domingo, 14 de febrero de 2010

Retorno al paraiso.

Paterna del Madera es un pueblecito de algo más de cuatrocientos habitantes censados, enclavado en el corazón de la Sierra de Alcaraz en nuestra vecina provincia de Albacete. Viene a representar el sueño de cualquier senderista que se precie, situado en un lugar privilegiado como tantos otros de nuestra geografía tiene además la virtud de ser el centro de una red de senderos bien preparados y señalizados para la práctica de esta actividad-deporte.


Tuve ya la ocasión de visitar aquellas tierras en las postrimerías de la primavera del año 2,006, llevaba por aquel entonces unos pocos meses entregado a esta nueva afición y ya me había enganchado totalmente. De aquella visita apenas recuerdo a las personas con las que compartí el viaje, las dejé justamente en el olvido, pero sí en cambio guardé un bonito recuerdo del lugar y me prometí que más tarde o más temprano volvería a ir allí si la ocasión se me presentaba.


Aquel lugar consiguió llamar mi atención no solamente por la tranquilidad y belleza de aquellos parajes naturales en los que el pueblo está situado sino porque las rutas que parten del mismo estaban tan bien señalizadas que hacían posible su visita en cualquier momento sin tener que depender de un guía para planificar excursiones. Algo que no he visto en ningún otro lugar.


Aquí podéis recabar más información de la red de senderos “Verdenace”, porque si en aquel lugar hay algo peculiar y único son sus senderos... 265 kilómetros y 20 senderos homologados con innumerables variantes en los mismos para combinarlos y recorrerlos “a la carta”.


http://www.dipualba.es/municipios/paterna/verdenace/verdenace.htm



Recordaba el pequeño pueblo, los senderos, el río Madera y la huertecita que regaban sus aguas a las afueras de la pequeña localidad, el rebaño de ovejas que pastoreaban aquellos prados, los bosques y las miriadas de insectos que poblaban los matorrales que crecían exuberantes a las orillas de aquellas sendas aparentemente caprichosas pero excelentemente bien señalizadas, con postes de madera en cada cruce, con señales por doquier e indicaciones de direcciones y distancias... algo tan simple y que seguramente por estar nuestros pueblos tan descuidados en ese aspecto, incluso aquellos que viven del turismo rural, resulta verdaderamente chocante.


Allí volví este fin de semana pasado de la mano del Grupo Senderista de Murcia, como no, en esta ocasión mucho mejor acompañado tanto en cantidad de compañeros como calidad humana de los mismos, no hay color ni comparación posible... si acaso en lo único que aquella primera visita supera a esta última es en la época del año elegida para ir, si ya a muchos de mis compañeros les parecieron espectaculares las vistas de los paisajes y los campos en invierno deberían verlos en primavera cuando la vegetación luce en todo su esplendor y todos los árboles andan luciendo sus mejores galas... aunque creo que a más de uno la abundancia de bichos no le hubiera resultado tan fascinante como a mí ;-).



El sábado por la tarde cargado con mi macuto, mochila y bolsa de viaje me dirigí al punto de encuentro habitual de las excursiones, el Pabellón Príncipe de Asturias, por el camino fui recogido amablemente por unos compañeros que no tuvieron problema alguno en reconocerme, ¿quien carajo iba a andar así cargado por la ciudad a esas horas de semejante guisa con bastones y mochila incluidos?, gracias Miguel y compañía.


Como suponía solo partiría un autobús a Paterna del Madera, el hecho de que de ese viaje se hicieran dos turnos (en estos momentos deben estar terminando la ruta del domingo los compañeros del segundo turno... además de los que a estas horas deben estar apurando el descanso del medio día de la ruta de este domingo por el pico de “La Selva”), me hizo suponer que el grupo debía de reducirse a un solo autobús. Realmente fuimos algunos más porque hubo unos cuantos compañeros que marcharon por sus propios medios al pueblo.


Allí me encontré con la “plana mayor” del grupo senderista, no se quienes irán en el segundo turno pero tengo que decir que para ser un grupo de un solo autobús la selección fue inmejorable, y no lo digo, claro está, porque iba yo ;-) … sino más bien por la suerte de estar allí con esta gente. Compañeros que se prodigan bastante, sobre todo en las rutas duras, mezclados con otros que como Pilar, Virtu, Encarni, Nuria, Rosa, Paco, Pepe Nicolás y Agustín por ejemplo son mucho menos frecuentes de ver pero que difícilmente, como buenos compañeros que son, caen en el olvido y con los que resulta siempre agradable caminar y coincidir en los viajes. Naturalmente había alguna ausencia señalada, especialmente la de Loles, se me hace raro emprender un viaje con el grupo sin verla, aunque por una vez su ausencia tenía un buen motivo... hizo de guía en la ruta del domingo en que nosotros andábamos por Paterna y es más... se presentó a despedirnos ese mismo viernes, todo un detalle que en modo alguno resulta sorprendente viniendo de ella.


Con el habitual retraso comenzamos nuestra andadura, tuve como compañero de asiento a Eugenio, con el que me había prometido batirme en nuestros habituales duelos ajedrecísticos, llevaba de hecho mi “kit” de ajedrez en la bolsa de viaje preparado para ser usado en cualquier momento, como siempre me hacía el propósito de intentar lo imposible... ganarle alguna partida, por desgracia esto no solo depende de su juego, sino principalmente del mío, y tras la inactividad acusada de los últimos meses algo me decía que las partidas terminarían en desastre, pero no adelantemos acontecimientos...


Tras un inesperado alto en el camino para cenar, esperaba que hiciéramos todo el trayecto de un tirón como en el viaje a Sierra de Baza, donde tuve la ocasión de compartir mesa con Jaime (compañero habitual de rutas nocturnas de los jueves... no ese otro Jaime que todos conocemos y que también estuvo allí), Vicenta, Belén (declarada proveedora oficial de “pitanza” por unanimidad ;-), Santi, Pascual y otra compañera habitual cuyo nombre siempre se me olvida (sorry), allí consumimos lo que habíamos pillado en la atestada barra y algo de lo que Belén amablemente nos repartía... más cena de lo esperado y a una hora prudente, nada de llegar con hambre al destino como la otra vez.


Llegamos al pueblecito ya con noche cerrada, los compañeros que iban a permanecer alojados en el hostal desembarcaron primero, fue la única nota discordante del viaje, la separación desde el principio en dos grupos, separados a medio kilómetro a cada lado del pueblo, unos en el Hostal Almenara, y otros en el Hotel Mirador si la memoria no me falla. La primera noche los compañeros del hotel decidimos cruzar el pueblo de noche, como siempre olvido mi frontal si no voy a realizar una ruta nocturna, y nos dirigimos tras ocupar las habitaciones al acogedor bar-restaurante que hay en la planta baja donde se halla el hostal. Allí pasamos un tiempo tomando unas cervezas y hablando, la emoción de volver a encontrarnos nos embarga y no hay espacio para el aburrimiento ¡que buen ambiente hay entre nosotros! … seguramente porque nos vemos tan de vez en cuando ¿o no? ;-).


Ni rastro de nieve por el pueblo ni en la sierra, pero eso si … de noche hace bastante frío, tuve que llevar puestos mi gorro, braga calienta cuellos y guantes de lana para salir del hotel, en ningún momento me estorbaron durante aquella salida nocturna. Volvimos sin contratiempos al hotel no sin antes reírnos de lo lindo con Curro y sus ocurrencias, posee este compañero del grupo un gran sentido del humor y durante la vuelta di gracias de que aquel pueblo pareciese muerto porque si quedaba alguien intentando dormir en la calle mayor del mismo debió despertarse con la algarabía que formábamos, así llegamos al hotel ya pasada la media noche. Me tocaron en suerte como compañeros de habitación Pepe Nicolás y Paco López, reconozco que he pasado noches más tranquilas pero también las he tenido mucho peores, quiso la mala suerte que Paco andase con un fuerte resfriado y terminó roncando a buen volúmen, de hecho por lo visto yo también “soplo” un poco cuando cojo el sueño de modo que tampoco me puedo quejar de nada :-). En fin consecuencias de dormir acompañado sin tapones para los oídos, algo con lo que ya cuento cuando me voy de viaje y que ya hace mucho tiempo que no afecta a mi estado de ánimo.



Tras un desayuno aceptable, cuya nota más sobresaliente fue que éramos servidos en la mesa al estar en un hotel y no teníamos que hacer cola para servirnos nosotros mismos, terminamos de hacer el equipo porque partíamos a la primera ruta de las dos planeadas para ese fin de semana. Desde un principio pensé que las rutas planificadas por José Antonio serían más bien flojas ya que no hay grandes alturas en las sierras que dominan el pueblo... pero claro se puede hacer una ruta dura a base de acumular pequeñas cumbres de modo que aquel día teníamos una ruta de casi diecinueve kilómetros y mil metros de desnivel por delante, no estaba nada mal para aquel lugar. Había otra variante fácil para los compañeros que no quisieran cansarse tanto con la mitad del recorrido y mitad del desnivel … pero claro de momento tales opciones están fuera de mis intenciones, el día que me vea eligiendo de buenas a primeras la ruta “light” dejo esto. Me recuerda lo que dijo el maestro de ajedrez Victor Korchnoi que sigue jugando a gran nivel a pesar de su edad, cuando a sus más de setenta años le propusieron jugar en un torneo para “veteranos”... “¡yo no estoy todavía para torneos de veteranos!” pues si Cristobal, Agustín y Paco Cifuentes no se apuntan a las rutas cortas yo tampoco aunque tenga que terminarlas arrastrándome.




Salimos del hotel salimos a buen paso en dirección a la entrada del pueblo, rumbo al hostal donde nos esperaban el resto de compañeros. Desde allí emprendimos por uno de los senderos que parten del pueblo la marcha en dirección hacia el vecino pueblo de Batán del Puerto, antes tuvimos que superar la primera elevación de las cuatro que nos esperaban aquel día, la Cruceta, suaves pendientes por las que la estrecha senda nos llevaba serpenteando, entre unos campos teñidos de tonos ocres y marrones que justo ahora al ver las fotos no puedo preguntarme el aspecto que tendrán en primavera y verano. Eché una fotografía a una huella que José Antonio señaló en el suelo, cubierto de una fina capa de barro, no se que animal pudo hacer algo así pero desde luego que no debía de ser un animal doméstico, no en aquellos parajes. Tras un breve descanso de reagrupamiento en una amplia pista forestal, descanso que aprovechamos para echar fotos al grupo que hasta entonces había estado demasiado disperso, continuamos nuestra marcha con paso firme y decidido descendiendo ya rumbo a Batán del Puerto.







El campo no estaba completamente despoblado y aquí y allá se veían casas, en ocasiones meras chabolas o cuadras de ganado, sin dar la sensación en ningún momento de monotonía, había algo peculiar siempre en cada encuadre y cada vista del mismo, aquella zona no era sino un conjunto de colinas cubiertas de bosques de pinos y comunicadas entre sí por senderos como aquel que transitábamos, senderos abiertos por los lugareños para el tránsito entre los pequeños núcleos de población y los campos de cultivo, seguramente los más antiguos del lugar nunca imaginaron que aquellas rústicas sendas serían alguna vez objetivo del turismo. Otra cosa que me llamó la atención fue la serenidad y simple belleza del paisaje, nada de carreteras profanando la paz de aquellos rincones, si acaso alguna carretera comarcal para el uso de los lugareños. En fin un lugar idóneo para perderse... lo digo por si a alguien le parece bien la idea ;-).





Tras nuestro paso por un villorio señalado en el mapa con el nombre de “El Puerto” y cruzar un arroyuelo y un riachuelo llamado “Las Hoyas” llegamos a la aldea “Batán del Puerto”. Por lo visto allí había un antiguo molino de agua de ahí que el lugar lleve el nombre de esos artilugios que servían no para moler grano sino para compactar tejidos, todos conocemos lo que es un Batán gracias al Quijote ¿o no? ;-).







Una vez en aquel lugar nos reagrupamos y dividimos, los compañeros que optaron por la ruta “floja”, como siempre dirigidos por Jaime, marcharían desde allí a la aldea de “Río Madera” y vuelta al pueblo, la mitad de la ruta. Nosotros todavía teníamos que caminar nueve kilómetros más y nos quedaban tres elevaciones por superar, con visita incluida a la población de Vegallera, punto más alejado de la excursión de aquel día. Salimos de aquel lugar a buen paso y pronto nos encontramos con las primeras cuestas de la segunda elevación a superar aquel día, la Sierra del Agua, desde esas alturas hicimos las fotos más bonitas del día... y seguramente de la excursión, todo aquel pequeño valle con Batán del Puerto al fondo y el Pico de las Torcas a nuestra derecha formaban un escenario grandioso... de nuevo me fijé en las plantaciones de chopos en la ribera del río y lamenté no estar allí en otra época del año con más luz y más verde alrededor... no quiero ni pensar como debe ser ese sitio en otoño cuando toda aquella vegetación de ribera esté pintada de tonos ocres y dorados.







Continuamos la subida un buen rato, esta era más pronunciada y se llevó su tributo en forma de sudor y esfuerzo, había más de un compañero como Virtu que caminaba a mi lado, que andaban desentrenados tras las navidades y a los que estaba costando moverse por aquel precioso sendero de montaña, era sin embargo algo por lo que tenían que pasar y poco a poco conforme fuera discurriendo la ruta irían, al igual que todos, “entonándose”. Por fin alcanzamos el punto más alto, un collado atravesado por un amplio camino forestal, allí nos reagrupamos e hicimos un descanso para almorzar. De nuevo las sesiones de fotos, esta vez en grupo. Todavía quedaba mucha ruta de ahí que nuestro descanso se me antojó bastante breve, unos metros de camino más allá el pueblo de Vegallera y la comarca que lo rodea se mostraba en todo su esplendor, un valle mucho más ámplio que el de Batán del Puerto e incluso que aquel al que Paterna del Madera se asoma, al fondo incontables las sierras y pequeñas cadenas montañosas de la bonita Sierra de Alcaraz. Naturalmente hubo pausa y fotografías para dejar constancia del paisaje, me gustan los bosques pero reconozco que los grandes espacios abiertos poseen un atractivo superior que atrae poderosamente la atención de mi cámara... y la de más de uno.









Nuestro descenso discurrió paralelo a un juguetón arroyuelo que seguramente era el proveedor principal de agua del pueblo, me encanta retratar los cursos de agua, aun en inviernos y años tan lluviosos como el que ha terminado no deja de llamarme la atención el ver un curso de agua cristalina, imagino que me pasa como todos los murcianos que tenemos incrustada la “sequía” en el alma y nunca tendremos bastante por mucha agua que veamos en nuestra vida, de modo que un estanque, un arroyo y un prado verde siempre llamarán nuestra atención. Tras varios kilómetros de senderos de montaña fue gratificante cruzar la tranquila población de Vegallera, recuerdo haberme cruzado con un aldeano, de avanzada edad, que venía en dirección contraria, el hombre caminaba apoyándose en dos muletas... si, y metida en el cinturón a la altura de los riñones calzaba un hacha... seguramente iba camino del monte a por leña... ya veis, impedido casi para caminar pero aun así marchando por aquellas cuestas para partir leña a mano que echar a la lumbre... ¿hace falta mejor retrato de la gente de aquellas tierras?, no le eché una fotografía por puro respeto, pero tenía que nombrarle aquí.








En la “plaza” mayor nos reagrupamos, allí aproveché para rellenar mi botella de agua mientras José Antonio dictaba las últimas “órdenes del día”, es decir el lugar y hora donde tendría lugar el descanso para comer. No sería en el pueblo, hubiera supuesto un retraso respecto a la hora a la que teníamos que volver a Paterna, no en vano estábamos en el punto más alejado de la ruta y todavía nos quedaban nueve kilómetros… y en invierno con la hora de anochecer que siempre nos pisa los talones. De modo que salimos de allí tras aquella breve visita y nos encaminamos al lugar elegido para descansar... por desgracia mediaba la tercera elevación de la ruta entre nosotros y ese ansiado prado donde echarnos para comer y reponer fuerzas. Había que bordear “Peña Colorada” siguiendo la carretera, unos tres kilómetros de asfalto casi todo cuesta arriba que se hicieron interminables, no ya por el cansancio acumulado ya que en mi caso estaba fresco como una lechuga, sino por la temperatura... no había dejado de ascender en todo el día y en ese punto el sol empezó a castigarnos de lo lindo, no había apenas sombra y la ropa empezó a sobrarnos a todos, o al menos a mí porque otros compañeros más precavidos hacía tiempo que habían aligerado su carga, yo tuve que hacer un alto en el camino y quitarme el chubasquero y el polar porque me estaba asando. Aquella fue sin duda la parte más dura no solo de aquella excursión sino de todo el fin de semana... cuando llegamos al prado donde íbamos a comer lo primero que hice fue buscar el sitio apropiado, bien cerca de un buen grupo de colegas, y tirarme al suelo. Allí nos encontramos con los compañeros de la ruta corta y pudimos comer todos juntos.








La comida como siempre muy entretenida y excesiva, para que decir otra cosa ;-), reparto de embutidos, queso, dulces... mi petaca con licor hizo algunos viajes y a cambio recibí sobrada cantidad de vino de la bota que Eugenio traía, en fin, que ni llevando la comida justa me libro de atiborrarme y hacer unas mezclas explosivas. Pero claro, que importa cuanto uno lleva todo el santo día andando y sudando, no estábamos allí para hacer régimen ni para contar calorías y demás gilipolleces, para eso ya tenemos los días corrientes. Tras la copiosa y variada comida me dio tiempo a echarme un buen rato a reposar la comida, tomé la precaución de taparme bien el rostro con mi gorra para no terminar quemado. Pronto llegó la hora de ponernos en pie y terminar la ruta.







El camino de nuevo de descenso, pero esta vez bien cubiertos por la sombra de los pinos en buena parte del trayecto, en un momento del mismo José Antonio se detuvo y marchó a ver un abrevadero de obra que había construido en un claro junto al camino. Era bastante curioso, un caño de agua lo abastecía de forma constante aunque caía poco caudal del mismo, tan poco que el agua estaba casi estancada y proliferaban las algas... aproveché, como no, para tomar unas cuantas instantáneas de mi imagen reflejada en aquellas aguas verdosas, y también para retratar a los compañeros que tenía a mi alrededor, aunque parezca que tanto yo como otros colegas echamos muchas fotos en las rutas son realmente pocos los momentos que paramos para disparar nuestras cámaras y hay que aprovechar cada situación en que no estamos caminando para hacerlo... y tengo que decir que no siempre son las más idóneas, son innumerables las excelentes fotografías que se quedan sin echar durante el camino simplemente porque uno no quiere pararse, porque no puede o simplemente por no estorbar.






Nos quedaba todavía la última subida y el último tramo, atravesamos la aldea de Río Madera no sin antes hacer una pequeña parada en el nacimiento del mismo, o eso creí entender, una charca de la que manaba un poco de agua que parecía ser el comienzo del río, junto a ella una pequeña y semi-abandonada “área de recreo” si es que a dos o tres bancos y mesas de madera podrida se le puede llamar así. Últimas cuestas significativas de aquel día, y de nuevo con el grupo en pleno, da gusto contemplar, ser testigo y por supuesto reflejar en mis fotografías el espectáculo de más de cincuenta senderistas ascendiendo por una loma, ¿en cuantos grupos más se pueden ver espectáculos semejantes?... creo que aquellos que defienden a ultranza la bondad de los “grupos pequeños” y se horrorizan ante la perspectiva de 50, 100 o más personas caminando por los montes no saben lo que se pierden en ocasiones ;-). Me encanta la fotografía que durante la subida eché al grupo con Nuria y su roja cabellera reluciendo bajo el sol y Virtu y su sonrisa siempre dibujada en su rostro figurando en primer plano... no fue la única foto bonita que eché en aquel encuadre ni por supuesto el único compañero en dejar constancia de la “última subida” :-).







Tras el esfuerzo de la subida alcanzamos un camino forestal, se agradece que suelan ser de tierra aunque a veces tengamos que pisar barro, y el camino se niveló, solo nos quedaba rodear la Sierra de la Veracruz y descender hasta el pueblo, 4 kilómetros de nada ya, tras unos cuantos momentos indecisos (no por falta de señales sino más bien por lo contrario) alcanzamos la loma que contempla el pueblo desde el sur... ante nosotros bajo la luz del atardecer se mostraba el pueblo en todo su esplendor, comparado con los villorrios que habíamos visitado durante todo el día se me antojaba una ciudad :-). Poco a poco ya sin prisas de ninguna clase, fuimos recorriendo aquel precioso sendero, ya recorrido por mí varios años atrás, y nos fuimos acercando al pueblo... nos cruzamos con un numeroso rebaño de ovejas, recordé al pastor porque era el mismo que había visto tres años y medio antes... igual no hay otro en el pueblo ;-). Bromeé comentando que por fin nos encontrábamos con los verdaderos habitantes de Paterna que andaban de “romería”... ¿400 habitantes?, no creo que nos encontrásemos con más de un par de docenas en los dos días. Tras unas cuantas sesiones de fotos a la columna senderista y a cuantos compañeros quisieron posar ante el objetivo de mi cámara llegamos “sin novedad” al pueblo... nada de irme directamente al hotel, de cabeza al bar que había debajo del hostal, me moría por una cerveza y creo que no era el único.






Habíamos llegado bien temprano, quedaba toda la tarde por delante y aunque podía haber tenido la pillería de subirme al hotel para coger el primer turno de la ducha preferí dejar mi mochila en el bar y pasar allí un buen rato. La ruta había sido sencilla, nada que destacar de la misma, pero con la ración suficiente de esfuerzo y duración para considerarla interesante, no había ningún punto especial pero en modo alguno había sido aburrida o “amorfa” porque todo el trayecto fue interesante, aquel campo y aquellas sierras poseen un interés en sí mismos, no se trata de ir de un lugar interesante a otro, sino más bien de disfrutar con todo el trayecto y ser conscientes de lo privilegiados que somos por disfrutar de esos senderos y tan tranquilos y bellos parajes... más en estos tiempos tan sombríos que corren, donde solo abundan las malas noticias.





No se las cervezas que cayeron de mi cuenta, tuve suerte de poderle echar el guante a una Alhambra 1,925 ya que por lo visto en el bar las tenían muy contadas, nos comentó la hija del dueño del bar que solo tenían unas pocas porque a su padre le gustaban mucho y las tenían “aparte”... no se si le quedó alguna tras nuestra invasión de la tarde pero lo cierto es que al menos frías cayeron todas, de las cervezas “made in Spain” es mi favorita... luego siguieron dos o tres “Heineken” holandesas que tampoco están mal... tenía que hidratarme a base de bien porque había sudado un disparate ;-). Tras el largo descanso los colegas del hotel que andábamos por el bar decidimos salir y emprender el regreso.






Jaime que suele llevar la voz cantante en lo que a planificar juergas se refiere no paró de dar voces comentando “esta noche el baile y la diversión en el hotel que anoche fuimos nosotros los que bajamos al hostal... que no es lo mismo bajar una cuesta borracho que subirla”... nada que objetar, más razón que un santo ;-). De modo que los compañeros del hostal nos visitarían esa noche y tendríamos la fiesta allí mismo en el hotel, así que nada de rutas nocturnas. Los tres compañeros de habitación llegamos a la vez... me pillé el primer turno convenciéndoles rápidamente de que soy Billy el Rápido en la ducha, es la pura verdad la “mili” es una buena escuela en algunas cosas, de modo que pronto estuve aseado y listo para bajar a cenar.


Antes naturalmente tocaba batirme en mi acostumbrado duelo ajedrecístico con Eugenio, en la primera partida me batió no sin algo de resistencia por mi parte, en la segunda partida … bueno no tuvo que hacer nada especial, solo tomar el material que yo le regalaba ¿quien dijo alguna vez que alcohol y ajedrez eran compatibles? :-)... de pena, pero bueno como no era ni remotamente una revancha me di por satisfecho con haber podido jugar siquiera. La llamada a la mesa para comer hizo que la “masacre” no se prolongara... que conste que hubiera seguido jugando no todos los días tengo la oportunidad de batirme con un jugador "en carne y hueso".




Me senté en el mismo sitio que había ocupado para el desayuno, no se los demás pero yo suelo tener una inercia muy fuerte para esas cosas y si puedo elegir voy como un robot al mismo sitio que he ocupado antes, así evito molestar a nadie, si es que alguien puede molestarse por sufrir mi compañía claro :-). La cena no estuvo mal, aun recordaba la que tuvimos en la Sierra de Baza y aunque esta no fue ni mucho menos la mejor de la historia de nuestros viajes tampoco estuvo mal. De primero creo recordar que pusieron verduras hervidas al vapor, estaban buenas aunque suelo tomarlas en casa hervidas con “caldo”. Creo que pusieron también unos platos con ensaladas, algo escasos, y hubo patatas fritas a lo pobre y pollo asado. Eso sí, en el postre se lucieron tengo que reconocerlo... sacaron unas bandejas repletas de profiteroles, esa especie de buñuelos pequeños rellenos de nata y bañados en chocolate. Evidentemente los profiteroles eran “industriales” pero el chocolate era casero y estaba bastante bueno. No se a cuantos tocábamos por cabeza pero por lo visto en mi mesa había muchas “chicas a régimen” y perdí la cuenta de cuantos me comí... incluso José Antonio iba de mesa en mesa picoteando goloso de cada bandeja, pude echarle una foto a Nuria con una bandeja repleta que le sirvieron justo cuando los demás habíamos dado cuenta de buena parte de los dulces que había ya en la mesa. En fin, creo que llegó un momento en que me dio hasta grima mirarlos de tantos que había comido... estaba para explotar. La nota cómica la puso, como no, Curro fingiendo un ahogo y haciendo que Nuria le practicase el “boca a boca”, de mentira claro... hice una foto pero me dio vergüenza subirla a Internet o publicarla aquí... no quiero ser motivo de divorcios ni disputas de pareja xDDD, el numerito degeneró rápidamente terminando la escena con Pepe Nicolás sustituyendo a Nuria y esta propinándole al bueno de Curro un masaje cardíaco... y todo ello sin que realmente empezásemos a beber ;-).


Terminó la cena y tras unos momentos de descanso comenzó el “baile”... en cada viaje degenera más y más la música, supongo que ninguno cae en traer algo y hay que contentarse con lo que caiga, el salón era alargado y hubo dos “pistas de baile”... en un extremo Jaime ponía música de su cosecha, en el otro había otro pequeño equipo donde la mayoría terminamos haciendo un corrillo y moviendo el esqueleto, fue de risa ver como se movía la gente de un sitio al otro, a veces ganaba en cantidad el grupo que estaba junto al televisor, en otras era al contrario... aproveché breves momentos de descanso para sentarme en “tierra de nadie” y apalancarme en una silla. Al final por supuesto terminé pegando botes, bailando no se cuantas veces el “voyage voyage” o como se llamara esa dichosa canción y quitándome algo de ropa para no terminar perdido de sudor. Virtu parecía haber renacido a pesar de que por la mañana parecía que no podía dar un paso más y no paró de moverse todo el tiempo, pocas veces he visto a las chicas del grupo bailar con tantas ganas como aquella noche... aunque tampoco hay nada extraordinario en ello, habitualmente ellas suelen ser mucho más “bailonas”.


A una hora tardía pero prudente me subí a la habitación, creo que fui el primero en meterme en la cama... intentaba la misión imposible de quedarme durmiendo antes que los otros para evitar que los ronquidos no me dejaran dormir... sin demasiado éxito claro. Al final como de costumbre terminé velando el sueño de mis compañeros de habitación la mayor parte de la noche... es lo que toca. Al día siguiente me costó trabajo levantarme de la cama pero pude llegar a tiempo al desayuno, me puse solo en la mesa, no por nada sino porque la otra estaba ya casi a tope y seguramente le hubiera quitado “su sitio” a alguien, no por mucho tiempo, pronto me vi rodeado de los mismos compañeros que me habían acompañado durante la cena. El desayuno igualito que el día anterior... ni fu ni fa, pero ya pudimos hablar durante la ruta con los compañeros del hostal y sabíamos de buena tinta que allí habían desayunado mejor, otro tanto ocurriría cuando les comentamos el menú de la cena... de modo que aunque el servicio y las instalaciones son mejores en el hotel en cuanto a comida no hay color... el hostal es bastante mejor, sin que el hotel sea malo, ni mucho menos.





Salimos a la puerta del mismo y nos recibió un día radiante de sol, nada que ver con la mañana nublada que habíamos tenido el día anterior, de nuevo nos pusimos en marcha y de nuevo teníamos que cruzar el pueblo en busca de los compañeros que estaban en el hostal, la ruta empezaba poco más allá de donde ellos se encontraban. Durante el trayecto pude echar las fotos más bonitas del pueblo, o al menos las que tenían mejor luz. Partimos de Paterna caminando por un sendero que venía a recorrer el pueblo en sentido inverso pero a un nivel más bajo... es decir con vistas directas a su pequeña zona de huerta y campo. Demasiado pronto abandonamos ese bonito sendero para meternos en una carretera asfaltada que salía del pueblo hacia el oeste, en dirección a Riopar vi muy frescas a las “reinas del baile” de la noche anterior... bufff, y yo aquella mañana parecía que me faltaban pilas, poco a poco durante la ruta iría cogiendo forma pero de buenas a primeras no estaba desde luego en mi mejor momento.

Como todo termina tarde o temprano el camino asfaltado llegó a un cruce y nosotros nos adentramos por un camino de tierra que serpenteaba entre campos de cultivo abandonados y sembrados de forma natural por secos matorrales, allí cayeron unas cuantas fotografías más por supuesto, eran las casas de “Masegosillo”, un paraje semi abandonado, que pronto dejamos atrás camino a una de las principales atracciones de Paterna del Madera, la cascada del “Chorraero”, un bonito salto de agua que en los inviernos más crudos llega a congelarse ofreciendo una estampa tan bella como insólita. Hacia allí nos dirigimos a buen paso... para llegar a ese lugar tuvimos que atravesar haciendo un poco de equilibrio el arroyo que metros más adelante forma la cascada.










Estaba todo muy bien dispuesto para formar parte de una atracción turística, una larga escalera formada por troncos y que hizo gemir de dolor a mis rodillas nos llevó hasta el mismo pie de la cascada, caía un buen caño de agua por la misma, ninguna exageración pero lo justo para justificar su visita. Tras la ración inevitable de fotos y el retorno rápido para dejar sitio al resto de compañeros que querían ver también la cascada nos reagrupamos en un sitio junto al arroyo para descansar un poco y tomar algo de comida. Aproveché también para rociar mi rodilla “mala” con una buena dosis de reflex y tomar un analgésico, los casi veinte kilómetros del día anterior y la sesión de baile me estaban pasando factura ;-). Allí nos separamos de nuevo en dos grupos, los que íbamos a hacer la ruta “dura” nos pusimos en marcha en seguida, los demás siguieron allí disfrutando del descanso.








Enfilamos el camino hacia el caserío “El Encebrico” pero antes nos esperaba un extra que José Antonio había insinuado el día antes, pasamos junto a una zona elevada llamada el “Calar de la Osera” y aunque estaba programado el seguir el sendero por la parte más baja nos desviamos para poner el pie en su cumbre y visitar la gruta que había en su misma cima. Tras unas cuestas empinadas con el sendero a veces rodeado de vegetación tan enmarañada que había que hacer casi “cuerpo a tierra” salimos al calar, allí en lo alto un cartel relataba la historia de la moza del pueblo raptada por un oso... nos adentramos en el interior de la cueva, oí a Dani lamentarse de no haberse traído el frontal, yo opinaba igual porque al fondo de la gruta se abría una grieta por la que no era difícil meterse si uno se quitaba la mochila, aun así la visita a la pequeña gruta valía la pena, dentro chorreaba el agua que se filtraba de las tierras de arriba, allí eché casi las últimas fotos de la ruta... demasiadas con flash, la batería de mi cámara hizo ¡puf! y ahí se terminó todo.






Hubo desfile de compañeros para meterse en la cueva aunque no todos pasaron por ahí, volvimos sobre nuestros pasos y regresamos al camino que bordeaba el calar, nos metimos seguidamente en una especie de rambla que ascendía entre las rocas y pronto llegamos al punto más elevado de aquel tramo de la ruta... antes pude mantener una instructiva conversación con Cristóbal sobre cervezas belgas... siempre se aprende algo con este hombre ;-). En aquel punto elevado hicimos un alto para posar en una peña... era el sitio idóneo para hacer una foto de grupo, y vaya si lo fue, parecía dispuesto a posta para nosotros... desde aquel lugar solo quedaba ya bajar hasta el paraje de “Masegosillo” nos esperaba una buena ración de “cuestas abajo” … creo que el tramo más largo de este tipo de todo el fin de semana, por una vez mis rodillas se portaron, también es verdad que hice la mayor parte de aquella ruta del domingo “dopado” y que hago uso intensivo de mis bastones, pero pocas veces me he visto bajar cuestas con tanta alegría como aquel día, y sin quedarme rezagado... toda una proeza tratándose de mí.




Al final tras no pocos tramos de senderos bajo los pinos y cuestas llenas de piedra suelta llegamos a una zona donde había que cruzar un arroyo para llegar al punto de descanso, el día estaba siendo como el anterior pero al revés... sol a primera hora de la mañana y nublado al comienzo de la tarde, viendo las fotos de otros compañeros en ese punto dudo mucho que las mías hubieran salido mejores, faltaba mucha luz. Unos pocos valientes cruzaron el arroyo que venía, como decimos en la huerta, “de bote en bote” por un vado haciendo equilibrios en las piedras, José Antonio por una vez no les siguió y prefirió conducirnos al resto por un campo alfombrado de matorrales secos dando un rodeo. Nos encontramos por fin en aquellos campos yermos y abandonados cercanos al cruce con la carretera... justo por donde habíamos pasado por la mañana, buscamos un terreno elevado bajo los pinos no para resguardarnos del sol sino para protegernos un poco del gélido viento que estaba empezando a soplar, tras inspeccionar varios lugares bajo los pinos terminamos bajando junto al camino y buscando abrigo en una especie de zanja con las plantas secas y aplastadas que nos servía casi de colchón.




Allí en aquella hierba seca aprovechamos para descansar por fin y comer, ya los “víveres” no eran tan abundantes como el día anterior pero no faltó eso si la bebida, Pascual descorchó otra botella de vino tinto que llevaba en su mochila y Jaime (el compañero de rutas nocturnas) sacó una pequeñita de vino blanco... yo aproveché para apurar lo que quedaba de mi petaca de licor. Propuse a Eugenio otra partida de ajedrez y este aceptó, dispusimos las piezas rápidamente y con reloj incluido nos enredamos en otra lucha sobre el tablero... esta vez Eugenio no me pudo ganar... no por nada sino porque el “jefe” mandó levantar el campo, salvado por la campana, estaba bajando la temperatura y no debíamos permanecer más tiempo allí, todavía quedaba la última parte y no debíamos demorarnos más. El grupo quedó reducido a unos pocos... los de la ruta “floja” hacía mucho que debían estar en el pueblo, y la mayoría de las chicas del grupo “A” llamemosle así, volvieron al mismo por la carretera, pasaban de hacer lo que nosotros nos disponíamos a abordar en aquellos momentos, por variados motivos querían estar cuanto antes en el pueblo, ya habían tenido bastante... quedamos al final los de siempre, los que no escarmentamos :-).



El regreso al pueblo no lo hacíamos por la carretera que lleva a Riopar como los demás, sino atravesando los montes que bordean el pueblo por su parte sur, íbamos a crestear por la “Sierra de la Veracruz”. Hubo alguna que otra polémica porque teóricamente quedaban seis kilómetros hasta el pueblo pero no dejamos de encontrarnos carteles durante nuestra marcha que marcaban más de diez u once para el mismo, yo ya sabía porque pero había algún que otro compañero que debía dudar lo suyo ;-). El ascenso por aquellas sierras fue muy suave, apenas hubo alguna cuesta digna de mención, si acaso un ancho camino forestal con unas cuantas curvas, lo dejamos atrás ya casi en el punto más alto para salir a campo descubierto y pisar el punto más alto de nuestra excursión, el “pico de la Cabeza”, un poco más adelante descubrimos unas vistas impresionantes del pueblo, la pequeña localidad se mostraba a nuestros pies como una fotografía digna de una postal... en ningún otro momento de aquel fin de semana fui consciente de la belleza de aquel lugar como en ese momento... pero no había tiempo para celebraciones, allí mismo probé la batería de mi cámara y eché casi la última foto, suele pasar, tras el anuncio de “batería agotada” me suelen quedar unas cuantas fotos más.





De nuevo bajar y bajar, en esta ocasión por los sitios más intrincados y difíciles de todos, pero nada del otro mundo para veteranos de la montaña como nosotros ;-), viendo las fotos de Dani vienen a mi memoria los barrizales con los que tuvimos que lidiar en ese último tramo, al final cansados y exhaustos pero con la siempre agradable sensación del “deber cumplido” llegamos al hotel, hubo algunos aplausos por parte de los compañeros que seguramente aburridos nos estaban esperando. Nada de tiempo para ducharnos ni cosa similar, me limité a lavarme la cara y las manos y recogí el equipaje que había dejado ya preparado por la mañana. Me uní a los compañeros que estaban descansando en la puerta del hotel y allí esperamos a que llegara el autobús. Antes despedimos a los que marchaban en su coche, otros habían partido ya y solo pudimos decirles adiós a lo lejos cuando caminaban camino al pueblo... “la reunión termina en dispersión” como dijo el filósofo.



El autobús no tardó en llegar y pronto estuvimos todos subidos al mismo, paró más adelante para recoger a los compañeros del hostal y salimos todos de aquel lugar donde habíamos vivido el primer viaje del año con el Grupo Senderista, espero que vengan muchos más como este y seguro que no soy el único que tiene ese deseo... en espera del próximo me despido no sin antes agradecer como siempre a la organización del grupo el habernos brindado esta magnífica oportunidad y en mi caso particular algo más, mi retorno a Paterna del Madera el paraíso del senderista.