miércoles, 18 de noviembre de 2009

Regreso a Sierra de Baza.

Otra vez en ruta con el Grupo Senderista de Murcia, en esta ocasión a un destino ya conocido por mí, la Sierra de Baza, allí en efecto estuve el año pasado por estas mismas fechas y ya dejé en su momento el oportuno artículo en mi blog relatando la ruta que hice, en esa ocasión acompañado por los compañeros de la peña senderista “hay motivo” … por llamarles de alguna forma ;-). Para los que no hayan leído nada de aquello o tengan curiosidad por ver como estaban aquellos montes en la misma época justo un año antes podéis consultarlo en :


http://apacheco.blogspot.es/1226682660/un-domingo-en-sierra-de-baza/


La impresión que se tiene al visitar un lugar conocido es bastante diferente de la que se obtiene cuando uno pisa un sitio por primera vez, todo te es familiar y se pierde el efecto sorpresa, ese sentido de “maravilla” de estar contemplando algo nuevo, no obstante también tiene algo de bueno y no es otra cosa de descubrir cosas nuevas, cosas que no habías percibido anteriormente, además por supuesto de las nuevas circunstancias en las que el nuevo viaje discurre.


He podido de esta forma ver en detalle el cortijo Narváez, con su albergue, su bar “el abrevadero”, su restaurante... etc etc, fotografiar más detalles de la vegetación que me habían pasado desapercibidos aunque parezca increíble y en definitiva recrearme más con el lugar, disfrutarlo como si de la primera vez se tratara... y eso que no tengo ninguna queja respecto a los compañeros que me acompañaron la primera vez, ninguno de ellos estaba allí de nuevo en esta ocasión, pero sí muchísimos otros con los que habitualmente comparto los viajes del grupo y alguna que otra cara nueva. El ritmo además ha sido distinto, alejado de la habitual marcha matadora de los viajes de un solo día, aunque a alguno le parezca un disparate, incluso la marcha larga del sábado me pareció relajada, no había prisas... tan solo la temprana puesta de sol de estas fechas del año ponía límite a las horas que dedicar a la ruta.


El viernes por la tarde comenzamos el viaje en dos autobuses, el centenar largo de personas acostumbrado, la reunión junto a los mismos como siempre, muchos saludos tanto de gente a la que ves con cierta frecuencia como otros que solo aparecen para esas ocasiones, siempre es un placer volver a contar con los compañeros de siempre pero también se agradece conocer gente nueva y son los viajes mejores ocasiones para ello ya que la convivencia en las rutas de domingo suele ser más breve. En los viajes no, vas a compartir asiento, camino, habitación, mesa, cuarto de baño, pista de baile… es otro aliciente más que no se tiene en las rutas cortas y no el menor precisamente.




Confiaba al igual que casi todo el mundo que los autobuses harían una parada el viernes para cenar en ruta... no fue así y terminamos todos llegando de un tirón a Sierra de Baza, tuve la suerte de ser de los primeros que tras dejar el equipaje en la habitación del albergue se apalancó en la barra del “abrevadero” con un hambre de lobo... el servicio se vio desbordado, recuerdo haberme encontrado con la simpática camarera, creo recordar se llamaba Dolores, que nos atendió en el bar terminándose de vestir a toda prisa cuando vio desfilar delante de su habitación a la marabunta vociferante de senderistas murcianos que desfilaba escaleras arriba buscando un lugar donde depositar el equipaje. Tuve durante la cena que compartir mis montaditos con otros dos compañeros cuyo “pedido” tardaba demasiado... terminamos haciendo un intercambio y al final pude cenar tranquilo aunque en más tiempo del que esperaba. Realmente somos la pesadilla de los bares y restaurantes por los que pasamos, andan justos de personal y de golpe tienen que atender a un centenar de senderistas hambrientos :-).


Había el habitual buen rollo y buen humor que reina al comienzo de los viajes, alegría por volvernos a ver y también por la emoción que nos depararían las rutas a realizar, se sucedieron las fotos, los brindis y las risas... junto con los saludos a los compañeros que habían marchado por su cuenta y que de forma escalonada se dejaban caer por el “abrevadero”, que si dos cañas para empezar... luego chupitos para seguir, no sé como no terminé como una cuba. Hicimos una salida por los alrededores para estirar las piernas y despejar la cabeza, embotada tras el viaje y tanto empinar el codo. Salimos unos cuantos compañeros con Santi a la cabeza... no porque conociera el camino sino porque era la única que llevaba linterna frontal :-), así que nos dimos unas vueltas por los alrededores del cortijo, había un sendero de cemento con bordes de madera, una monada, que daba la vuelta al complejo Narváez, caminamos un buen rato por el mismo... siempre con la tentación de desviarnos del mismo y meternos en alguna zona oscura ¿a donde llevará ese camino?... afortunadamente la prudencia se impuso y conseguimos hacer aquella minúscula ruta nocturna sin tropiezo alguno... confieso que me estoy aficionando a las rutas nocturnas este año y lamenté haber dejado mi frontal en la mochila.


A eso de las dos menos algo de la noche me fui a acostar, segundo albergue habitación “de a 18”, es decir una habitación con dieciocho plazas, creo que las había de ocho, doce… en fin, a dormir con todo el mogollón a ver como evita uno en esas condiciones aislarse de ronquidos y flatulencias... en fin, es lo que toca y si no haber elegido otra cosa :-). Por una vez hubo ronquidos y estos no me molestaron, debía ser porque caí cansado al catre, me había acostado la noche antes también a las tantas tras una bonita ruta nocturna por Torreagüera y cogí la cama con gusto, no es que durmiera muy bien porque me desvelé muchas veces durante la noche, no puedo evitarlo porque siempre extraño mi cama la primera noche... aun así descansé mucho mejor de lo habitual y aunque por aquellos oscuros y siniestros rincones se emitían soplidos y sonidos de diferente índole no puedo achacar mi insomnio a los mismos.




Me levanté de los primeros, hace tiempo que paso de poner alarma alguna, con la cantidad de gente que había allí era materialmente imposible que me quedara durmiendo hasta tarde, a mi lado descansaba Eugenio, que duerme sin hacer ruido... pero encima tenía a Clemente que gruñía a los que encendían las luces y abrían la puerta :-), entre cuchicheos, provenientes en su mayoría de una habitación cercana con mayoría de chicas, como no, y los crujidos de las literas me enfundé mis zapatillas y bajé a los aseos, menuda cara recién levantado, tenía los ojos hinchados... me esperaba un larguísimo día con mucho por hacer, la jornada prometía. Me vestí en un suspiro... pensé por un momento en ducharme pero tras un vistazo a las duchas decidí que era mejor opción meterse en aquel nauseabundo cuchitril cuando lo necesitara de verdad.


En el desayuno el mismo colapso que en el bar... había una habitación reservada para tales menesteres, y para la cena del mismo día, que estaba a rebosar ya de compañeros … el café se terminó justo cuando puse mi taza bajo el grifo de la cafetera... terminé haciendo una mezcla de té y café. El resto del “menú” mañanero consistió en las habituales tostadas con mantequilla, mermelada, o tomate y aceite y sal … pasé de hacer cola también para tostar el pan. Como novedad nos obsequiaban con unas latitas de foiegras, me ventilé una durante el desayuno y otra terminó en uno de mis bolsillos... por si acaso :-). En fin, el desayuno típico, los he visto mejores y peores también (aunque no recuerdo donde), lo bueno es que cargué las pilas a base de bien y me atiborré todo lo que pude, tal y como suelo hacer cuando desayuno fuera de casa.



El día estaba espléndido, lucía el sol en todo lo alto y ni una pizca de frío, el año anterior nieve justo en el mismo sitio, todos habíamos traído ropa de abrigo de sobra por si acaso... pero creo que la mayoría se quedó en las maletas. En mi caso ahí se quedó un pañuelo para el cuello, guantes, y alguna que otra camiseta. Los compañeros estaban con tiempo sobrado en el patio y la puerta del cortijo, desde allí se veía perfectamente la cumbre del Santa Bárbara, el punto culminante de nuestra excursión... 18 kilómetros y mil metros de desnivel para los que optásemos por la opción “completa”, aun así los otros tampoco se iban a quedar con queja de caminar ya que no había una gran diferencia en distancia (pero sí de esfuerzo).



A la hora convenida nos pusimos en marcha, como siempre una tropa numerosa, multicolor y ruidosa que pronto se estiró en una larguísima hilera cuando el camino se estrechó y comenzaron las cuestas. Las mismas aparecieron pronto, el cortijo se encuentra en el fondo de un valle cuya ladera íbamos a remontar. Los colores del otoño pintaban numerosos árboles formando un cuadro realmente bello en muchos lugares. Un par de perros nos acompañaban, por una vez eché de menos a Lucas, el perro de Jaime, y a Carmelo el perro de Isabel y Jorge que estaban en la ruta. Ahí correteaba en cambio Chiqui... el minúsculo caniche de apariencia frágil pero muy vivaracho y resistente que se hizo toda la ruta al Sta. Bárbara sin “despeinarse”, el animal disfrutó un montón tanto aquel día como al siguiente...se nota que corre sangre de montañero por sus venas ya ;-), constituyó uno de los objetivos más buscados por los fotógrafos, y más difíciles también porque no paraba de moverse el jodío y tuve que desechar la mayoría de las fotos que le disparé.



Tras caminar un par de kilómetros de suaves pendientes llegamos a la Fuente del Olvido, un bonito rincón que con los tonos otoñales formaba un idílico paraje que parecía hecho para los enamorados, de la misma apenas salía un hilillo de agua... el monte está en las últimas, agotados los recursos hídricos del presente año, está esperando las nevadas y las lluvias como una transfusión... mucho musgo pero la mayor parte seco como secos estaban los arroyos que cruzamos. José Antonio llamó la atención sobre la presencia de muérdago en los pinos, algo a lo que no presté atención en mi primer viaje en cuyo relato del mismo no hago mención alguna, echamos bastantes instantáneas del mismo, había árboles infestados por esa plaga... que si bien no mata al árbol inmediatamente si que termina debilitándole como cualquier otro parásito, unas plantas verdaderamente curiosas que otorgaban a los pinos un singular aspecto... parecían adornados a posta con las mismas, aunque seguramente si pudiesen hablar los árboles no creo que les hiciese ninguna gracia tener ese parásito con sus raíces insertadas en su corteza chupando su savia vital... curioso salto atrás de la evolución porque esas plantas realmente hacen fotosíntesis y podrían vivir en el suelo como las demás, pero hubo un momento en la evolución en la que dejaron de hacerlo y se adaptaron a crecer en otras, beneficiándose del trabajo ya hecho.






Tras pasar por aquel lugar y tras unas pistas forestales flanqueadas por un gran cortafuegos el camino comenzó a descender de nuevo, esas cuestas constituirían al final de la ruta nuestro último esfuerzo de subida. Tras el descenso por aquel bello paraje llegamos al área recreativa de La Canaleja Alta, una zona recreativa con refugio, fuente y una explanada con bancos y mesas de madera... su cercanía a una carretera lo debían convertir en una zona frecuentada por los domingueros si bien aquel día no vimos a nadie en el monte aparte de nosotros, algo que no entiendo teniendo en cuenta el buen tiempo que hizo. Afortunadamente no vi ni rastro de la basura que había el año anterior. Allí como es de suponer almorzamos... mi almuerzo fue de lo más raro, un puñado de anacardos, aunque hubo quien me superó, Ana la compañera de la República Checa que se sumó a nuestras filas en aquel viaje, devoraba con apetito un pimiento rojo crudo de generoso tamaño... al día siguiente tras el regreso de la última ruta pude hablar con ella y compartir un poco del que llevaba en la mochila, ¡no estaba malo!... no se, igual sigo su ejemplo en alguna ruta más adelante. Aparte de los anacardos eché un buen trago del coñac que Juan Domingo llevaba en su mochila... con semejante combustible no es de extrañar que terminase subiendo las laderas del Santa Bárbara con alegría ;-).




Y se terminó el descanso y empezaron las cuestas de verdad, la senda se fue haciendo más empinada y fuimos ganando altura rápidamente, lo bueno es que los paisajes que teníamos a la vista fueron ganando en grandiosidad... y aún tendrían que cambiar mucho más ya que aquello solo era el principio. Tras una serie interminable de cuestas y curvas bajo los pinos llegamos a la carretera que circundaba la montaña que íbamos a subir, nos agrupamos unos cientos de metros más adelante y José Antonio subido a unas peñas nos informó que a partir de ahí los compañeros que quisieran hacer la ruta “fácil” , es decir bordear la montaña y terminar en Prados del Rey, tenían que seguir adelante, el resto, es decir las cabras montesas a subir con él por la ladera hasta la cima.






Unos metros más adelante tras pasar por el mirador del Collado del Toro abandonamos la comodidad y seguridad de aquella amplia carretera para comenzar la subida, fue mucho más fácil que el año anterior cuando tuve que lidiar al igual que mis compañeros con la nieve que cubría de forma traicionera la vegetación... me acordé de Enrique Ríos y su perro Robert porque no quiso seguir nuestros pasos pues no se atrevía a subir por aquella ladera con el perro, era muy pequeño, y temía que el animal se cayera en alguna grieta o tuviera problemas para sortear la nieve. De la misma ni rastro este año, ni siquiera pudimos contemplar cumbres nevadas a lo lejos... que diferencia con el año pasado.






La cuesta se me hizo interminable, parecía una tontería vista desde abajo, de esas montañas cuya cima parece estar ahí mismo... pero nada de eso, buen terreno eso sí, aquello no es La Sagra cuya silueta parecía no se si ya si saludarnos o amenazar desde la distancia, pero un tramo bastante generoso de cuestas que no parecían acabar. Valía la pena parar con frecuencia y admirar el paisaje porque pocas veces en nuestros ascensos hemos podido ver uno tan bonito. Al final llegué a la cima sin problemas, superado por un puñado de compañeros pero precedido también por la mayoría que como yo subían resoplando por aquella inacabable ladera. Justo antes de emprender el ataque de la cima cuando estábamos agrupados en la carretera tuvimos que echar mano de los cortavientos y chubasqueros porque si bien el día continuaba siendo espléndido y andábamos sudando de lo lindo, en las cercanías de la cima soplaba un viento fresco que amenazaba con helarnos. En la cumbre el viento nos azotaba aunque mucho menos que en otras ocasiones, eso contribuía a aliviar el calor que nuestros cuerpos habían acumulado durante la subida y hacer más agradable nuestra permanencia en las alturas.







Nos demoramos bastante más de lo habitual allí, vistas del paisaje e interminables sesiones de fotos en la cumbre nos tuvieron entretenidos mientras llegaban los últimos. Pronto comenzó el descenso por la ladera opuesta rumbo a Prados del Rey donde se suponía que estaban el resto de nuestros compañeros. Desde la cima fuimos caminando por aquellas suaves pendientes bajo aquel cielo soleado, pronto tuve que volver a meter en mi mochila el chubasquero pues había dejado de soplar el viento que en la cima me había arrancado la gorra de la cabeza y volvía a tener calor. Animados por la sensación del “deber cumplido”, la proximidad de la comida y la alegre charla, llegamos a Prados del Rey, una considerable extensión de hierba donde parecía que habían pasado el cortacesped y nos estaba esperando para proporcionarnos un buen lugar donde tumbarnos.








Tras los esfuerzos del día tuvo lugar la comida, como suele ser lo acostumbrado, compartimos comida y bebida y siguieron las sesiones de fotos, creo que en esos momentos disfrutamos del mejor momento del día en cuanto a condiciones para las fotografías del paisaje por la luz ambiental que nos inundaba, no es de extrañar que las del prado y siguientes hayan salido en general muy bien, pocas veces en nuestras rutas hemos tenido la ocasión de comer en un lugar como aquel, un prado soleado con la temperatura perfecta rodeados de un hermoso paisaje... al que por otra parte poco prestábamos ya la atención, enfrascados como estábamos con apurar el contenido de mochilas y botellas.







Tras una irrepetible mezcla de comida y las más diversas viandas ofrecidas por los colegas llegó el momento de estirarse un buen rato al sol y dormir la siesta... pues no, José Antonio se puso en pie, a nuestra izquierda se erguía otra cumbre, de apariencia mucho más modesta que el Santa Bárbara, a la que se accedía por un bonito camino... invitó a acompañarle a cuantos quisieran hacer aquel extra y realizar doblete … dos cumbres por el precio de una. Me puse en pie, con la consiguiente regañina de mi estómago y mis piernas que deseaban seguir descansando en aquel idílico lugar. Que le voy a hacer, tengo más que comprobado que las cabras tiran “pal monte” y salvo motivos de fuerza mayor suelo dejarme arrastrar a las alturas. Despacio y con desgana nos pusimos en marcha, todos esperábamos que aquello fuera poco menos que un paseito de veinte minutos...







Pues no, no es que fuese especialmente duro pero tampoco fue un agradable paseo para bajar la comida, más bien para conseguir que esta pesase en el estómago como si hubiésemos tragado una plomada... cuestas y más cuestas con desniveles de 40% grados que me hicieron recordar lo que nos esperaba al sábado siguiente en nuestra visita de cortesía a La Sagra, aquello era como el bosque vertical pero en miniatura. Tras una esforzada subida no ya tanto por el desnivel sino por el cansancio acumulado en las piernas y la barbaridad gastronómica que me pesaba en el estómago pude hacer cumbre con el resto de mis compañeros en aquellas apartadas peñas y contemplar, una vez más, los hermosos paisajes, esta vez con Prados del Rey a nuestros pies y la cima del Santa Bárbara, ya conquistada y por lo tanto desprovista de todo interés, enfrente nuestro.



Y de nuevo lo de siempre... nuevas sesiones de fotos, que aproveché para recuperar el resuello, apurado de los últimos tragos de agua y vuelta para abajo... a batallar de nuevo con las cuestas, reunirnos con los compañeros que se habían quedado allá abajo en el prado panza arriba contemplando a los chalados que recién comidos se habían metido en aquel berenjenal ¡ya son ganas! ¿verdad? ;-). Lo bueno es que con aquel paseito no nos dio tiempo a enfriarnos y pronto estábamos todos caminando a buen paso por la carretera buscando de nuevo la pista forestal que nos llevase al cortijo de vuelta. La ruta en sí se había acabado, pero todavía estábamos en la mitad... volvíamos por el mismo sitio de forma escalonada, ya disgregados en pequeños grupos y pensando en la ducha, el descanso y la cerveza que nos habíamos ganado sobradamente ¿donde quedaban en aquel momento los chupitos de la noche anterior? ¿o el vino de la comida?... lo teníamos ya en los talones :-).




Ya no quedaba nada nuevo que hacer en la ruta y como casi todo el camino era ya cuesta abajo marchamos a muy buen ritmo, en una de las cuestas me pegué un buen resbalón... afortunadamente sin consecuencias, aunque no pude evitar el cachondeo de los compañeros que marchaban detrás de mí... en fin, tengo que aprender a caer con mejor estilo porque aquello debió parecer tan cómico como un numerito de cine mudo :-)... al menos pude salir de aquel sitio sin un rasguño, no como en mi anterior caída en los Pirineos donde lucí durante una semana unos bonitos arañazos. Pronto llegamos a la fuente de la Canaleja donde bebí como un poseso de aquella “agua no potable”, está demostrado que tengo un buen estómago porque ya no puedo ni contar las veces que he bebido de agua poco recomendable sin consecuencia alguna... seguro que el primer día que me moleste en potabilizar agua me sienta mal.



Allí nos reagrupamos con la mayoría de los compañeros que habían hecho la ruta completa, los otros debían estar ya una hora en el albergue como poco porque el descanso del medio día lo habían comenzado mucho antes. A partir de ese punto nos esperaban las últimas cuestas de la ruta, que ya pesaban un poco por todo lo que habíamos hecho, cuando llegamos a la Fuente del Olvido recordé el epíteto de “tentador” con el que José Antonio había obsequiado a aquellos rústicos bancos de piedra de aquel paseo, en verdad que invitaban a sentarse en ellos... pero el saber que solo nos quedaban un par de kilómetros para terminar, un par de kilómetros para la ropa limpia, la ducha y las cervezas puso alas en nuestros pies. En modo alguno parecimos una tropa de gente agotada cuando hicimos acto de presencia en el cortijo Narváez, llegábamos cansados si, pero también contentos y en las caras de mis compañeros como tantas otras veces se podía leer la satisfacción, aquella ruta a pesar de su dureza, más de 18 km y 1,200 metros de desnivel, nos había dejado muy buen recuerdo a todos.



Y el día no había terminado todavía... aunque la mayoría de los compañeros se fueron al bar de cabeza yo opté por cambiarme de ropa y darme una ducha porque suelo sudar muchísimo y necesitaba tanto una limpieza como un descanso. El “abrevadero” estaba a tope cuando llegué aunque afortunadamente había sitio libre en la barra y en una de las mesas, una vez calmada mi sed con una caña vi la oportunidad de echar unas partidas de ajedrez con Clemente y Eugenio que andaban por allí, subí de nuevo a por el tablero y el reloj que en esta ocasión traía y eché unas rápidas con ellos... de resultado desastroso como es habitual pues son jugadores más fuertes que yo... incluso Eugenio al que le pude más o menos plantar cara en nuestras partidas de Sierra Nevada pero que tras su vuelta a los trebejos se muestra cada vez más intratable, terminé al final con un rotundo 4 a 0... me faltó poco para igualar aquel histórico resultado de Taimanov y Larsen contra Fischer en 1,971 (6 a 0 cada uno)... pero todo se andará... ejem, creo que fue la primera vez que conseguí darle un jaque a Clemente..., en el próximo viaje a lo mejor les arreo algún capón pero de momento es lo que hay... estoy ya trabajando en mi terrible y espantosa venganza ¡temblad! xDD.


En el bar hicimos tiempo para subir a cenar, tras las partidas empezó a darme un tremendo bajón que me dejó hasta sin ganas de hablar... es que ya era demasiado para mí, dos noches de dormir poco y el tute de aquel día... en vez de cervezas debí haber tomado cocacolas. En el salón donde habíamos desayunado tuvo lugar la cena, era de menú concertado por un precio económico, eso pareció entonces claro, porque de todos los albergues donde he estado este es con diferencia donde peor comimos... hasta en el refugio de Poqueira en Sierra Nevada servían mejor cena. De primero unos macarrones insípidos con ración escasa, menos mal que a la compañera que tenía al lado le sobraron la mitad... de segundo costillas... y solo eso, nos tocó repelar un par de huesos con una tira de carne pegada a los mismos, igual la carne que faltaba era la que habían echado picada en los macarrones... de guarnición unas patatas que aunque no eran nada del otro mundo resultaron lo mejor de la cena... de postre leche con arroz, perdón arroz con leche... no es de mis postres favoritos y no suelo pedirlo nunca cuando salgo de casa precisamente para que no me den lo que me sirvieron allí, un caldo blancuzco con grumos... creo que la canela que llevaba espolvoreada era lo mejor ;-). Salimos a trece euros y medio por barba al incluir la bebida...y tampoco bebimos tanto. Para mí lo peor es que estaba deseando salir de allí, empezaba a dolerme la cabeza y no podía irme hasta que todo el mundo terminase y pagásemos la cena de modo que el final de la cena se convirtió en una tortura ¡hay que ver el jaleo que armamos!, cien personas hablando casi todas al mismo tiempo y vociferando era más de lo que puedo soportar, a punto estuve de irme al aseo simplemente para buscar un poco de silencio.


Como todo tiene fin, incluso lo malo, al final terminamos, pagamos y salimos de allí... el aire fresco de la noche me alivió pero toda la energía que había perdido seguía por ahí en algún lado, estaba fundido y si marché al bar en vez de subirme diréctamente a la habitación a dormir fue por no hacerles un feo a mis compañeros, allí me tomé un cubata de ron con la intención de que la cocacola me espabilara.... y fue peor, aguanté menos de una hora, afortunadamente pude ver a la mayoría de mis colegas disfrutando de la noche, bailando y divirtiéndose... cuando no pude más simplemente abandoné el lugar, por suerte eran muchos y creo que nadie se dió cuenta de mi ausencia... caí rendido al catre y pude dormir mejor que la noche anterior, había exprimido aquel día al máximo y solo quedaba descansar y cargar las pilas para disfrutar del día siguiente.



El domingo me levanté descansado y lleno de buen humor, con muchas ganas de disfrutar el día, la ruta programada para aquel día era de solo 8 km, un paseo por los alrededores con paso incluido por el cortijo... no es que fuera una ruta “setonera” es que no tenía nombre :-), de “indignante” la calificaría un compañero que yo me se. Daba la impresión de que a José Antonio se le habían terminado las ideas y aquello era improvisado... tengo que decir que tampoco apetecía mucho más y que la zona por la que caminamos valió la pena. No se trataba ya de subir cumbres ni de esforzarse, eso ya lo habíamos hecho el día anterior, se trataba de disfrutar de la jornada y recrearnos en los caminos, los sitios, echar fotos, descansar... y hacer tiempo hasta la hora de la comida.




Como salíamos más tarde que el día anterior y tras el habitual copioso desayuno me sobraba tanto tiempo que lo aproveché para echar unas fotografías en la puerta del cortijo, de todos los sitios en los que me he alojado en mis viajes este es sin duda el más pintoresco, no fui el único que captó en el mismo multitud de motivos para ser fotografiados, los alegres colores en los que estaban decoradas muchas de sus dependencias pusieron un bonito contrapunto a los habituales verdes luminosos y tonos ocres del otoño en nuestras fotos. Había una mini-exposición de materiales y utensilios usados en la minería en un pequeño jardín, allí eché una buena cantidad de fotografías recreándome en las que tenían a los árboles como protagonistas... son unos modelos perfectos, no se mueven, no se avergüenzan, siempre tan naturales... ;-).






Hubo fotografías de grupo antes de partir, estábamos bien remolones aquella mañana, muchos compañeros se habían acostado a las tantas y pensé que más de uno se quedaba en el cortijo. Nos pusimos en marcha por el mismo sendero por el que habíamos marchado el día anterior camino de la Fuente del Olvido como primer punto de referencia, antes nos dirigimos al mirador de Narváez, un pequeño promontorio rocoso con una caseta de vigilancia forestal abandonada. Hacia allí corrí solo acompañado por Dani que andaba como yo echando fotos como un poseso, había que tomar unas buenas instantáneas de la columna senderista ascendiendo por la ladera con el cortafuegos al fondo... salieron espectaculares y el esfuerzo valió la pena. Si al levantarme por la mañana mis piernas casi crujían y me hacían subir y bajar las escaleras agarrado al pasamanos tras entrar en calor pude lanzarme casi a la carrera cuesta arriba... la ruta era muy corta y podía permitirme el lujo de derrochar energías.








Allí hicimos un alto, dio tiempo de sobra a comer y beber algo y echar cuantas fotos quisimos, desde ese punto caminamos hacia el Cortijo Narváez de nuevo, pasamos por el camino que lo rodeaba, cubierto de cemento y con tramos con barandilla de madera incluida... todo un lujo, hasta llegar al paraje junto a la Fuente de la Taza, allí había un acogedor recodo del camino con una cuesta cubierta de hierbas y hojas secas que se convirtió en un lugar idóneo para descansar, antes hubo un debate sobre la naturaleza de unos árboles que se erguían junto a la fuente... creo que una vez descartado que fuesen tejos les bautizamos como sequoyas … por desgracia no había nadie entre nosotros con los conocimientos suficientes de botánica como para orientarnos, si hubiera estado Enrique en la ruta seguro que algo nos habría dicho. Aproveché el momento de descanso, aparte de para echar las inevitables fotos y comer algo, para tirarme cuan largo soy en la alfombra de hierba... allí aprovecharon Dani y Pepe para echarme unas hojas e inmortalizar la siesta, así el primero tomada cumplida venganza de mi instantánea a traición de aquella mañana donde le había sacado durmiendo en su litera... foto que no publico aquí seguramente para desconsuelo de sus muchas “fans” ¡saludos colega! XDDD.






Tras la anormalmente larga pausa nos pusimos de nuevo en pie, había que rematar aquella parodia de marcha haciendo tiempo hasta casi la hora de comer, como anécdotas de aquel último tramo mis fotos de Chiqui al que conseguí “cazar” por fin correteando por el sendero, y la lección sobre orientación que nos dio José Antonio con un palo y un reloj... a partir de ahora sabremos en que dirección nos perdemos :-). Llegamos antes de las dos, la hora fijada para comer, al cortijo Narváez, unos compañeros comían en plan pic-nic en un prado cercano pero bastantes teníamos reservada mesa allí en el restaurante y decidimos no anular nuestra reserva tal y como hizo más de uno tras la desastrosa cena del día anterior, algo que no les puedo reprochar. Me senté en una mesa solo a tomarme una cerveza pero Loles que me vio casi me da una regañina y me saca de la oreja para que me sentara con unos cuantos colegas que estaban en la galería del restaurante, debió pensar que me encontraba mal y que quería estar solo... nada de eso la verdad, pero le agradezco que lo hiciera.







La comida del restaurante fue otra cosa en relación con la de la cena del día anterior, y no por mucho más precio, pero de todas formas si vuelvo por allí tengo claro que no pienso pisar el restaurante porque en el bar se comía mucho mejor, servían unos bocadillos de campeonato. Una vez terminada la misma nos desplazamos a nuestras habitaciones a por el equipaje y las mochilas, había que cargarlo todo en el autobús y salir de allí. El salir a una hora relativamente temprana hizo que llegásemos a Murcia al poco de anochecer, no sé los demás pero no estaba tan castigado y machacado como en viajes anteriores, tampoco el viaje fue demasiado largo y si bien ya conocía el lugar y ha sido un fin de semana tranquilo con pocas cosas que reseñar tengo en cambio que comentar que ha sido un viaje poco menos que ejemplar por la ausencia de incidentes y el buen ambiente que ha existido entre nosotros, algo bastante habitual, es verdad que no han sido las mejores rutas, ni ha existido un reto especial, no será recordado por nada en concreto, ni tampoco puedo decir que me lo haya pasado bomba... sin embargo guardaré muy buen recuerdo de mi regreso a Sierra de Baza y de la gente estupenda con la que estuve allí, sin duda alguna son lo mejor de todo.



¡¡¡ Hasta pronto !!!