera... un panorama un poco desolador la verdad, el valle entero parecía estar todavía durmiendo el letargo invernal.










Contrastaba la desnudez de los árboles con el verdor de la hierba y eso que era ya la última hora de la tarde y faltaba luz suficiente como para apreciarlo, el paseo duró menos tiempo de lo esperado y tras unas cuantas vueltas por las alturas volvimos al albergue... todavía faltaba para la hora de la cena, eso me permitió echarle un vistazo al sótano donde se hallaba el pub y comprobar que estaba abarrotado de lugareños, toda la gente que no habíamos visto durante el paseo por las calles estaba allí... o casi, porque en el hogar del pensionista que teníamos justo enfrente congregaban unos cuantos jubilados, allí nos tomamos unas cervezas, probamos el vino de la región y nos dio tiempo a descansar unos momentos mientras hacíamos hora para ir a cenar, antes pude echar una curiosa fotografía a un cartelito del WC de los pensionistas que seguramente debió hacer reír a más de uno.


La primera cena.


La cena en otras circunstancias habría sido un poco escasa, pero teniendo en cuenta que nos habíamos pasado el día entero en el autobús sin quemar calorías con tan solo un paseo de menos de una hora para estirar las piernas... creo que apenas tenía hambre a pesar de haber pasado el día con un bocadillo que comí en una estación de servicio. Cerca de mi en la mesa estaban Juan y su mujer, los padres de Alicia, María José, Eugenio, Alicia y José Antonio, Antonio Paredes... creo que en los días sucesivos apenas cambiamos de sitio y tengo que reconocer que hubo conversaciones interesantes a mi alrededor, algo que siempre agradezco ya que no suele ser demasiado habitual y aparte de los tópicos mil veces escuchados y las típicas gracietas de turno da gusto de vez en cuando aprender algo, definitivamente fue una buena idea escoger ese sitio.


Degustando productos típicos...


La cena terminó y solo restaba explorar un poco el pueblo en busca de “marcha” si es que el cuerpo estaba para ello, mi primera parada creo recordar que fue el pub del albergue donde pude tomar un licor de cerezas en la barra y posteriormente pasar unos momentos muy bien acompañado en una de las mesas... no había prisa por acostarse pero la verdad es que no vi a nadie con ganas de “juerga”, tal vez la hubo aquella noche pero desde luego que ni participé en ella, ni supe, ni ganas tuve. Había que reservar fuerzas para el día siguiente, como el licor me supo a poco, aquello era tan dulzón y empalagoso que quise probar algo más fuerte decidiendo seguir con la degustación de productos típicos de la comarca, me lancé a pedir un par de chupitos de aguardiente de cerezas “kisch”, uno para Eugenio, que acababa de sentarse a la mesa donde yo estaba y otro para mí... a la de una, a la de dos, a la de tres … ¡¡¡ puajjjj !!! :-p aquello parecía alcohol de quemar del que usan en las barbacoas... el vasito de las narices me lo tuve que terminar en varios tragos, Eugenio tampoco pudo apurar el suyo de un trago… apareció Juan Fernándo y amablemente le invitamos a probarlo... para eso están los amigos ;-).



El Torno la nuit.


Tras un paseito nocturno que nos llevó a visitar el bar “el cojo” donde estaban unos cuantos compañeros como piojos en costura y asomarnos al “Ginger” que estaba “petao” de jovenzuelos, macarras y garrulos di media vuelta y me fui derechito al albergue a dormir la mona, al día siguiente tocaba la primera ruta y quería estar lo suficientemente fresco como para disfrutarla, la noche ya no daba para más. En la habitación de los Antonios reinaba la paz... el mayor ruido que hubo durante la noche era el incesante crujido de aquellas estructuras metálicas en cuanto uno se movía aunque fuera un poco ¿ronquidos? alguno hubo pero nada del otro mundo, si aquella noche me costó dormir fue por lo de siempre, demasiadas emociones siempre el primer día y extrañar mi cama como un bobo, como si fuera la primera vez que viajo, que le vamos a hacer.




Viernes Santo – La Ruta de las Juderías.


Un largo preámbulo.


Fui de los primeros en levantarme, aunque no el primero, Antonio Paredes suele ser el tipo más silencioso y madrugador del mundo, me tomó la delantera, ni me molesté en poner alarma a mi móvil, estando él en mi habitación no hace falta. Fuimos desfilando como pudimos en aquel ridículo aseo, creo que las chicas lo tuvieron un poco mejor, al menos en el primer piso, por mí estaba bien ya que suelo ser extremadamente rápido en cuestiones de aseo y me acomodo con muy poca cosa, debe ser ya la experiencia de visitar albergues en nuestros viajes, aunque seguro que hubo alguno al que le costó más trabajo.


El desayuno fue tal y como suele ser acostumbrado en estos alojamientos, hace tiempo que paso de hacer cola para tostar pan y me contento con comerlo tal cual, la ventaja de bajar de los primeros, algo que hice los tres días que desayunamos allí, es que puedes aprovisionarte bien de todo... al que “madruga Dios le ayuda” dice el refrán, y a la hora del desayuno fijo que así es, porque es de lo más habitual que tengan que hacer varias rondas de café por ejemplo y si vas de los primeros al menos te ahorras la espera. Una vez bien desayunados y pertrechados nos dimos cita en la puerta del albergue dispuestos a realizar nuestra primera ruta, la llamada “Ruta de las Juderías” que nos llevaría desde el pueblo de Gargantilla hasta Cabezuela del Valle, se trataba de salir del Valle del Jerte en autobús bajarnos en el pueblo de Gargantilla y desde allí ascender y entrar en el valle para bajar luego hasta su mismo centro, un recorrido transversal de 15 kilómetros con 885 metros de desnivel acumulado, los seis primeros de subida.


El oráculo, es decir el móvil de Eugenio con conexión de Internet :-), había predicho buen tiempo para ese día, ya veríamos si se cumplía el pronóstico. Lo que desde luego no estaba pronosticado por nadie era que nos íbamos a chupar casi una hora de autobús para llegar a Gargantilla, creo que comenzamos a caminar a eso de las once de la mañana... todavía acusábamos la paliza de autobús del día anterior y eso nos vino grande, quizás no fuera para tanto pero lo cierto es que a nadie le hizo demasiada gracia.





Gargantilla – Camino al Puerto de Honduras.


Y por fin echamos a caminar, llevábamos más de 24 horas de viaje con un solo paseo de menos de una hora, la ruta se hizo de rogar … quizás por eso la cogimos con muchas ganas aunque en mi caso empecé a acusar cierta “pájara” que me empezó a pasar factura, Gargantilla era un bonito pueblo a las orillas del riachuelo del mismo nombre que nacía en las cumbres de la “Sierra de Cruces Altas”, estábamos fuera del Valle del Jerte, en el Valle de Ambroz... la ruta era bien sencilla, caminar por el sendero paralelo al riachuelo remontando su corriente, ganando altura hasta llegar al puerto de Honduras para desde allí pasar a la otra vertiente y adentrarnos en el Valle del Jerte hasta su mismo centro, Cabezuela del Valle, allí nos recogería el autobús.


















Creo que solo Jorge fue el único valiente que se atrevió a caminar en pantalón corto, los demás nos abrigamos a base de bien, demasiado como costumbre, el camino ascendía sin parar entre bucólicos paisajes donde se asomaban fincas de cerezos, prados y rebaños de vacas. El pueblo pronto quedó atrás y tras lo que me pareció un suplicio interminable paramos por fin a almorzar, me estaba dando una buena y necesitaba echar combustible al cuerpo como fuera. Nos sentamos junto a un arroyo y pudimos tomar un buen descanso, beber y almorzar, el lugar era tan bueno para echar fotos que no me quise privar de ello y en cuanto hube cargado las pilas aproveché para sacar unas cuantas instantáneas de mis compañeros de ruta en aquel bonito entorno. Hacía una mañana espléndida y una temperatura ideal para caminar.











Levantamos el campo y seguimos con aquel sendero que cuesta arriba nos llevaba a las alturas que dominaban el valle, campos y más campos, algún que otro rebaño más, el sendero se estrechaba y comenzaba a ganar en pendiente a la vez que teníamos que andar pendientes de no “meter la pata” y pisar alguna de aquellas tremendas moñigas que los animales dejaban a su paso, realmente estábamos marchando por una cañada de paso de ganado y éramos nosotros los intrusos. Lo que parecía un camino monótono fue ganando poco a poco en majestuosidad, detrás nuestro quedaba el pueblo, delante la loma a coronar... y entre medias algún arroyo que cruzar... en un punto el camino empezó a hacerse más y más abrupto hasta desaparecer literalmente entre grandes rocas, por las mismas se descolgaba un bonito arroyo objeto de nuestras cámaras, tras el cruce del mismo nos reagrupamos... aproveché para fotografiar el paisaje, el pueblo se veía a lo lejos, habíamos ganado la suficiente altura como para tener una panorámica excelente. Un poco más adelante un peñasco, con nombre y letrero incluido, nos sirvió para posar y hacer cola buscando la foto ideal con el paisaje al fondo. Nos retrasó un poco pero realmente no importaba, en ningún momento vi a José Antonio con ganas de subir el ritmo de la marcha, solo eran 15 km y teníamos mucho tiempo para hacerlos.









Tras la interminable sesión de fotos y poses en el dichoso peñón el grupo se puso en marcha y cubrimos los metros de desnivel que nos separaban del Puerto de Honduras a buen paso, la columna senderista se estiró y estiró … a lo lejos podíamos ver la cola de la misma ocupada por Loles, la gente no parecía estar en buena forma, en mi caso y como me suele suceder “reviví” tras el chute de frutos secos, pan y agua que me suministré a la hora del almuerzo. El Puerto de Honduras estaba repleto de coches, una carretera lo cruzaba, eso alimentó la fantasía de más de uno... ejem, de que igual allí había algún “chiringuito” o algo parecido... nada de nada, creo que una caseta forestal que seguramente ni WC tenía... el motivo de tal afluencia de visitantes al mismo no era otro que el contemplar las cumbres nevadas de la vecina Sierra de Gredos.









Puerto de Honduras – Descanso junto al embalse.


Allí mismo nos reagrupamos y aprovechamos las vistas para la inevitable sesión de fotografías, recuerdo una bastante divertida que le tomé a Pepe Tomás el cual encaramado cual araña en su tela posaba una y otra vez sin demasiado éxito subido en una alambrada, creo que fui el único que consiguió captarle en foto. Habíamos terminado ya con todo el desnivel que aquella ruta ofrecía, ahora solo quedaba adentrarnos en el Valle del Jerte descendiendo por vertiente opuesta a la que habíamos subido, Cabezuela del Valle nos contemplaba desde abajo, al fondo, majestuosas y resplandecientes bajo el sol las cumbres nevadas de Gredos. El camino de bajada transcurrió en su primer tramo por una amplia pista de tierra que nos hizo olvidar rápidamente la incomodidad del pedregoso camino de subida... no caminaríamos mucho por el mismo, me imaginaba en ese punto una bajada cómoda y tranquila por aquellas laderas que a poca distancia de allí se sumergían entre campos de cerezos... era un iluso, José Antonio nunca nos lleva demasiado tiempo por terreno “cómodo”, el senderismo es así, si quieres disfrutar a tope y ver sitios que merezcan la pena la mayoría de las veces tienes que moverte por terreno difícil... y si no es así ya se buscan los “atajos” necesarios para ello.








Junto a un pequeño y bonito embalse hicimos el alto para comer, era un muro de piedra redondo que recordaba por su forma a una piscina desmontable o un “jacuzzi”. Situado en un lugar estratégico con unas vistas impresionantes al valle y a las cumbres nevadas allí nos tomamos un merecido descanso, comimos y nos echamos un rato en la hierba. Junto con tres compañeros me tumbé encima del “mantél”, no se como llamarlo, que Eugenio suele llevar en su mochila, comimos con apetito y acompañamos los víveres de nuestras mochilas con unos generosos tragos de la bota de vino que este suele traer a las rutas. Casi me quedé frito y no fui el único, más de uno se echó allí un sueñecito, la falta de descanso del día anterior, el paseo en autobús y las dos horas y pico de camino cuesta arriba que llevábamos encima hicieron mella en nuestras fuerzas, creo que todos caímos rendidos sobre la hierba.






El descanso se prolongó más de lo habitual, la ruta no era larga y todavía teníamos tiempo de sobra para llegar al pueblo, a la hora convenida levantamos el campo y rápidamente nos pusimos en marcha no sin echar las últimas fotos a aquella bonita balsa pues se había levantado algo de viento y sobre su superficie se estaban formando unas graciosas olitas que fueron captadas por mi cámara y la de algún otro compañero, era todo un regalo tener la superficie del agua tan “a la mano”.


La cascada de los resbalones.


Salimos enseguida de la pista y atravesamos campo a través un prado y una zona de espeso matorral, nos encaminamos a lo que parecía una rambla por donde discurría juguetona una pequeña corriente de agua, era el nacimiento de un arroyo cuyo nombre desconozco pues ni siquiera viene en el mapa. Tras este tramo que se me hizo interminable volvimos a salir junto a un camino forestal, ignoro si era el sendero anterior que habíamos “atajado” de aquella forma. Un poco más adelante nos reagrupamos, mientras tanto José Antonio hizo gala de sus habilidades como equilibrista sobre un poste una vez más … naturalmente allí estábamos los “fotógrafos” para tomar buena nota de ello. :-).





Abandonamos de nuevo el camino para dirigirnos derechos hacia la corriente de agua que ya en aquel punto había tomado mayor caudal y se precipitaba desde un lecho rocoso por unos cortados formando una bonita cascada. Era un sitio que llamaba poderosamente la atención y hacia él nos dirigimos a buen paso deseando verlo de cerca. Aquel lugar ofrecía unas bellas panorámicas de las montañas conjugado con la visión cercana del agua derramándose por las rocas, eso sí... como algunas hermosas flores, animales y me atrevería a decir también personas, la cosa tenía su peligro, el lecho rocoso estaba tan pulido por la erosión del agua que resbalaba lo suyo, alguna vez estuve a punto de perder el equilibrio debido a que las puntas metálicas de mis bastones patinaban sobre el mismo como si estuviera encerado. En cuanto tuve ocasión salí de allí cuidándome de no pisar ninguna zona húmeda ya que una caída en aquel lugar podía tener malas consecuencias, era un golpe directo sobre roca “viva”. No sin respirar aliviado salí del lecho rocoso y pude dese un promontorio un poco más elevado contemplar las evoluciones de mis compañeros que acudían a sus rincones a echarse la foto de turno.


Mientras me entretenía tomando instantáneas de los paisajes de alrededor pude ver casi de reojo la caída que sufrió Lucía, la compañera cámara de vídeo en mano andaba filmando la ruta. Primero pensé que no era nada, solo un resbalón sin consecuencias, pero cuando me acerqué a mirar más de cerca me dí cuenta que se había hecho daño ya que no se levantaba del suelo, se quejaba de uno de sus hombros, por lo visto para evitar golpearse la cabeza puso el hombro en una postura forzada lo que le llevó a recibir ahí el golpe de la caída. Tal y como suele suceder pronto se formó un corro a su alrededor intentando levantarla, tardó lo suyo en levantarse y lo tuvo que hacer con ayuda. Terminó con el brazo en cabestrillo, vendado por una compañera, también Loles sufrió una caída, esta afortunadamente sin consecuencias. José Antonio había partido con un grupo de compañeros unos instantes antes y fue avisado para que detuviese la marcha, íbamos a tardar todavía un rato en salir de allí.


Auxiliada por Dani que la siguió de cerca para evitar que tropezase ya que no llevaba, ni en este caso podía usar, bastones, pudo terminar la ruta aunque las previsiones más pesimistas se hicieron realidad cuando durante la noche nos visitó tras su paso por Plasencia donde la llevaron unos compañeros que disponían allí de su coche particular. Rotura de clavícula, aún hoy en el momento en que escribo estas líneas lleva el brazo en cabestrillo y todavía le queda tiempo para poder recuperar la movilidad del mismo. En fin, solo puedo desear desde aquí que tenga una pronta y total recuperación y que vuelva a acompañarnos pronto en nuestras rutas, tanto en las del grupo senderista como en las que hacemos por nuestra cuenta los jueves... afortunadamente no hemos perdido el contacto con ella y está del suficiente buen humor como para acompañarnos en nuestras “francachelas” semanales ¡ánimo Lucia! ;-).











Encuentro – el río entre el musgo.


A buen paso salimos de aquel bonito y peligroso lugar, mientras estábamos en el mismo vimos bajar siguiendo nuestra misma ruta a un nutrido grupo de senderistas, posteriormente al conversar con ellos me enteré que eran un par de grupos de excursionistas, vascos y navarros, que realizaban con nosotros la ruta de “las juderías”, es lo que tiene hacer las marchas más conocidas de un lugar... seguro que no vas a estar solo. Caminé al frente del grupo de los rezagados aunque por breves momentos, atraido por la visión de un rebaño de cabras al que me propuse fotografiar erré el camino de bajada y me tuve que incorporar a la mitad de la columna.









Cuesta abajo y por un bonito sendero flanqueado por abundantes matorrales y árboles pelados marchamos siguiendo el cauce de aquel arroyo, pronto el mismo se ensanchó y pudimos contemplar algunos bellos rincones donde la corriente discurría entre gruesas rocas tapizadas de un musgo de intenso color verde. En uno de ellos unos cuantos compañeros posaron para la posteridad :-), pese al susto y el accidente no faltaba el buen humor en el grupo aunque creo que en el ánimo de todos pesaba el hecho, una pena de ruta con lo bien que iba la cosa hasta entonces. A cada paso en que perdíamos altura los árboles parecían ser más y más altos como para compensar aquello, el río, ya no puedo llamarlo arroyo, ganaba en espectacularidad y no faltaron algunos cruces del mismo... afortunadamente se habían terminado los incidentes y los resbalones aunque tuve que hacer uso intensivo de mis bastones en algunos momentos. Probablemente fue el tramo más bonito de la ruta de aquel día.









El camino suavizó su pendiente y se ensanchó, se notaba que nos estábamos acercando al pueblecito y a sus campos de cultivo colindantes. Tras las últimas fotografías a los bonitos saltos de agua que aquel riachuelo formaba en su descenso hacia el cauce del Jerte, nos topamos con unos altos árboles en cuyas ramas había atados unos trozos de plástico... seguramente a guisa de espantapájaros aunque ignoro el motivo ya que allí no parecía haber nada que “guardar”. Al doblar un recodo se nos presentó una impresionante vista del fondo del valle y el enjambre de campos en terrazas poblados de cerezos, casi todos completamente desprovistos tanto de flores como de el más pequeño brote verde. Aquello parecía un boceto, un cuadro a medio pintar donde solo habían usado el color verde en algunas zonas y dejado todavía el lienzo y el carboncillo sin cubrir de pintura... que distinta hubiera sido esta panorámica, ya de por sí impresionante, al cabo de un par de semanas.







Flores de cerezo.


Sin embargo quiso la fortuna ser benévola con nosotros aquel día y tras doblar un recodo nos topamos con unos campos de cultivo que flanqueaban la parte baja del camino con cerezos en flor, seguramente en ese pequeño lugar el viento del norte no llegaba a soplar y tenían más sol que en el resto de la zona... fue todo un regalo ante el que nos lanzamos emocionados a disparar nuestras cámaras ¡por fin cerezos en flor! ¡y al alcance de la mano además!... quien nos iba a decir unos días antes que aquello sería un lujo en aquel lugar. Disparé mi cámara con avaricia y usé el objetivo “macro” sin medida... no fui el único pues ¿acaso no era aquel el principal aliciente del viaje? aquello en lo que llevábamos semanas pensando, en la visión de aquel valle engalanado de blanco.

























La cabeza del grupo hizo un alto y llovieron las fotografías y las poses entre aquellos árboles que se adelantaban a sus congéneres con sus traje primaveral. La luz de la tarde ayudó a que las fotografías se lucieran lo suficiente como para mostrar a todos a la vuelta la belleza, aunque fuese en un lugar pequeño, que podía contener aquel valle en primavera. Satisfechos ya por habernos encontrado con aquel espectáculo y en mi caso con la tranquilidad de haber cumplido con mi “deber” de mostrar un campo de los dichosos cerezos en flor, me encaminé ya a buen paso hacia Cabezuela del Valle, que asomaba a no demasiada distancia ya... en aquellos momentos ya en mi cabeza aparecían visiones de cerveza bien fresquita para rematar aquella espectacular ruta. Los últimos kilómetros todavía dieron lo suficiente de sí como para más fotos de “macro”, las mejores para mi gusto que hice aquel día, y una breve conversación con dos señoras mayores, senderistas vascas que como nosotros andaban realizando nuestra misma ruta, escuché un comentario entre ellas que hacía referencia al hecho de que no estaban haciendo fotos y “era una pena”... me metí en su conversación y les expliqué como localizar la página del grupo senderista para que al menos pudieran bajarse alguna foto de aquel día, ignoro si al final lo hicieron o no.



Viernes Santo en Cabezuela del Valle.


Por fin entramos en el pueblecito de Cabezuela del Valle, pudimos contemplar sus calles adornadas para la procesión del Viernes Santo y el “ambiente” que reinaba en el mismo, igual era uno de los pocos días al año que había tanta gente en las calles... y nosotros allí, claro que hubiera pasado lo mismo en casi cualquier pueblo de España en esas fechas. Encontré un hueco libre en la barra de un bar y allí mismo me tomé un par de cañas que me supieron a gloria, en la zona del comedor del mismo un grupo de compañeros hacían lo mismo, al ver las fotos me sorprende la seriedad y las caras largas que había ¡tampoco la ruta había sido para tanto! … tras echar un par de fotos y buscar un ambiente más amable me topé con unos compañeros que estaban sentados al aire libre en un sitio “estratégico” para ver la procesión y de paso tomar alguna copa. Una amable camarera apareció enseguida y decidí hacerle un “pedido” de cerveza “El legado de Yuste”... perdón por nombrar la marca pero me pareció de lo más apropiado en aquellas tierras cacereñas, me la sirvieron en una copa con forma de cáliz y aproveché para dar gracias por ello... momento en que Bárbara aprovechó para echarme una divertida foto ;-).


Desfiló delante de nosotros la procesión, apenas cuatro o cinco pasos precedidos de alguna banda de música y un reducido número de penitentes... así tenían que ser todas las procesiones y las misas de “cortitas” :-)... no es que fuera un espectáculo especialmente bonito pero la verdad es que no todos los días se tiene oportunidad de tomar instantáneas de una procesión extremeña... así que bueno, no me privé de ello al igual que Angel Maestre que sentado a nuestro lado hizo gala de su habilidad como buen fotógrafo que es, muy contento me mostró luego una fotografía que hizo a un paso donde llevaban un cristo cadaver en una urna... se superponía con los dos pisos del edificio donde estaba el bar y parecía formar parte del mismo “solo por esta foto ya merecía la pena el viaje” … tras verla en Internet me pareció un poco exagerado, también estaba la cerveza al aire libre ;-).



















Levantamos el campo y cruzamos el pueblo en dirección al puente que cruzaba el Jerte, más adelante nos esperaba el autobús, tardamos lo nuestro porque tuvimos que atravesar la comitiva de la procesión y movernos en calles abarrotadas de gente, aproveché tamaña lentitud para seguir disparando mi cámara tanto a la procesión como a las adornadas calles del pueblo, al interior de una iglesia que nos encontramos por el camino, al puente y a la columna senderista que lo cruzaba, desde luego que en ese viaje no me privé de echar fotos. El camino de vuelta hasta el pueblo fue mucho más corto que el que realizamos por la mañana, estábamos en el valle y no había que efectuar rodeo alguno.


Una noche sin historia.


Y llegó el complicado momento del aseo... apenas una hora hasta el momento de la cena y solo dos duchas disponibles para una buena cantidad de compañeros, aunque pensé en sentarme a cenar hecho un guarro con la ropa de “faena” deseché esa idea, así que me desvestí a prisa y corriendo y a guardar turno en el baño... aquello pronto pareció el camarote de los hermanos Marx, apretujados en un ambiente sofocante conseguimos hacer el milagro de asearnos casi todos y llegar a tiempo a la apertura del comedor, en mi caso me ducho en apenas un par de minutos... pero hay más de uno que debió ser mujer, y presumida además, en otra vida ;-)... menos mal que entre la gente que fue al Jerte se encontraban algunos de los compañeros más “rodados” en este tipo de viajes... solo hubiera faltado que hubiera aparecido un secador de pelo en el aseo... vamos me muero ya.


De nuevo de los primeros para cenar y una cena parecida a la del día anterior por el ambiente que, como de costumbre, reinó entre nosotros... aunque eso sí, allí debieron tomar buena nota del esfuerzo realizado por el grupo porque desde luego que fue más contundente que el día anterior. Cuando estábamos ya cerca de los postres llegó Lucía y los compañeros que la habían acompañado a Plasencia, no recuerdo si fue tras la misma o al día siguiente cuando me comentó la gravedad de su lesión.


Tras la cena subí con algunos compañeros en el ático del albergue, allí había una televisión con un par de sofás y dos puestos de ordenador con conexión a Internet, estuve entreteniéndome en uno de ellos, pude ver mi correo y las actualizaciones del dichoso “Facebook”, y de paso jugué una partida rápida contra un adversario del “otro lado del charco” creo que era canadiense... ni con los consejos de Eugenio conseguí batirle... un mal presagio. Luego fui al pub del albergue donde tenía una cuenta pendiente con los compañeros aficionados al ajedrez, allí llevé mi “kit” de ajedrez y jugar unas rápidas... el resultado pues como siempre, tres partidas, tres roscos. Me estrené además con una partida rápida contra Juan Fernando el cual a pesar de estar bastante oxidado no tuvo grandes problemas para vencerme... ¡y eso que estaba la tira de años sin jugar!, debió ser un adversario más que respetable en los años que jugaba... mi único consuelo fue ver a Eugenio “morder el polvo” contra Juan, este se había unido a nuestro grupo y con su juego tranquilo y metódico puso a prueba la paciencia de Eugenio el cual se lanzó a un ataque alocado que no dio el resultado esperado... ¡bien por Juan!. Nos confesó que desde el Pirineo no había vuelto a tocar un tablero, la verdad es que ni se como conseguí batirle allí en dos partidas :-). En fin, siendo honesto tengo que admitir que un local oscuro, ruidoso, tras una copiosa cena acompañada de vino y con el cansancio de una ruta no era el mejor sitio ni momento para ponerme a prueba y aunque los demás debían estar igual al menos consiguieron concentrarse en el juego... yo no podía, miraba el tablero y solo veía los escaques y las piezas... pero no la posición.




Estaba agotado, la prueba es que aquella noche pasé de salir a “divertirme”, ya en el pub estaba dando cabezadas, de modo que tras un paseo por el pueblo y una breve visita al bar “El Litri” decidí irme derechito al albergue, los demás que se congregaron allí lo pasaron en grande según me comentaron al día siguiente pero yo no estaba ya para más, necesitaba un buen descanso para aprovechar y disfrutar a tope el día siguiente y no era plan andar forzándome cuando ya no lo estaba pasando bien, igual el día siguiente las cosas cambiaban de modo que decidí cargar las baterías para la ruta del sábado que prometía ser de lo más interesante.



Sábado Santo – La Ruta de Carlos V – La Garganta de los Infiernos.



De nuevo tras un aseo apresurado, esta vez Antonio Paredes y Eugenio me tomaron la delantera, bajé a desayunar de los primeros, no recuerdo si fue allí donde este último me comentó el “fiestón” que se habían pegado en el bar “El Litri” de donde se habían recogido al final a las tantas, me alegré por ellos pero la verdad es que no me dio ninguna envidia porque me había levantado con muchas ganas de caminar … vamos con las “pilas cargadas” y tras una noche de descanso, por fin, estaba dispuesto a quemar aquel día, último que íbamos a pasar en Extremadura.


A diferencia del día anterior, el tiempo decidió romper la tregua que mantenía con nosotros y el cielo estaba nublado con amenaza de lluvia... íbamos a tener que usar los chubasqueros a discrección, no nos íbamos a librar. El oráculo predijo que llovería por la tarde y que caería una lluvia inferior a los cinco litros por metro cuadrado... creo recordar que daba llúvia para las tres y las seis... hasta ese punto afinaba el cacharro de Eugenio, estaba deseando comprobar la exactitud de esa previsión.


Pertrechados estuvimos esperando en la puerta del albergue para marchar al lugar donde el autobús nos esperaba, allí aproveché para sacar unas cuantas instantáneas del grupo en marcha por el pueblo, se notaba una gran diferencia con el día anterior... en esta ocasión ya nadie emprendió la ruta en pantalón corto, hacía frío, humedad en el ambiente y el sol amenazaba con no salir en todo el día.







Esta vez no tocó un paseo tan largo en autobús, nuestro punto de partida el pueblo de Jerte estaba en el corazón del mismo valle, no había que salir del mismo, 18 km. y 700 metros de desnivel acumulado nos esperaban estando repartidos entre varias subidas de modo que no sufriríamos la agobiante e interminable cuesta del día anterior. Cruzamos el pueblecito así como el río del que toma su nombre, y por una carretera asfaltada nos dirigimos hacia la sierra aunque en un principio sin ganar altura y siguiendo el curso del río. Caminábamos entre casas y parcelas de cultivo, también abundaban los jardines con los inevitables cerezos, algunos de los cuales estaban en flor. Por si no había tenido bastante con las fotos del día anterior no me privé de tomar algunas de las flores cubierbas de rocío e iluminadas por la luz matutina, algo me decía que las mismas tendrían un “aire distinto”, por supuesto así fue.







A lo lejos ocultando las cimas de la sierra se vislumbraban abundantes nubes de desarrollo vertical, cuando empezásemos a ganar altura iba a ser inevitable ponernos el chubasquero, aquella iba a ser una ruta pasada por agua. Aquella mañana hice uso intensivo del objetivo “macro” de mi cámara, no solo las flores de cerezo reclamaban mi atención, también un almendro en flor, y unos curiosos frutos con forma de grosella y mora... detalles sin importancia que la mayoría de los compañeros pasarían por alto, pero no aquellos aficionados a la fotografía que andábamos a la “caza y captura” de la mejor fotografía. Es verdad que el andar pendiente de las fotos supone a veces un lastre, no puedes caminar a tu aire y perderte en tus pensamientos... pero también supone un aliciente y no pequeño, pasamos la vida olvidando millones de cosas vistas y vividas y la fotografía posee el poder de hacerlas revivir una y otra vez, y si el momento revivido es un momento feliz y la visión de algo bello... pues mejor que mejor.








En aquel tramo de la ruta hice una pequeña competición con Bárbara, ambos poseemos una visión y una sensibilidad parecida en cuanto a fotografías se refiere. Fueron muchas las fotografías a corta distancia que dispararon nuestras cámaras... flores, brotes de roble, musgo... aquel camino era una verdadera maravilla si uno sabía mirar. Tal y como apunté antes los árboles apenas estaban despertando de su letargo invernal, sin embargo había tal cantidad de detalles a ras de suelo que aquel corto trayecto se convirtió en todo un regalo para los objetivos de nuestras cámaras, ambos no dejamos de asombrarnos ante la belleza que continuamente se nos mostraba al alcance de la mano, en pequeñas pinceladas, como si de un minúsculo jardín se tratase... y aquel aparentemente sencillo e insignificante recorrido se convirtió, magnificado por el objetivo de mi cámara, en uno de los más bonitos que recuerdo, el suelo no era tal, era un "collage" de pequeñas maravillas que parecían haber sido puestas allí para nuestro deleite... nos olvidamos de las hojas de los árboles, de las flores, de los colores de la primavera y de la luz... ya quisiera en otras rutas tener a la vista tantos objetivos “apetecibles” para mi cámara.




















Con tanta fotografía llegamos de los últimos al lugar convenido para almorzar, el grupo se encontraba en un descampado cubierto de rocas, musgo y hojarasca que le otorgaba un aspecto de lo más pintoresco. Tras un breve descanso comenzamos por fin a subir y enfilar directamente hacia las alturas, se terminó el paseito de recreo. Tuvimos que cruzar un amplio arroyo, antes de internarnos ya por pistas forestales camino del llamado “Collado de Tierra Blanca”. Naturalmente que aproveché el parón que sufrió el grupo, había que hacer equilibrios para cruzar las aguas, para tomar imágenes del grupo cruzando el vado, es siempre un momento especial cuando tenemos que cruzar un curso de agua... a ver como cruza fulanito o fulanita, a ver si se cae alguien ;-). A partir de ese momento reparé en la cantidad de musgo que había en las rocas y en el verdor salvaje que emanaba... pocas veces he visto un verde tan intenso como el que había en aquellas rocas, daban ganas de quedarse mirándo.











Nada más cruzar aquel arroyo y sin dejar de ganar altura nos encontramos con un reducido grupo de senderistas, iban acompañados con un perro pastor alemán provisto de alforjas … un chucho muy simpático que no solo no esquivó el disparo de mi cámara sino que me hizo tener que levantar la mano si no quería que la misma recibiese un buen lametón... eso si que son ganas de “chupar cámara” y lo demás son tonterías ;-). Comenzó a caer una lluvia menuda pero persistente, si había alguien que no llevaba ya puesto el chubasquero no tuvo a partir de ese momento más remedio que ponérselo, ya no nos lo quitamos en toda la ruta. Aquel sendero seguía cuesta arriba, cada vez más empinado, el paisaje... bueno como el de los días de lluvia, gris ahumado... iba a costar sacar partido de las fotografías de aquella ruta, o eso pensaba en esos momentos.







El sendero cambió y nos internamos en un espeso bosque de robles y castaños, era fácil de adivinar el tipo de árboles de los que se trataba porque el suelo aparecía literalmente tapizado de hojas secas y de restos de castañas... los árboles presentaban además un insólito aspecto, al menos para mí, y no me corté a la hora de llamar a los compañeros la atención sobre ello... aquellos troncos cubiertos de líquenes grises creaban un singular efecto óptico... parecían postes decorados con pinturas, tomé una buena cantidad de fotos de los mismos así como del detalle de la corteza de uno de ellos, ¿quien dijo que en un bosque invernal no habría detalles interesantes? … igual fui yo :-).

























Tras un largo y trabajoso ascenso llegamos por fin al Collado de Tierra Blanca, aunque aparecía bajo el nombre de “Collado de las Losas” en un cartel, otros letreros nos habían avisado de que aquella era la ruta de “Carlos V”, es curioso que decidieran ponerle el número cinco cuando en España realmente era el primero, solo era el quinto en Alemania, y es más conocido con ese número. A las acostumbradas señales blancas y amarillas de “pequeño recorrido” se unía un tercer trazo de color azul... más adelante preguntaría a José Antonio el porqué de esa señal. Aunque había dejado de llover el tiempo no se aclaraba de modo que los chubasqueros siguieron puestos, nos reagrupamos en aquel collado que nos ofrecían una buena panorámica del valle y nos dispusimos a marchar rumbo a la ruta de Carlos V y la garganta de los infiernos... me preguntaba ya el porqué de ese nombre.























El camino comenzó a descender y tras unos minutos de marcha nos asomamos a la garganta de los infiernos desde donde se precipitaban las aguas de las montañas hasta su unión con el Jerte unos kilómetros más abajo, la vista era espectacular y pronto me ví agobiado por la necesidad de caminar aprisa por aquel estrecho sendero y tomar fotografías. José Antonio me explicó el asunto de las señales que habían despertado mi curiosidad... por lo visto aquello era un parque natural y tenían sus más y sus menos con la administración autonómica, al final fueron puestas marcas blancas y amarillas “homologadas” pero los responsables del parque decidieron poner la “guinda” de aquellas otras marcas azules... eso me recuerda a los chuchos que echan una meada en el sitio donde otros ya lo han hecho previamente como para decir ¡eh que este territorio es mio!. Por allí por lo visto entró el rey Carlos V camino de su retiro a la abadía de Yuste, estaba tan ansioso de ir a Extremadura a retirarse del “mundanal ruido” que eligió el tramo más corto y decidió atajar por aquellos tortuosos senderos... él como viajaba en litera claro, no se como no le zumbaron los oídos durante el paso de aquellas montañas :-), cuesta trabajo imaginarse una nutrida comitiva de caballeros, mulos, gente a pie y literas de mano en aquellos apartados andurriales.







































Tras un tramo que nos dejó a todos con la boca abierta por la majestuosidad del paisaje que teníamos ante nosotros llegamos al “puente nuevo”, habría que ver el viejo como estaba. Un precioso puente de piedra sin barandillas de ninguna clase con unos firmes cimientos anclados en roca viva... vamos que no se lo va a llevar la corriente mañana. Una pequeña joya arquitectónica, no soy muy ducho en esos temas pero la verdad es que nos llamó poderosamente la atención desde que vimos su silueta. Lo crucé de los primeros para aprovechar las vistas del grupo lo mejor posible y hacer buenas fotos, varios bajamos al lecho del río para tomar fotografías del mismo con poses de nuestros compañeros... alguna especialmente divertida ;-). Desde allí tomamos un empinado y pedregoso camino que nos llevó a la zona elegida para comer, un recodo del mismo desde donde disfrutamos de unas excelentes vistas del puente y del río... un día despejado hubiera mejorado sin duda alguna las fotos pero hacer una ruta con aquel tiempo húmedo también tenía su encanto, no hacía ni pizca de frío aunque la lluvia amenazaba con volver a caer. Destaco el bonito contraste que ofrecían aquellas rocas cubiertas de un musgo verde-amarillento con el gris de los árboles... no quiero ni pensar como se debe ver aquel valle en otoño ¡hay que volver al Jerte! :-).




































Tras el descanso, comida, bebida y sesión de fotos nos pusimos de nuevo en marcha, pronto empezó a caer una menuda lluvia, la que había sido justamente anunciada por el “oráculo”... creo que se equivocó en un cuarto de hora más o menos :-). Aunque sufrimos la incomodidad de tener que acarrear con el chubasquero, Bárbara sacó incluso su paraguas, el verdor de aquellas rocas no dejaba de impactar en mi retina... debe ser un efecto colateral de vivir en un sitio tan seco como Murcia, lo verde me pierde. Tras una serie de cuestas nos topamos con un cartel que nos avisaba que estábamos entrando en la zona de “Los Pilones”, todavía tardaríamos en verla. En el camino nos topamos con una especie de choza y Loles hizo algunas poses divertidas en la misma metiéndose en el papel de “indígena”, estaba muy propia :-). Tras un par de kilómetros de abrupta y rocosa senda llegamos casi al punto más elevado de nuestra ruta, el puente del carrascal, las vistas sobre el río simplemente espectaculares... juzgar vosotros mismos por las fotos. Una pena que no hubiésemos disfrutado de un día soleado... hubieran salido unas fotos increibles.












Desde aquel punto y hasta casi el final... bueno que decir, aquello ya no era color verde... debería tener otro nombre porque parecía fundirse con el amarillo... había tal gama de colores en el suelo al mezclarse los grises con los verdes, amarillos, ocres... y todo mojado y reluciente... no recuerdo haber hecho una ruta donde el colorido me haya impactado tanto. Estaba cayendo una buena lluvia, me la jugué varias veces echando fotos con riesgo a echar a perder mi cámara... pero no pude evitarlo, tenía que mostrar estos paisajes, estas rocas y esos cursos de agua derramándose en la montaña... era increíble, me faltaban ojos para mirar, había algunos cortos tramos... más bien algunos encuadres que me parecían completamente surrealistas... en ningún punto eché de menos el follaje que en otro momento hubiera cubierto los árboles, estos al estar desprovistos del mismo realzaban aún más el colorido del suelo y las rocas.


















Tras reagruparnos en un recodo del camino emprendimos por fin el tramo final hacia la zona de Los Pilones, llamó nuestra atención la visión de una pequeña casa de pastores de la que salía humo por su chimenea, debía ser un simple refugio para guardar aperos del campo porque ni ventanas ni puerta tenía, estaba enclavada en un paraje tan bucólico, al menos para mis ojos, que no dudé en tomar varias imágenes de la zona, allí se asomaban ya cultivos de cerezos en terrazas... muestra inequívoca de que nos estábamos acercando ya a alguna población y que la salida del parque natural no debía estar lejos. Durante un largo tramo siguió aquella borrachera de colores que me tenía KO, ahora al ver mis fotos entiendo el porqué aquel día batí todos los records con más de cuatrocientas, solo desde el puente del Carrascal hasta el final debieron caer casi la mitad... tengo que decir que la ocasión lo merecía.




























Por fin, tras un alucinante paseo bajo la lluvia, llegamos a la atracción nº 1 del parque, descendimos por una escalera de piedra hasta quedar casi a la altura del lecho del río entre gigantescas rocas, allí se precipitaban corriente abajo unas ruidosas aguas de color turquesa, fuimos paralelos al río protegidos de caídas por una serie de postes enlazados por cables de acero, a la derecha las aguas rugían saltando de roca en roca. A la vista teníamos ya el puente que nos llevaría a la otra orilla... y más abajo el motivo de porqué se llama aquella zona la de Los Pilones... la erosión ha formado con el paso de los siglos unas pozas en el lecho rocoso bastante curiosas... alguno sugirió la idea de “bajar a tomar un baño” allí :-). Desde aquel punto y aunque costara trabajo creerlo a esas alturas las vistas eran aún más espectaculares... ¿cuantas veces se tiene la oportunidad de ver un río de aguas bravas cayendo por un lecho rocoso horadado con esas formas tan caprichosas? … no espero volver a ver algo así en mucho tiempo.











Tras el cruce del puente, y como no, la correspondiente sesión de fotos del grupo cruzándolo, salimos a un camino empedrado que ascendía sacándonos de la garganta. De nuevo tuvimos el paisaje del valle, sus campos de cultivo y sus casitas. Hicimos una breve parada en un mirador desde el que se veía una fuente surgir de las entrañas de las montañas, allí debía haber un centro de “interpretación” de la naturaleza por los carteles que nos encontramos dando explicaciones de la flora y fauna de la zona. Hubo un momento en el que nos reagrupamos en el camino delante de una colina horadada por multitud de terrazas pobladas de cerezos, y no fue para disfrutar del paisaje, por lo visto había fundadas sospechas de que alguien se hubiese quedado descolgado y José Antonio tuvo que desandar el camino para ver si había algún problema. Los demás seguimos cuesta abajo hasta encontrarnos con el centro de interpretación de la naturaleza... que pasé de visitar atraído por los cantos de sirena de un bar cercano :-). Terminé la ruta en la terraza del mismo compartiendo unos frutos secos, patatas fritas y unas cervecillas... la ruta había sido impresionante, y aunque algo incómoda por la lluvia creo que nos dejó a todos con buen “sabor de boca”.





Nos quedó todavía un buen paseo por carretera asfaltada hasta el autobús, durante el viaje hacia El Torno pudimos contemplar un precioso arco-iris a través de los cristales, pocas veces habíamos visto uno parecido... creo recordar que en un punto se desdoblaba, sabía que a veces se producen arcos iris dobles pero era la primera vez que veía uno... un precioso colofón a una ruta magnífica.




Llegamos con tiempo sobrado, aun así se produjeron las inevitables colas y agobios a la hora del aseo personal, de nuevo conseguí colarme de los primeros para la ducha y eso me permitió darme una vuelta por el albergue y subir al ático donde ya había varios compañeros acomodados en un sofá... allí estaban los que habían optado por una ruta turística aquel día, entre ellos naturalmente andaba Lucía con su brazo en cabestrillo. Santi consiguió hacer funcionar el video y pudimos disfrutar de la película que Lucía había grabado los dos primeros días de viaje... fue divertido vernos en la tele para variar, aunque la verdad es que todavía tiene que aprender mucho sobre el manejo de una cámara ¡que mareo! ;-).




Y bueno, tuvo lugar poco después la “última cena”, aproveché el momento para sacar fotos del comedor y de mis compañeros de mesa, no faltó algún que otro brindis y el buen ambiente que habitualmente podemos disfrutar en los viajes, muchas caras sonrientes y de satisfacción, Loles estrenando su nuevo “look”, casi ni la reconozco cuando entró al comedor ;-), y la comida en la línea del día anterior... no recuerdo ya si fue esa noche cuando pusieron de primero ensaladilla rusa, o un sucedaneo extremeño de la misma, creo que repetí como cinco veces... había que reponer calorías.


Y bueno llegó el momento de la verdad, la prueba “refinitiva” … de cabeza al pub con mi kit de ajedrez a jugar rápidas con la pandilla. Pedimos un juego de ajedrez en la barra de esa forma pudimos jugar dos partidas simultáneas, éramos cuatro y no era plan dejar gente mirando sin jugar. Me enfrenté a Juan, sin reloj, y terminé mal... me pulió las dos veces aunque no tuvo que hacer grandes esfuerzos, solo aprovechar las oportunidades que le di con mi juego alocado y superficial. Algo más de suerte tuve con Juan Fernando, creo que le gané una de las tres o cuatro que jugamos ¿como? … bueno, la cosa tiene su explicación porque como bien dijo alguien “hasta un reloj parado da bien la hora un par de veces al día”... eso y gracias a los dos cubatas que se ventiló antes de jugar , tengo que probar el truco con Eugenio ;-), este al final se tomó su revancha contra Juan y le ganó una partida lenta, Juan no juega partidas rápidas, aunque le costó lo suyo... es una pena que este compañero no juegue más porque lo hace realmente bien.



Tras las partidas marchamos al bar “El Litri”, si bien la cosa no fue como lo que me contaron de la noche anterior, el equipo de música que tienen allí sonaba horroroso, y los capones que le propinaba el DJ no lo mejoraban precisamente :-). Hubo alguna pose del Club de Ajedrez del Torno al completo, alguna partida de futbolín contra el equipo local, algo de baile... pero nada del otro mundo, quizás solo destacar la melopea que cogió una compañera que yo me se ;-) con el llamado “licor de gloria” … sin duda lo mejor de los productos típicos del valle. Terminamos la noche en el pub del albergue algo más animados... aunque amenacé varias veces con irme al final aguanté más de lo esperado. Por supuesto que allí se quedó más gente... pero ya mi cuerpo no daba más de sí aquel día de modo que ahuequé el ala y de cabeza a San Antonio a dormir la mona.












Regreso de Extremadura – la ruta turística.



Poco que decir ya de este último día del viaje salvo las dos paradas que realizamos en Plasencia y Toledo, teníamos todo el día para llegar a Murcia y apetecía ver algo por el camino, la parada de Toledo aunque no estaba prevista fue incluida a petición de algunos compañeros, con Bárbara al frente, y el “jefe” decidió que era buena idea... desde luego mejor visitar aquella bella ciudad que comer en un área de servicio.


En la habitación aquella misma mañana, o no recuerdo si la anterior, Angel Maestre me contó una anécdota que paso a relatar aquí: por lo visto en nuestro paseo por el pueblo, no se si del primer o segundo día, un lugareño, ya entrado en años, le comentó cuando le vio haciendo fotos que hacía muchos años que no tenía una foto propia, tampoco es tan extraño porque a ver para que necesita el común de los mortales de aquellas tierras, y sobre todo de aquella edad semejante chisme, máxime cuando en los tiempos que corren son todas digitales. Angel, cortés como siempre, se ofreció a sacarle varias fotos y tomar nota de su dirección en el pueblo para enviarle una copia impresa... ahora nos queda solo saber si aquello es verdad o simplemente un camelo con el que consigue fotos gratis de los turistas... a lo mejor tiene toda una colección de los “lilas” que pasan por el pueblo ;-).

























Tras el corto viaje hacia nuestra primera parada amenizado por la colecta realizada para recoger fondos que suplieran el dinero sisado en el bar a la “reina de la noche del Torno”, Santi no me mates ;-), llegamos a Plasencia que me pareció una ciudad muy monumental pero algo fría y desabrida, allí estuvimos una hora y pico dándonos tiempo a visitar su catedral, donde a pesar de la prohibición echamos bastantes fotos... y de donde nos echaron a cajas destempladas en el momento que comenzaron los oficios religiosos, no querían merodeadores durante las misas... algo que no ocurre por ejemplo en la Catedral de Murcia. Mucha calle empedrada y mucha tienda con productos típicos de la zona... a precios prohibitivos, pasé de comprar nada porque además iba justo de pasta.













Toledo fue otra historia, ya conocía la ciudad por haber estado hace años de visita con la asociación “Murcia acoge”... debimos pasar todo el tiempo por el barrio de la judería porque no recuerdo haber visto casi nada de lo que encontré el domingo, como si hubiera visitado otra ciudad. Comí acompañado por Eugenio, Juan Fernando y Antonio Paredes en una minúscula hamburguesería regentada por chinos... lo mejor sin duda el brindis con el tanque de cerveza que me metí en el cuerpo.











Tras las inevitables fotos al Alcazar, Catedral, calles y plazas nos reunimos para emprender juntos el camino hacia el bus donde Antonio, nuestro super chofer del viaje al Pirineo nos esperaba. Hubo foto de grupo, más o menos, porque los compañeros desoyeron el consejo de Dani y pasaron de moverse, en aquel sitio era imposible pillarles a todos... si hubiera estado Jaime con nosotros seguro que eso no hubiera pasado y los hubiera metido en vereda :-).






Y bueno... poco que contar del trayecto de autobús, a pesar de que aquel día era ya Domingo de Resurrección continuamos haciendo penitencia por nuestros muchos pecados ya que nos proyectaron la peli “V de vendetta”... un auténtico tostón, y eso que me pareció buena cuando la vi en el cine hace años :-).


Y bueno... hasta aquí el relato de este viaje, disculpad las muchas cosas omitidas por olvido, el exceso que me suele caracterizar, y sobre todo mi visión parcial y sesgada de los hechos.

Perdón por el tiempo que he tardado en publicarlo, fruto de la agitada "vida social" que llevo ultimamente, está comprobado que la felicidad y la creatividad, aunque muy modesta en este caso, son bastante incompatibles.

Disculpad también las referencias personales, la poca consideración con el sufrido lector que se atreva a leer esto en la pantalla de un ordenador... y una nota para un compañero que en un par de ocasiones me ha comentado que este blog solo lo tengo “para ligar”... pues mira no funciona, así que seguramente me tomo todo este trabajo para otra cosa más allá de tu comprensión ;-).

No se para cuando volverá a caer el siguiente... aunque estoy seguro que no será antes de unos meses ni en la forma acostumbrada, gracias a todos los que me leéis, nos vemos en la próxima.

¡¡¡ HASTA PRONTO !!!