Monte Teide, el largo camino a la cumbre.
“Es muy difícil derrotar a 11 hermanos”.
Inscripción que figura en la entrada al vestuario del equipo de fútbol americano Dallas Cowboys.
Un largo prólogo.
Domingo 27 de febrero de 2,011, tras una ruta improvisada por Carrascoy toca lo de siempre, unas cervezas y unos vinos, en este caso acompañados de una buena comida. No recuerdo ya el nombre ,¿venta del cojo?, pero era una especie de venta cercana a esa cima tan visible desde la ciudad. Estamos ya al final de la comida cuando el compañero que nos ha hecho de guía, Enrique, me habla por primera vez de hacer un viaje a Tenerife y ascender al Teide. Un proyecto del que he oído hablar ya mucho tiempo y que nunca ha llegado a materializarse. La idea me gusta hasta que me comunica que el plan consiste en subir en una sola jornada casi todo el desnivel, desde el pueblo de Tigaiga hasta el refugio Altavista... en total el desnivel supera los 3000 metros. Ese número me asusta y digo que no en un primer momento ya que está muy por encima del desnivel máximo que he hecho nunca en una ruta y me parece excesivo para una sola jornada.
Tres días más tarde nos volvemos a ver en un bar los compañeros que estábamos en Carrascoy junto con más colegas del senderismo, acudimos a ese sitio cada miércoles para tratar de chapurrear algo en inglés gracias a la presencia de Krista y Phill, unos compañeros “guiris” que desde hace poco se han incorporado al grupo de amigos de los jueves y (al menos Krista) al Club Universitario de Montaña de Murcia. De nuevo Enrique vuelve a sacar el tema del viaje, sigo en mis trece de no ir, a pesar de que ya hay varios compañeros apuntados, Raquel, una compañera del grupo se anima a dar el paso y se lamenta de no tener compañero con el que realizar la reserva... en este punto me digo que no está bien dejar a nadie en la estacada y que pensándolo mejor igual la idea del viaje no es tan mala... necesitaré mejorar mi preparación física y abandonar la cómoda indiferencia que he mantenido este año respecto al senderismo limitándome a escoger las rutas más atractivas y, también tengo que decirlo, abandonándome un poco. Acepto ir y me ofrezco a realizar todos los trámites habidos y por haber en mi nombre y en el de Raquel.
Pues ale, proyecto en marcha por lo que a mí respecta, al día siguiente y gracias a la información que recibo por Internet ya tengo hechas las reservas del vuelo, hotel, refugio de montaña, faxes, llamadas de teléfono... la preparación va a ser posiblemente más interesante que el viaje en sí, eso es lo que en aquellos momentos me digo a modo de consuelo. 3000 y pico metros de desnivel de una tacada y encima con bastante peso ya que Enrique nos asegura que hay que llevar mucha agua... dejo el tema de como transportar los bastones de trekking para más adelante.
Semanas más tarde se convoca una reunión, el grupo está ya prácticamente perfilado, en total vamos unos doce. Hay mucha ilusión por embarcarnos en el proyecto, nuestra amiga Jessica se ocupará del asunto de la reserva de los autobuses y el resguardo de los coches que quedarán en Alicante, en ese asunto volverá a mostrarnos su habilidad negociadora tal y como nos mostró en el viaje a Irlanda y Enrique nos ha diseñado un ambicioso plan de entrenamiento que teóricamente nos tiene que proporcionar la forma física necesaria para llevar a buen término esa ruta tan dura. También se ha planeado desde el comienzo una ruta alternativa “B” para aquellos que quieran hacer una opción más floja porque no se encuentre en condiciones de afrontar la ruta completa. Nada que objetar en un primer momento... hasta se encargan camisetas con un logotipo para ir todos vestidos igual y fomentar la “conciencia de grupo”, todo parece organizado y previsto hasta el último detalle, veo al grupo muy animado y se empieza a notar la ilusión por el proyecto, sin embargo...
El Viernes Santo por la mañana un accidente absurdo me deja “tocado” para bastantes días, un resbalón con un fuerte golpe en mi rodilla mala me alejan completamente de los entrenamientos, lo quiera o no, durante un par de semanas. Parece que el destino comienza a ponerse en mi contra... solo será el principio.
Un fuerte resfriado me dejará fuera de combate definitivamente... llego a pensar que igual ni puedo viajar. Me desconecto del grupo e ignoro lo que hacen, la enfermedad me cae encima como una losa, llega un punto en que todo me da igual y solo deseo salir del pozo en el que me encuentro, cuando no puedes ni dormir en varios días porque te partes el pecho a base de toser, la idea de preparar un viaje o entrenarte parece cuanto menos muy lejana de la realidad.
Llega el mes de junio y sigo recuperándome todavía, el fin de semana antes al viaje hago mi primera ruta desde la Semana Santa, mis piernas están muy bien ya que el descanso les ha sentado de maravilla aunque mis pulmones dicen otra cosa. He pasado las últimas semanas intentando olvidarme que en junio tenía un viaje, no quería saber nada, ninguna ilusión, ningún pensamiento... llego a comentarle a algún compañero que si en ese momento me ofrecieran la oportunidad de renunciar al viaje y me devolvieran el dinero lo haría sin dudarlo.
Afortunadamente la ruta previa me termina de convencer que “quizás valga la pena al final”, ha bastado verme de nuevo en el campo, con mis botas, bastones y mi nueva cámara de fotos para que olvide todos los malos rollos de las últimas semanas, no se ni como pero ha vuelto a mí la ilusión por volver a caminar y subir montañas que creía perdida, posiblemente ha sido también el reencuentro con mis compañeros de fatigas, el mes de mayo con su carga de enfermedad, soledad y la típica "depre" que me sacude cada vez que cumplo años queda atrás y a partir de ese punto solo me resta mirar adelante con optimismo.
Tras este largo y desagradable prólogo... abrochaos el cinturón que comienza el viaje.
9 de Junio. El largo viaje a Tenerife.
La hora del lobo.
El móvil suena a eso de las tres de la madrugada, no me despierta porque hace tiempo que abrí los ojos, estoy solo y me encuentro en mi piso del Palmar donde he pasado la noche, mi equipaje está preparado, cada cosa en su sitio lista para ser guardada y salir de allí sin tardanza. El momento ha llegado, un día que parecía tan lejano en el tiempo y ya se echó encima. No repaso la lista de cosas que hay que llevar... ya lo hice días atrás, no vengo haciendo otra cosa desde hace más de 48 horas, son los nervios, me pongo en marcha. A mi cabeza llega la idea de tomar algo a modo de desayuno … pero ¿que se puede tomar a las tres y media de la mañana?, ingiero la primera de las cuatro pastillas vitaminadas que llevo al viaje, confío en que al caer en el estómago vacío se aproveche bien la cosa... voy a necesitar vitaminas en este viaje.
La calle oscura y silenciosa me espera, es la hora del lobo, el momento en el que la temperatura, la tensión y las pulsaciones bajan a mínimos, ese momento en el que casi todo el mundo duerme... bueno parece que todo el mundo menos yo en aquella calle de la zona vieja del Palmar. Arrastro mi maleta por la acera y observo a una pareja que acaba de llegar, el hombre que esta al volante se tambalea pero consigue salir del coche, lleva una buena tajada... veo que ambos entran en un piso a una manzana de distancia del mío, “vaya vecinos que tengo”. Aunque parezca increíble a esas tempranas horas de la madrugada pasan varios coches por la calle... al final uno de ellos para junto a mí. Es Pedro, el compañero del CUMM que viaja con nosotros, me pregunta donde aparcar, le indico que más adelante, ambos esperamos a Paco, otro colega del Club Universitario, con él nos iremos los tres a la ciudad a recoger a Raquel y luego enfilaremos rumbo al aeropuerto de Alicante para encontrarnos con los demás. Paco llega al poco rato y los tres vamos a la ciudad.
En el punto de recogida acordado ella no está, la llamo por teléfono, está ya saliendo de casa, Pedro aparca el coche y la esperamos... dos individuos de sospechoso aspecto, a esas horas todo cristo es sospechoso, se nos acercan, aunque están paseando nos ven y pasan cerca de nosotros como disimulando, me alegro de estar con dos compañeros más, podrían ser dos ciudadanos normales y corrientes que vienen tras una noche de juerga, el día siguiente es festivo y no hay que madrugar, pero podría ser que no, cualquiera se fía de nadie que circule por la calle a esas horas... Raquel aparece cargada con su maleta verde pistacho que trae envuelta en papel celofán transparente y su inconfundible mochila color calabaza + bastones, pide disculpas por el retraso y tras acomodarnos en el coche salimos en dirección a Alicante.
El viaje se me antoja muy breve, Pedro confiesa que esa noche no ha dormido apenas, aunque no es mi caso tampoco puedo decir que esté muy fresco... si es que no son horas, durante el viaje mi estómago comienza a rugir, pide su café y su desayuno. Comentamos durante el trayecto la mala suerte de Vicenta, una compañera que por problemas familiares ha tenido que renunciar al viaje, nos acordaremos mucho de ella durante nuestra estancia en la isla, era algo que le podía haber pasado a cualquiera.
Llegamos los primeros al aeropuerto pero pronto comienzan a arribar el resto de la pandilla, José Luis trajeado de verde-fosforescente, imagino que por aquello que es de noche ;-), Lucía, Jessica, Enrique y José... Krista y Phill decidieron el día antes no madrugar tanto y tomar el primer autobús a Alicante, decisión que se demostró acertada ya que hubo tiempo de facturar de sobra, David está ya en la isla de modo que el equipo está al completo. Jessica reparte unas barritas de cereales que ha traído como obsequio, me como la primera, el estómago se calma un poco aunque ahora me reclama su café.
Comparto mesa con Pedro tras dar una buena vuelta por el aeropuerto en busca de un lugar decente donde tomar un desayuno, vamos un sitio donde no te claven como una anchoa... está difícil pero damos con un local aceptable. Aunque no era mi deseo al final tengo que facturar equipaje, si lo llego a saber llevo una mochila mejor que la ridiculez que eché dentro de la maleta y la bolsa de deporte... bueno me apañaré de todas formas, voy a hacer una ruta alternativa considerablemente más floja que la del resto de los compañeros, ni necesito bastones ni andar equipado como los demás... mi plan consiste básicamente en disfrutar del viaje y echar un millón, o dos, de fotos.
Volando rumbo a las islas.
El vuelo sale puntual, es el primero de los cuatro y seguramente debido a la hora tan temprana se ha borrado ya de mi memoria, solo destacar que es el primero de Lucía en toda su vida, que suerte hacer el primer vuelo en tan buena compañía en un viaje como este :-), al principio parece asustada pero a mí no me la pega, sé que es muy valiente y que disfrutará del mismo, no me equivoco cuando la veo toda sonriente en su asiento, le echo una foto... esto hay que inmortalizarlo. En el avión nos encontramos con nuestros colegas “guiris”, ahí están, Phill con su cara de inglés que no puede disimular y Krista con esa sonrisa contagiosa siempre dibujada en su rostro, se les ve emocionados y felices, es lo que tiene comenzar un viaje, una sensación a la que uno se engancha con facilidad.
Desembarcamos en Madrid sin novedad... ahora toca una buena sesión de espera en Barajas hasta que embarquemos para Tenerife, que rollo esto de tener que hacer trasbordos, no se las vueltas que le dí al quiosco del aeropuerto buscando revistas para leer en el viaje y compartir con mis compañeros, al final me pillo un par de ejemplares de los socorridos Quo y National Geografic, revistas que nunca me compraría por gusto para leer en casa... pero cuando el aburrimiento llama a las puertas mejor andar entretenido, podía haberme llevado un libro pero decidí en su lugar portar mi mp3 cargado de música, pero no es suficiente para la larga espera de Madrid. Comemos en el autoservicio cerca del quiosco... no conozco la capital de España, nunca he paseado por sus calles ni visitado sus monumentos, es una asignatura pendiente... sin embargo no es un lugar desconocido para mí, no puedo ya ni contar las veces que he pasado por allí, algún día debería elegir ese lugar como destino de uno de mis viajes.
Y ale, al final volamos hacia Tenerife, este ya no es el vuelo corto de cuarenta minutos que acabamos de realizar... son dos horas y media o más, en cuanto abandonamos la península el paisaje se vuelve blanco, un mar de nubes que nos acompañará todo el trayecto hasta las inmediaciones de la isla... la llegada es apoteósica, el avión pierde altura y la isla se nos aparece con el Teide en primer plano, hacemos las primeras fotos de la montaña, luce impresionante, todavía con neveros cerca de su cumbre pese a ser ya el mes de junio. Sobrevolamos la costa junto a la península del noreste, desde el avión se ve la abrupta costa, la vegetación tropical y la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, nuestro destino el antiguo aeropuerto de Los Rodeos rebautizado como Tenerife-Norte, seguramente para alejar el fantasma del más terrorífico accidente de aviación de la historia acaecido allí a finales de los setenta.
A través de las ventanillas del avión, ya posado en tierra, y más adelante al cruzar la pista vemos que el paisaje delata que ya no estamos en la península, un color verde intenso y mucha planta tropical, parecen plataneras, la temperatura es agradable. Llegamos arrastrando nuestras maletas a la terminal de salida, no tenemos que esperar mucho al encargado del transporte que nos va a llevar al hotel... cuando vemos la guagua que nos han adjudicado no nos lo podemos creer, un autobús de tamaño medio solo para nosotros, de lujo vamos. Durante el camino abro los ojos como platos ante el paisaje que desfila ante mí, más y más vegetación tropical, la costa con sus casitas, las montañas con el mar de nubes que roza las cumbres y el todopoderoso monte Teide bien visible con su cumbre por encima de las nubes, de nuestras gargantas vuelven a surgir exclamaciones de júbilo ante el espectáculo, es una pasada... hasta allí tenemos que subir ¡se ve tan lejos la cumbre!.
Llegada al hotel de los líos.
El reparto de las habitaciones se hace con celeridad, llegamos justo a tiempo para que nos den de comer ya que faltan solo diez minutos para que cierren el comedor, hay que darse prisa... es la norma de todos los viajes, no solo de este, momentos aburridos de espera con otros donde la consigna es “arre que es tarde” siempre pendientes del reloj. No se ni como pero llegamos todos puntuales al comedor justo cuando los camareros acaban de recoger las pinzas para servirse los platos del buffet... les damos el día, ahí llegan un grupo de ruidosos senderistas hambrientos que les van a hacer echar horas extra :-). Me encanta comer al estilo buffet libre, ni que decir tiene que lleno un par de veces mi plato y me atiborro como un cerdo, pruebo por primera vez las “papas arrugadas”, esas deliciosas patatas cocidas al vapor al estilo canario... el vino que nos ponen es un tinto normalito de Galicia, desilusión. Me ofrezco para que carguen la bebida a mi cuenta.
El siguiente plan es descansar un poco y marchar al supermercado para comprar los víveres para el día siguiente, luego ya se verá aunque es importante descansar esa noche debido al madrugón que nos vamos a pegar al día siguiente. El hotel es uno diferente del que en un principio habíamos elegido, no hay problema alguno porque se encuentra en la misma calle del otro y además tiene una estrella más, estamos alojados en todo un 5 estrellas que tiene de todo. La primera impresión que tenemos es muy buena... más adelante vendrían las desilusiones y problemas. Tras una siesta en la habitación que me tocó compartir con José Luis, un alojamiento amplio con unas espectaculares vistas al mar, cuidadosamente preparado con flores de papel, caramelos por doquier y un par de toallas dobladas simulando un elefante de trapo... curiosa forma de recibir a los clientes, tras esa siesta y el aseo correspondiente bajamos al hall desde donde nos dirigimos al super más cercano para comprar la comida y, sobre todo la bebida para el día siguiente.
Compras a go-go.
No se los demás pero yo suelo ser bastante exagerado a la hora de comprar, no era necesario cargar comida ya que al perdernos dos desayunos y una comida el hotel nos obsequiaba con dos bolsas de pic-nic, tampoco es que se estiraran mucho pero bueno, en una ruta senderista casi cualquier cosa nos vale, estamos acostumbrados a tirar de bocata. Al final salimos de allí con más cosas de las que necesitamos, no hemos tenido casi ninguno en cuenta el peso que habrá que llevar en la mochila y más de un compañero ha cargado con comida sin pensar en los bocadillos del picnic... tanto José Luis como yo dejaremos casi la mitad de lo comprado en nuestra habitación, la 1306 que no es el piso trece sino algo así como el tercer sótano... el hotel en un interesante aprovechamiento del espacio y paisaje cuelga ladera abajo.
Destacar que la compra se hizo interminable y que un compañero que se aburría se dedicó a repartir “regalitos” por las cestas de los demás … nuestro colega inglés terminó con una lata de comida de gato en su cesta, otro compañero con un cuchillo jamonero, a otro le tocó un cepillo de señoras, hubo quien sacó un paquete de compresas que aunque útiles como plantillas de bota dudo mucho que quisiera comprar, otra compañera sacó de su cesta un bote de spray para el afeitado... seguramente los reponedores del super se acordarían de la familia de más de uno cuando tuvieran que volver a poner todo eso en su sitio xDDD. En fin mucho cachondeo que se nos atravesó al final cuando una compañera del grupo agarró un mosqueo con Enrique que sin saber ni como no dejaba de meter la pata, sin ser consciente del ambiente que hay predispuesto en su contra, no sería el último del día y crucé los dedos para que en la jornada siguiente no hubiera mal ambiente en la ruta... a mí no me iba a pillar por cierto pero no era un comienzo que presagiase nada bueno.
La velada concluyó en un restaurante italiano, creo que fue José quien propuso salir a cenar a algún sitio barato, entre esa opción y comer en la habitación del hotel tal y como hicieron dos compañeros la elección estaba muy clara, no iba a pasar la primera noche en Tenerife encerrado en el hotel por mucho que hubiera que madrugar al día siguiente. La cena muy satisfactoria, sirvió para relajar un poco el ambiente y hacernos disfrutar un poco, comenzaba a notarse que estábamos por fin en las Canarias y que retos aparte no éramos otra cosa que un grupo de amigos de viaje. Los compañeros que al día siguiente íbamos a hacer la ruta “corta”, Jessica, Paco y yo (José Luis al final al día siguiente tras muchas dudas optaría por emprender la ruta “dura”), recibimos información detallada de la misma con varias copias de un plano, José nos había preparado un interesante periplo por el parque natural que parecía estar muy claro... al menos sobre el papel, de todas formas confiábamos en que sería imposible perdernos ya que el objetivo era bien claro y estaba bien visible desde cualquier punto de la isla, una ruta de cinco horas con siete para hacerla cómodamente... aquello sonaba bien. Aproveché para preguntarle sobre el tiempo estimado de llegada al refugio de los compañeros que subieran desde el pueblecito de Tigaiga... me contestó “no creo que sea antes de las cinco de la tarde, si pasan las seis y no aparecemos empezad a preocuparos... “. La verdad es que habida cuenta del ambiente del grupo y lo ambicioso de la ruta en aquel momento pensé que así sería ¿como afrontarían mis compañeros el reto? ¿aguantarían el ritmo necesario?... también pensaba en Raquel y su talón con una ampolla a medio curar. Era difícil pensar en otra cosa que en dificultades, llevábamos dos meses y pico con el miedo metido en el cuerpo con tanta advertencia sobre el desnivel y el peso que había que llevar encima. De verdad que me sentía aliviado al saber que no me metía en ese berenjenal.
Así concluyó el primer día en Tenerife, con las alarmas de los móviles puestas a las cuatro y pico de la mañana, otro madrugón de campeonato, y con la incógnita de ver que pasaría al día siguiente...
10 de Junio. La hora de la verdad.
Si es que no son horas...
De nuevo suena el puñetero móvil a otra hora demencial, creo que las cuatro y veinte, esta ocasión es peor... me pilla completamente dormido, José Luis y yo nos despertamos “cagándonos en todo lo que se menea”, ¡hay que ser gilipollas! … dejar la comodidad de un hotel de 5 estrellas para levantarte a las cuatro y pico de la mañana, salir cargado como un burro rumbo a una ruta agotadora que nos va a llevar todo el día para terminar alojados en un refugio de montaña que carece hasta de duchas... en el hotel hay piscina y jacuzzi. En fin, sin palabras, esto solo lo podemos hacer nosotros.
El día anterior nos acostamos a una hora prudente y dejamos todo el equipaje preparado para ahorrar tiempo y levantarnos unos minutos más tarde, no sabemos como arañar tiempo de descanso, al día le faltan horas... a las cinco en punto en el hall del hotel con el equipo preparado. Agarro mi macuto de gimnasia bien repleto y mi pequeña mochila urbana, llevo puesta la gorra y la camiseta azul eléctrico con el logo “Región de Murcia Murcia-Teide 2,011”, Enrique nos contó que el diseño estaba hecho con ayuda del logo que aparecía en el antiguo billete de 1,000 pesetas y que el color le recuerda a su Asturias natal, a mí ese color solo me recuerda al del mono de mecánico que lucía mi padre en paz descanse. En mi mochila entra una botella de agua de litro y medio, litro y medio de bebida isotónica, un par de botellines de colacao y un brick pequeño de zumo... en el macuto meto un bote de cerveza alemana de trigo de medio litro, no pienso celebrar la conquista de la cima del techo de la península bebiendo Aquarius, uno es masoca pero no tanto :-). Por si las moscas meto un bote de Redbull también... nunca se sabe.
Cinco y cuarto de la mañana... estamos todos subidos al mini-bus en la puerta del hotel, es noche cerrada y las luces de la calle lucen encendidas, ni un alma por los alrededores, solo este grupo de once locos. En la recepción no me dan mi pic-nic, se les ha pasado incluir el de mi habitación... y solo he comprado bebidas, me apaño con la mitad del que preparan a Vicenta, la compañera que no ha podido venir, que cosas. En el bus me doy cuenta de que no llevo mi DNI, el mío y el de Raquel se ha quedado en el hotel, hicimos la reserva juntos y ale … a caminar por esos campos indocumentados, menos mal que los dos llevamos la tarjeta federativa, espero que con eso les baste a los del refugio, si no siempre podemos buscar un sitio fuera xDDD. Tengo que dejar mis gafas de sol a Raquel ya que ha perdido sus gafas, hecha un flan se dedica a buscarlas por la mochila sin éxito, cuando me dice que sin ellas está perdida no dudo en dejarle las mías, sus bonitos y grandes ojos azules sufren de excesiva sensibilidad a la luz del sol y no podría ver. Nada nada, para eso están los amigos, afortunadamente aunque soy el de piel más blanca del grupo (exceptuando al pelirrojo de Phill que no hará ruta alguna) mis ojos son marrones, herencia de mi madre, y puedo pasar sin ellas … me ajustaré la visera de la gorra a las cejas y asunto concluido. Partimos hacia Tigaiga, la primera parada.
Se suceden los lugares, las luces de las farolas desfilan ante mí, no recuerdo nada del trayecto... mi cerebro debe estar todavía dormido, echo de menos mi cama. Fin de trayecto... aquí nos separamos, Jessica, Paco y yo seguiremos hasta el centro de visitantes de Cañada Blanca, desde allí un sendero paralelo a la carretera nos llevará al punto donde el teleférico inicia su ascensión, no lo cogeremos, enfilaremos el sendero que conduce a Montaña Blanca y de allí por el camino de subida hasta el refugio Altavista... parece sencillo me digo... y si hay dudas ya preguntaremos :-). Nos despedimos de los compañeros, les echo las últimas fotos mientras cogen sus mochilas, veo alguna cara emocionada pero también rostros serios y alguno que otro que revela sueño, no parece un grupo demasiado feliz, es normal porque el reto que tienen por delante es duro y la duda de cuando y como terminarán flota en el ambiente... aparte de eso el madrugón ha sido de campeonato e imagino que irán animándose conforme vayan haciendo kilómetros, aunque sea cuesta arriba.
Okupas murcianos.
El minibús nos deja en el centro de visitantes, son las seis y media, aquello está desierto. Con la finalidad de partir juntos del hotel nos hemos anticipado a la hora prevista, ambos grupos han cedido una hora sobre el horario... la ruta larga ha salido una hora más tarde, nosotros una hora más temprano. Perfecto, pero ahora estamos al amanecer en un centro de visitantes desierto y hace un frío que pela. Antes de bajarme del bus me he puesto un forro polar bajo la chaqueta vaquera que llevo, menuda pinta llevo. ¿Que hacer?, deberíamos comenzar la ruta, sin embargo es muy temprano y los tres compañeros tenemos una urgencia de ir al baño. Vaya … los aseos del centro están bajo llave, las tripas me rugen ya... al igual que la mañana anterior solo me he echado al cuerpo una pastilla con vitaminas. Bueno para eso hemos llevado comida... bebo mi colacao y me echo los primeros tragos de bebida isotónica, podría aliviarme al amparo de unas rocas, no hay nadie... pero de verdad ¿quien quiere enmierdar un lugar como este? … para que luego confundan mis deposiciones con formaciones de lava … no de verdad que no. Se me antoja dificil encontrar un lugar discreto donde enterrar mis lamentables restos, aquello está limpio como un pincel, cada roca parece formar parte de un plan y estar ahí de forma premeditada, esa sensación no me abandonará en todo el día hasta alcanzar las laderas del Teide.
Decidimos esperar a que abran, sin embargo no nos quedamos en la puerta y saltamos la pequeña valla que cierra la entrada, mi primer pensamiento al hacerlo es “como haya un perro suelto … “, menos mal que los canes parecen ausentes de las “islas de los canes”, perdón por el chiste malo :-). Los tres en plan de “okupas” nos dedicamos a explorar los alrededores del centro de visitantes, en aquel momento nosotros tan felices todavía pensábamos que estábamos en Cañada Blanca. Mi cámara de fotos comienza a hacer su trabajo... he llegado a la isla con una super-memoria de dos mil fotos de capacidad + tres baterías bien cargadas, no pienso privarme de fotografiarlo todo... como bien comenté a una compañera antes del viaje “voy a echar fotos para empapelar la isla”, al final casi casi :-).
Foto a la monumental escultura del escarabajo de las arenas, viejo conocido mío de mis andanzas de crío por las ya desaparecidas dunas del Mojón, foto al mar de nubes que se tiñe de rojo a la salida del sol... bajo ese mar caminan nuestros compañeros intentando superar la primera barrera, la sierra que separa la húmeda zona costera norte de la llanura desértica del parque del Teide en el centro-norte de la isla, imagino que vieron el amanecer antes que nosotros y al sol salir del mar. Disparo mis primeras fotografías del día a la mole imponente del Teide que luce espléndida al recibir las primeras luces de la mañana, también retrato un florido “tajinaste”, ese arbusto símbolo de la isla, con su forma cónica resulta inconfundible. El tiempo discurre lentamente y los tres damos varias vueltas a todo el conjunto explorando cada rincón, hay carteles explicativos de la vegetación y la fauna del lugar aunque esta última creo que se limita al escarabajo arenero, o debería decir suicida por su manía a cruzar constantemente los caminos, y al lagarto cabezón, perdón tizón... que no dejará de aparecer en toda la ruta. Vemos a dos hombres que como nosotros han entrado en el recinto... pensamos que son los trabajadores del centro, pero no... portan un trípode y algo semejante a una cámara de televisión pequeña, seguramente vienen a tomar imágenes del parque, les saludamos y continúan por su camino.
Por fin llegan los responsables del centro de visitantes, los primeros son dos chicas que abren el centro y nos saludan amablemente, ni asomo de rapapolvo por entrar de forma “clandestina”, les explicamos que estamos en el porche para refugiarnos del frío. Tras ellas llega más personal de mantenimiento y por fin los baños quedan abiertos. Cedo el primer turno a mis compañeros que marchan raudos a los aseos, una vez aliviados los tres, considerablemente en mi caso, nos damos una vuelta por el interior del centro... no hay prisa por comenzar la ruta. El recorrido es breve pero instructivo, vemos las distintas formaciones de roca volcánica, se nos muestra como es un volcán por dentro, imágenes de la isla, de la flora y fauna … al final nos regalan un instructivo folleto con todo el detalle.
Y bueno, ya está bien de mariposear, tras preguntar por el comienzo del sendero que lleva al Teide nos ponemos en marcha, la montaña está a la vista pero lógicamente tenemos que caminar por una senda oficial, nada de campo a través porque está totalmente desaconsejado, pronto veré porqué.
Alucinando en colores.
No es lo mismo caminar con una mochila cuyo peso suele ir bien centrado que hacerlo con una bolsa de deporte, es un auténtico coñazo ya que nunca llevas el peso equilibrado... afortunadamente mis compañeros se lo toman con calma y la ruta promete cuanto menos ser bonita. Ante nuestros ojos se despliega una llanura de varios kilómetros en cuyo centro se yergue la imponente mole del volcán, hay que seguir la ruta marcada con el número seis.
Apenas nos alejamos unos cientos de metros del centro empiezo a alucinar con lo que veo, el camino está señalado con piedras separadas por poco espacio situadas en los márgenes, incluso hay plantados muchos arbustos de “hierba pajonera” con sus flores amarillas a modo de indicador. La arena cruje a cada paso, es piedra pómez pulverizada. En torno a nosotros hay macizos de arbustos de todos los tamaños cuajados de flores amarillas y blancas, hay rocas volcánicas de todas las formas y tamaños salpicando la llanura, distintos colores de piedras, todo el conjunto da la impresión de artificiosidad como si hubiese sido salpicado por una mano caprichosa, mucho color gris pero también mucho marrón en distintas tonalidades y negro... estoy tan acostumbrado a las típicas formaciones calizas del Mediterraneo, a los arbustos de matorral de nuestros campos y nuestros pinares que aquella visión me impacta, estoy en otro continente, en otro mundo.
¡Lagarto lagarto!
A nuestro paso sale el primer lagarto, se escabulle antes de que pueda disparar mi cámara, haré parte de la ruta con la misma en la mano presta para ser disparada porque llega un momento en que me canso de guardarla en la funda... ¿como podría expresar el lujo que para mí resulta un paseo como ese?, sin bastones, sin prisas, con mi cámara a la mano, con los ojos abiertos como platos disparando a cada detalle del paisaje, no quiero perderme nada, estoy disfrutando como un cochino en un charco :-).
Mis compañeros conversan alegremente, no dejan de recordar al otro grupo y preguntarse como les irá, es un pensamiento inevitable y creo que los tres nos sentimos un poco huérfanos en esos momentos aunque en mi caso la sensación de maravilla que me embarga lo compensa todo, me siento como un crío en una juguetería, con ganas de brincar y salir corriendo loco de contento. Más lagartos, intento capturar uno con mi objetivo... al final lo consigo, con un ¡chist! indico a mis compañeros que se paren y no hagan ruido... un buen ejemplar, bastante viejo y cabezón, reposa tranquilo en una roca, se está calentando al sol en aquella temprana hora de la mañana, cargando baterías para el resto del día... me deja tomarle un par de fotos aunque tengo que usar el objetivo, ¡gracias bicho!, tengo ya mi foto de un lagarto tizón y me siento más feliz :-), a partir de ese momento que se crucen y salgan corriendo todos los que quieran. En un principio quería contarlos pero llega un momento que lo dejo... hay demasiados y les estamos dando la mañana con nuestro paseo.
En el cruce.
Vaya … ruta equivocada, nos encontramos con un cruce, un camino lleva a la ruta 1, etiquetada como “La Fortaleza” y otro continúa en dirección Teide-Altavista, tras comparar una y otra vez el mapa que nos dio José con el que trae el folleto que nos han dado en el centro de interpretación llegamos a la conclusión de que el minibus nos ha dejado en el centro de visitantes del “Portillo” y no en “Cañada Blanca” … nos han acortado la ruta xDDD. Bueno quizás no tanto ya que nuestro punto de partida se sale del “mapa” de José y tal vez al final hagamos la misma distancia... da igual, vamos bien encaminados, hemos descansado mucho y estamos disfrutando del paseo ¿que más da?.
Hacemos un alto y tomamos nuestro almuerzo, no resulta fácil encontrar una sombra a esa hora ya que el sol empieza a caer a plomo, no hace calor, ni viento, una temperatura absolutamente ideal, pero el sol pica un poco. Conforme la ruta avanza me está gustando más, van apareciendo más detalles del paisaje, no hay dos sitios iguales, tengo la impresión de estar en un jardín Zen más que en un parque natural, se ve todo tan limpio, tan perfecto... cada roca me da la sensación de haber sido puesta adrede, casi da pena abandonar cualquier sendero para hollar la arena, parece un sacrilegio, es el lugar natural mejor cuidado que he visto nunca. Delante de nosotros distinguimos ya las claras arenas de Montaña Blanca, nuestro camino pasa por allí.
Éxtasis desértico.
Comienzan las cuestas, hasta ahora solo ha habido suaves pendientes, comienzo también a dejar a distancia a mis compañeros, les veo hablando de forma muy distendida y la verdad es que me apetece caminar solo, a mi aire, con la cámara en ristre dispuesta a capturar cualquier detalle del paisaje o la vegetación. A mi alrededor hay una tranquilidad casi sobrenatural, aunque llevo el mp3 en mi macuto conteniendo una buena dosis de música ni se me pasa por la cabeza el conectarlo a mis oídos... que vulgaridad comparada con el silencio, el rumor de la brisa y el crujir de la arena bajo mis botas, a esas alturas no tengo ya ojos para tanta belleza, estoy saturado. Fotografío una y otra vez a mis compañeros en la distancia tratando de usar su figura como referencia para realzar los paisajes que tienen a su alrededor, hago experimentos con la cámara y uso una y otra vez elementos del paisaje, nunca pensé que una zona desértica y desolada pudiera ser tan bella.
Nos encontramos con un par de turistas alemanes, yo simplemente les saludo con un seco “buenos días”, Jessica en cambio mantiene una conversación con ellos en su idioma, no sé lo que hablan al final pero los germanos parecen encantados de encontrar a alguien que se entienda con ellos. Nos adelantan, van a un ritmo muy fuerte, con bastones pero sin mochila, son de edad madura pero se nota que están acostumbrados al ejercicio. Las arenas de montaña blanca nos reciben con una buena sesión de cuestas, lo bueno del asunto es que al ganar altura el espectáculo del parque gana en grandiosidad. Desaparecen los matorrales, solo rocas volcánicas de aguzadas aristas y oscuros tonos de marrón y arenas pardo claro, Montaña Blanca se me asemeja a una inmensa duna fosilizada salpicada de rocas oscuras que fueron proyectadas en otro tiempo por las erupciones del Teide. El cono volcánico que nos ha estado vigilando desde el comienzo de la ruta desaparece ahora tras la ladera de la base. A lo lejos todavía persiste el mar de nubes ¿donde estarán nuestros compañeros?.
Feliz reencuentro.
Íbamos ya por la mitad de la altura de Montaña Blanca cuando a lo lejos, en dirección norte vimos una figura caminando, no recuerdo si fue Paco o Jessica el que exclamó ¡son ellos! … el fichero de la primera fotografía que disparo en dirección al grupo marca las doce y media (hora de canarias)... no nos lo podemos creer ¡¡¡ lo han conseguido !!! :-), no hay duda... distinguimos a José Luis que va en cabeza, nos paramos para ver si falta alguien... los contamos, dos, tres, cuatro, seis … falta alguien, ¡no! vienen más atrás, están todos ahí caminan los ocho. Nos despedimos de ellos siete horas antes, es el tiempo que han tardado en cubrir esa distancia y plantarse a las faldas del Teide. Echo a correr cuesta arriba, no quiero que la reunión se produzca en aquel sitio sin sombra y sin lugar para sentarnos, luego más adelante Raquel comentaría “uno de vosotros se alejó corriendo” … no, no me alejé realmente :-). Les digo a mis compañeros que sigan subiendo la cuesta para esperarlos junto a unas rocas, ese es mejor sitio... todavía pensamos que ni se detendrán y nos dejarán atrás :-).
Desde las alturas vemos como se aproximan, José Luis descamisado al frente, José y Raquel le sigue a poca distancia, luego creo que va David, Krista, Lucía y cerrando la columna Enrique que da la impresión de estar pasándolo mal. Llega el emocionante momento del encuentro, es verdad que estaba disfrutando de mi camino en solitario, toda esa mística del camino y la fusión con la naturaleza tiene su encanto que me siento afortunado por saber apreciar... pero no hay nada comparable a la alegría por un reencuentro con los amigos, la verdad es que no esperábamos verlos tan pronto, creo que todos pensábamos encontrarnos ya en el refugio... no ha sido así y me alegro mucho de ello, juntos afrontaremos el tramo final. Para nosotros la única parte dura de la ruta, un considerable desnivel en muy poca distancia, para ellos será mucho más duro ya que soportan a esas alturas un tremendo esfuerzo tras casi siete horas de ruta.
Fotos del encuentro, apretones de manos, besos y unos cuantos abrazos, ellos también se alegran de vernos. El talón de Raquel ha aguantado, veo a algunos compañeros más enteros que otros, me comentan que apenas han parado... al final las cabras tiran para el monte me digo, nada de esfuerzos razonables ni de tomárselo con calma añadiendo horas a la ruta, no se ni como pero han marcado un ritmo fuerte de principio a fin tal y como tenemos por costumbre en este grupo... veo que nada de tres kilómetros a la hora tal y como se calculaba en un principio, han debido hacer cuatro como mínimo... superando ampliamente los dos mil metros de desnivel. Si al comienzo de mi ruta de la mañana me sentía afortunado por hacer una ruta “a mi aire” y despreocupado ahora no podía evitar sentir una punzada de sana envidia por ver el logro que ellos han conseguido, pero bueno fue mi elección y además condicionada por mi estado físico, no tenía alternativa.
Cuando desde la llanura busqué un punto de referencia para hacer una parada y posteriormente fue usado el mismo para “echar el freno” y esperar al resto de la pandilla me fijé en una roca grande y oscura de perfiles angulosos, desde la distancia me dije que tenía algo especial, unas aristas demasiado bien perfiladas... debía ser obsidiana, ese hermoso vidrio volcánico tan usado en México para tallar figuritas... no se si lo era o no, pero lo cierto es que pronto me di cuenta de que la singularidad de la roca no era otra que haber sido arrojada desde el cielo.
Pronto vimos otra y otra más … aquella es la zona conocida como “los huevos del Teide”, cuesta trabajo imaginarse rocas de ese calibre, algunas casi tan grandes como una camioneta de reparto, arrojada al aire desde la distancia a la que se encuentra el cono volcánico, a varios kilómetros. Unas están completamente fragmentadas, otras solo parcialmente resquebrajadas... son testigos de la furia de la tierra, por doquier restos de pasadas erupciones, dicen que cuanto más oscuro es el color más reciente la erupción. Aquello no es otra cosa que un infierno dormido por el que nosotros caminamos felices aquel diez de junio camino del refugio, un día de este siglo o del próximo el titán volverá a rugir... y mandará a tomar viento al refugio, al teleférico y a todo el que se encuentre en las cercanías, mientras tanto ¡menudo lugar para visitar! ;-).
Nos encontramos bordeando Montaña Blanca camino de la ruta que nos llevará desde la base del cono hasta el refugio situado en la antecima a 458 metros más abajo de la cumbre... no se el desnivel que nos queda por superar pero pasará ámpliamente de los 500 metros, mientras llegamos al comienzo del sendero mi cámara capta una enorme colada de lava fruto de una erupción no demasiado alejada en el tiempo a juzgar por su color, por todas partes se ven restos de lava, a pesar de la serenidad y la paz de estos contornos se trata de un lugar plagado de cicatrices, de viejas heridas que han quedado sobre el terreno. Nos encontramos más y más “huevos”, me canso de fotografiarlos, el grupo posa casi al completo junto a uno de ellos... el camino parece alargarse hasta el infinito, no me aburro... mi cámara capta una y otra vez imágenes impactantes de la zona. Montañas azuladas, el mar de nubes, una llanura de tonos ocres, piedras negras salpicando la zona, arbustos en flor, no me canso de admirar el paisaje.
Redbull y gominolas... menudo subidón.
Por fin llegamos a la ladera de la que parte el tramo final, desde lejos no parece haber camino alguno, enterrado como están sus márgenes entre montones de piedra volcánica, pero al acercarte se perfila perfectamente, en este parque no hay nada parecido al “campo a través” y doy gracias por ello, porque donde esté un buen sendero... y este es de los buenos. Parte del grupo se toma un descanso, otros comienzan la ascensión, Raquel y yo caminaremos entre medias, sé que va agotada y aprovecharé sus descansos para hacer los míos también... hasta ahora he caminado alegremente, sin rastro de los rescoldos que todavía anidaban en mis pulmones fruto del resfriado... pero pronto con la pronunciada subida comienzo a toser. La subida es agotadora, no parece acabar nunca, aprovecho para echar multitud de fotos e ir bebiendo cuanto puedo. Raquel me pasa unas gominolas... no es lo ideal pero al menos tienen azúcar, la bolsa va casi vacía, se ve que ha tirado de las mismas a lo largo de toda la ruta para proporcionarse calorías extra.
Tierras blancas, pardas, negras … el terreno cambia continuamente de color, el paisaje cada vez más majestuoso, eso compensa el esfuerzo, cada vez que uno para para recuperar el resuello al menos tiene una bonita vista que contemplar, la cumbre de Montaña Blanca queda abajo, vemos el mar, la isla de Gran Canaria se dibuja en el horizonte... y seguimos subiendo. Algún lagarto despistado encontramos a esta altura pero ya casi ni hay vegetación ni nada parecido. En un punto coincido en el descanso con Enrique, veo que su mochila rebosa de botellas de agua... siguió con su plan de llevar cinco litros adelante, me la pasa para que la levante a pulso... no soy bueno calibrando cosas pero desde luego que aquello parece pesar un quintal, no me extraña que camine tan lento y las haya pasado canutas en la ruta... creo que al final le sobró agua como es natural. Una antena asoma por encima de la ladera... parece imposible pero por fin estamos casi arriba del todo, animado por la idea y también por la lata de redbull que al final me he terminado bebiendo, subo a buen paso y efectivamente... ante mí se muestra el refugio Altavista, no es una aparición tan majestuosa como la que presencié en Sierra Nevada cuando Poqueira apareció ante nuestros ojos... pero la emoción de verlo no es menor. Varios compañeros todavía suben a lo lejos, veo a José Luis portar la mochila de Jessica y Lucía camina al final, esos últimos tramos de desnivel les están costando un horror.
El refugio al fin.
Paco está tranquilamente sentado en el banco de madera del refugio disfrutando de la vista, mi cámara capta la llegada de Raquel, ni fuerzas tiene ya para quitarse la mochila, por mi parte dejo el odiado macuto que ya no sabía como llevar y la mochila con el líquido que me queda, que no es mucho, en el suelo y me descalzo las botas, las piedras del suelo están calientes pero la verdad es que mis pies suspiran de alivio. Los compañeros que han llegado primero van saliendo, los dormitorios están cerrados de forma que nada de acomodarse todavía. Como es habitual cuando uno llega al punto más alto de una ruta se suceden los abrazos y los apretones de manos... ¡¡¡ lo hemos conseguido !!!. El esfuerzo ha valido la pena, es lo que puedo leer en los rostros de mis compañeros y el mío debe reflejar lo mismo. Tras una sesión improvisada de mutuos masajes de vértebras cervicales llegan los últimos compañeros, Jessica se descuelga la mochila y se acuesta en el suelo, su espalda ha sufrido mucho y esa subida ha sido criminal, pone los pies en alto... veo llegar a Lucía con gesto compungido, aquello ya es demasiado y parece que va a romper a llorar cuando pisa las piedras de la puerta del refugio, ya ha terminado todo, instantes después mi cámara la mostrará feliz y risueña como si de golpe hubiera olvidado todo el sufrimiento... así son las mujeres de este grupo, incombustibles.
Pasamos unos momentos felices y relajados en aquel lugar, atrás quedaron tensiones y malos rollos, preocupación por si era o no posible... que lejos ha quedado todo eso ¿de verdad que ha pasado menos de un día?. El refugio está francamente bien, aunque todavía no tenemos acceso a la cocina o a los dormitorios al menos podemos dejar los bártulos en el salón principal, el guarda nos comenta que todavía tiene que llegar mucha más gente, aquello esta noche va a estar a tope. Me doy una vuelta por los alrededores echando fotos al paisaje, los compañeros hacen lo mismo pero con la idea de enviar mensajes y hacer llamadas... cada operador telefónico tiene su “punto de recepción”, Movistar junto a la antena, Orange en lo alto de unas rocas... todavía me parece estar viendo a José con su traje rojo en lo alto de las mismas, locutorio Orange, hablando con su familia :-) … debía tener cara de cachondeo al ver a los compañeros hacer el payaso con los móviles porque Lucía se mosqueó y corrió tras mí para patearme el trasero tras darme alcance, la cosa terminó en un “abrazo chillao” por ambas partes, igual era la falta de oxígeno pero la verdad es que estábamos todos de muy buen humor :-).
La cueva del hielo.
Tras las llamadas de rigor el grupo se volvió a poner en marcha, como faltaba tiempo para que abriesen la cocina y los dormitorios José se puso al frente para llevarnos a un lugar cercano llamado “la cueva del hielo”, era algo que ya antes de comenzar la ruta nos había prometido que haría... pues ale en marcha de nuevo, esta vez sin mochilas. Pedro me dejó uno de sus bastones, sentí alivio al volver a empuñar uno de esos, sin ellos me siento desnudo en la montaña... si llego a saber que se podían facturar aparte de la mochila hubiera llevado los míos. Aunque teóricamente la cueva quedaba cerca al mirar su ubicación en el mapa cuento cuatro curvas de nivel… osease cien metros más arriba del refugio, no se si eran cien o ciento y pico pero la verdad es que parecieron bastantes :-). La cueva estaba muy escondida y estaba técnicamente restringido su acceso... tanto que a pesar de figurar en todos los mapas no hay sendero que lleve a la misma, y eso en un lugar donde todo está super-señalizado, naturalmente lo hacen a posta intentando preservar el lugar... y no sin motivos porque en su interior pudimos ver excrementos que algún hijo de puta había dejado, como si no hubiera más sitio que ese donde depositar esos lamentables restos... precisamente ahí, un lugar donde el hielo se conserva hasta en el verano.
Había que abandonar el camino llevando cuidado de no tirar la pequeña valla de piedras sueltas que lo marcaba, me quedé como “hombre señal” usando el bastón de Pedro y mi gorra a modo de bandera. La cueva era pequeña aunque no demasiado, unas escaleras que tienen casi cincuenta años ya servían para descender al fondo de la misma, no me hacía gracia bajar por las mismas pero al final lo hice ya que veía que iba a ser el único en quedarse arriba. Dentro había un buen montón de nieve y unos enormes carambanos de hielo que colgaban todavía del techo... poco les quedaba de estar ahí ya que escurrían agua constantemente, superarían los tres metros y medio... varios compañeros posaron bajo los mismos para las fotos, les pedí que no se situasen justo debajo... si aquello se rompía podía alguien quedar atravesado cual anchoa. Tras las fotos vuelta al refugio... una cueva con nieve a más de tres mil trescientos metros de altura en el mes de junio... había valido la pena la visita. A la caída del sol tomamos unas imágenes espectaculares de la sombra del Teide proyectándose sobre la isla.
Tempranito al catre.
Una vez allí aprovechamos para tumbarnos un poco a descansar antes de que abrieran las instalaciones, nos acomodamos como pudimos y nos relajamos un poco... casi estábamos al borde del sueño cuando en el refugio comenzaron a llegar varios grupos de montañeros, creo que había uno de madrileños y otro de canarios, no hablé con ninguno de ellos pero por sus acentos deduje que eran de allí. No tuve ningún problema para quedarme en el refugio, afortunadamente no pedían los DNI y bastaba con la federativa... aunque también era necesario el resguardo de la reserva, como no lo tenía, Lorenzo el guarda, un simpático canario me dijo “pues ahora vas y bajas a buscarlo” ;-), menos mal que no estaba en Suiza ni en ninguno de esos espantosos países de gente con mente coagulada, si no me mandan en serio para abajo jejeje.
La cena se improvisó como se pudo, algunos compañeros se atrevieron con sopa instantánea elaborada con agua no potable por aquello de que la habían “hervido”, aunque soy de estómago muy duro preferí no jugarme el tipo tras haber visto como lucía el agua del refugio, he bebido agua de riachuelos y abrevaderos en mejores condiciones. Aunque me faltaban víveres al final tomando un poco de aquí y otro de allí conseguí hacerme una cena medio decente, es lo bueno de compartir las cosas, ni sabes como pero al final sobra. Al día siguiente tendríamos que levantarnos a las cuatro y cuarto de la mañana ¡otro soberano madrugón! para alcanzar la cumbre del Teide justo antes del amanecer ¿valdría la pena?, bueno ya se vería. A las diez y media “tocaban silencio” igualito que en un cuartel militar... nos fuimos pronto a las literas a dormir, nada de sábanas ni mantas... allí lo que había eran una especie de edredones-saco, muy prácticos la verdad. Antes de apagar las luces José Luis estuvo haciendo de las suyas pegando brincos de cama a cama, como estábamos todos metidos en la misma habitación hubo una buena dosis de cachondeo generalizado, eso sí … en cuanto apagaron las luces caímos todos como troncos, a esas alturas arrastrábamos demasiada falta de sueño y acumulábamos mucho cansancio... ni se como pero el caso es que conseguí dormir en aquel lugar a 3,260 metros de altitud, ni aspirinas, ni calmantes ni nada de nada... no hizo falta.
11 de Junio. Pisando el techo de España.
Madrugón en el refugio.
Los teléfonos móviles comienzan su orquesta a las cuatro y cuarto, hora de Canarias, pero llevo ya casi una hora despierto dando vueltas enfundado en mi saco-edredón, me pongo la linterna frontal que he dejado al alcance de la mano alrededor del cuello y marcho al aseo, voy todo guarrindongo tras la sudada del día anterior pero no he traído muda ni chanclas, he aprendido que nunca hay que hacer la mochila a punto de acostarse cuando uno está muerto de sueño, naturalmente la cerveza no se me ha olvidado xDDD, menos mal que todos olemos más o menos igual en aquella osera, perdón refugio. Me lavo la cara con aquella agua sucia que sale por el grifo del lavabo y me dirijo al comedor para tomar el desayuno, antes me calzo mis botas y me visto... alguien encendió las luces del dormitorio, los tres “okupas” que nos han metido en el mismo, montañeros de otro grupo, no protestan... uno incluso se distrae echando fotos.
Reviso mis víveres, me queda un cuarto de bebida isotónica y medio litro de cerveza... suficiente para aguantar la mañana, como mi cuerpo demanda urgentemente su dosis de cafeína y el día anterior ya me tomé la lata de redbull me pido un café en la máquina que hay en el salón... dos euros por un escupitajo de aspecto nauseabundo en vaso de plástico, es lo que hay. Soy el primero en sentarse a desayunar, pronto me acompañan más compañeros, solo me queda una bolsa con pasas para tener algo que ofrecer, Paco me ofrece una rebanada del bizcocho alemán que compró en el super el primer día... está acartonado pero echándole mermelada de naranja del picnic la cosa mejora. Al final me dejo olvidadas las pasas en la mesa... si es que mis neuronas no dan ya para más. En un plis-plas quedo listo para marchar y salgo al porche del refugio, Enrique comenta que subirá algo más tarde con un segundo grupo para esquivar el frío de la mañana... al final subiremos todos juntos ya que de frío nada. Solo llevo puestas mis dos camisetas técnicas y la chaqueta vaquera, el forro polar lo dejo en la bolsa de deporte... con eso tengo de sobra, solo hace un poco de frío que se irá cuando comencemos a caminar, no sopla ni la menor brisa, tenemos mucha suerte ya que alguien llegó a comentar que podrían hacer cinco grados sobre cero a esa altura, el día anterior la temperatura estuvo mucho más baja.
Ascenso en la oscuridad.
José y David se ponen en cabeza, los demás les seguimos por el mismo sendero por el que subimos a la cueva del agua el día anterior, es noche cerrada todavía aunque en el horizonte empieza a notarse algo de claridad, pensaba que el cielo estaría espectacular pero no es así... lucen las mismas estrellas que veríamos desde el contaminado cielo de Murcia. Llevamos los frontales encendidos, la ascensión es dura, tenemos que hacer altos en el camino con cierta frecuencia, tras de mí marcha Raquel, me vuelvo con frecuencia para ver si me sigue, no somos los últimos pero al final nos hemos quedado algo rezagados. Como hay tiempo de sobra para alcanzar la cumbre vamos a hacer antes una parada en el mirador de “La Fortaleza”, llegamos allí tras lo que parece una interminable subida. Echo muchas fotos que salen completamente oscuras, quería captar los primeros rayos del amanecer pero finalmente solo aparecen los reflejos de la nube de polvo en la que nos movemos y los objetivos situados cerca. Retrato a los compañeros en el mirador, todos mirando a la línea costera donde el espectáculo del amanecer está comenzando.
Marchamos en otra dirección y esta vez nos encaminamos al punto donde desembarca el teleférico, de allí parte el camino que corona la cima del volcán, una pena no disponer de mejores fotos porque esa subida de lo que parece la escalinata de un Zigurat con los compañeros reducidos a diminutas luces me impresiona bastante, me recuerda y mucho al camino de ascenso al Mulhacén, una mareante subida en zig zag que no parece terminar nunca y que nos obliga una y otra vez a detenernos para recuperar el aliento, el peso de las mochilas ha disminuido mucho pero se nota la menor densidad del aire... pronto habrá algo más para añadir más dificultad al asunto.
Cumbre con olor a azufre.
Lentamente la luz se va intensificando, mis fotografías captan ya algo más que los tres metros que tengo delante, ese tenue resplandor comienza a iluminar las rocas y hace ya por fin innecesario el frontal. El espectáculo es majestuoso, la línea del horizonte teñida de color carmesí va cobrando intensidad y el mar de nubes refleja ese tono dorado-anaranjado, la noche se bate en retirada a la par que nosotros coronamos la cumbre. Por fin el cráter del volcán queda ante mi vista, hay un grupo de compañeros que ya han subido al punto más alto... sufro una decepción porque aquello parece una cantera a cielo abierto, esperaba una sima o un pozo profundo y me encuentro con una superficie grisácea y cóncava con pinceladas de amarillo, el camino atraviesa varias fumarolas que con su olor, o más bien peste, a azufre saturan el aire... es un vapor tan caliente que quema si pones la mano, contengo la respiración ¡tanto subir para llegar a una alta cumbre y no poder respirar a pleno pulmón!...
Caras de sueño, rostros embozados, seriedad … esto parece un funeral :-), doy la mano a los colegas que me encuentro encaramados en la cima, aquí no hay vértice geodésico, solo un montón de rocas marca el punto más alto y allí nos amontonamos como piojos en costura. Poco a poco van llegando el resto de los compañeros y comienzan a surgir las primeras sonrisas. Hay más montañeros del refugio que han subido con nosotros... una ascensión al Teide justo antes del amanecer, sin ser consciente de ello estoy cumpliendo con toda una tradición montañera que gente mucho mejor y experimentada que yo no ha podido todavía realizar. Es increíble estar allí, simplemente lo estás viendo y no te lo puedes creer. Mi cámara de fotos hará horas extra en aquella cima, no se las veces que disparé contra la encarnada línea del horizonte, contra ese mar de nubes que cambiaba de tono constantemente, en un claro del mismo se adivina la línea costera y se ven las luces de las poblaciones... estamos a 3,718 metros de altitud y a más de 7,000 de la plataforma costera de la que surge aquella montaña, el tercer volcán más alto de la tierra, es uno de esos lugares que habría que visitar una vez en la vida si se puede. Capto una y otra vez el paisaje … ni rastro de actividad humana, ni una luz … parecemos un grupo de personas caídas del cielo en aquel lugar desolado.
Momento foto... para esto hemos venido ¿no?.
Poses y más poses en la cima, el grupo con las banderas del CUMM y la de la Región de Murcia, con el amanecer de fondo, en todos los ángulos posibles, hay que aprovechar el momento. El disco solar hace su aparición en el horizonte, era el momento más esperado por todos... las cámaras de fotos disparan frenéticas, me quedo con esa foto del grupo con el sol saliendo a nuestras espaldas. Recuerdo que en el macuto llevo una cerveza, la abro y comparto la misma con los compañeros que quieren beber, “es para quitarnos el sabor a azufre de la boca” … algo es algo, no me puedo creer que nadie más haya traído bebida a la cumbre... lo dicho, si lo llego a saber subo dos botes :-). El ambiente se tiñe de una luz rosada y comienza otro espectáculo en la ladera opuesta, la sombra del cono volcánico se proyecta ahora en la isla, tal y como vimos al atardecer del día anterior. Hay que captar el momento, le echo toda una serie a Krista que posa sonriente, como siempre, se la ve muy emocionada por el momento que está viviendo, imagino que también es el caso de los demás.
Paseo al mirador de Pico Viejo.
Son las siete y media en Canarias cuando bajamos de la cima, en total hemos estado una hora arriba del todo sin duda el momento “cumbre” del viaje :-). Todavía nos quedan cosas por ver y hacer, pero a partir de ahora estamos más tranquilos y relajados, lo importante ya se ha hecho, comienza la cuesta abajo del viaje y nunca mejor dicho... a las diez hemos quedado con la guagua en el punto de bajada del teleférico, nos queda tiempo de sobra para movernos a otro lugar antes de tomar el teleférico... David y José nos proponen marchar al mirador de “Pico Viejo”, un volcán de menor altura que el Teide (3,134m) pero con un cráter mucho más espectacular que queda a la vista desde aquellas alturas. Comenzamos el descenso de la cima y volvemos a meternos en la apestosa humareda de las fumarolas... menos mal que solo es un tramo muy corto, ahora el camino va rodado, como cambia la cosa cuando vas cuesta abajo. Desde el embarque del teleférico nos internamos en el sendero que va al mirador, aunque el sol luce ya bastante alto es una hora demasiado temprana y el contraste en las fotografías es tan fuerte que me hace tener que desechar prácticamente todas las que echo en el mirador. Desde allí vislumbramos en el horizonte las otras tres islas que forman la provincia de Santa Cruz de Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro, como hemos visto Gran Canaria desde el refugio de montaña al final solo quedarán ocultas a la vista Fuerteventura y Lanzarote, El Teide continuó proyectando su sombra y llegó un punto en que nos ocultaba la mayor parte del paisaje de la isla, tras pasar un rato allí volvimos sobre nuestros pasos para esperar descansando a que comenzase a funcionar el teleférico.
Un descenso de vértigo.
Llevábamos un buen rato descansando tumbados al sol cuando nos dieron la señal de que habían abierto las taquillas del teleférico, todos arriba de nuevo para emprender el descenso. Doce euros con cincuenta creo recordar que era el precio de medio viaje... un trayecto que nos iba a ahorrar un descenso de más de mil cien metros de desnivel y un montón de tiempo, creo que todos lo pagamos a gusto. El descenso fue de verdadero vértigo, tanto yo como Jessica sufrimos de esta “dolencia”, en mi caso como no era la primera vez que me veía suspendido en un teleférico a gran altitud, ya tuve la oportunidad hace años de subirme al de los Picos de Europa, busqué la primera fila para captar con mi cámara las imágenes del descenso, Jessica en cambio con cara de preocupación se fue al fondo y al no verla pensé que igual se acurrucaba en el suelo en un rincón :-)... luego me comentó que la experiencia le había resultado mejor de lo que esperaba. El único momento crítico era cuando la cabina se acercaba a lo alto de las torres metálicas que sostienen el cable, al llegar a la cima de las mismas era cuando realmente uno cobraba conciencia de la altura a la que estaba aquello, confieso que cerré los ojos al disparar mi cámara cada vez que se producía la llegada a la cima de las torres, la aceleración y el “clack” al enfrentar la siguiente cuesta me ponían de los nervios, de verdad que me temblaban las piernas pero a la vez estaba fascinado por el descenso... ocho minutos que se hicieron eternos... transporte y atracción de feria todo en uno ¿que más se puede pedir?, eché varias fotos dentro de la cabina... una de ellas con “pose de terror” a modo de broma :-). Al final desembarcamos sin novedad, el autobús nos esperaba ya en la explanada donde se ubicaban las instalaciones del “embarcadero”, hubo deserciones momentáneas camino a los baños y aproveché que tenía una tienda de souvenirs a tiro para realizar acompañado de Krista una compra-relámpago, tuve suerte y vi encima de un expositor un montón de “lagartijas” a un precio razonable, agarré cinco y las compré, son unos simpáticos monigotes de fieltro rellenos de arena que representan los reptiles de la isla, una amiga que estuvo en Lanzarote volvió a Murcia cargada y me acordé de ella cuando las ví, pues ale … lagartijas para todo quisque :-). A la vuelta al trabajo las repartiría por las mesas de mis compañeras de curro.
Igualito que en el billete de mil pelas.
¡Mochilas al maletero!, emprendíamos la vuelta al hotel, de común acuerdo decidimos proponerle al chófer que nos diese una vuelta por los lugares más emblemáticos de la isla, acordamos también darle una gratificación por ello. La primera parada nos llevó al “Roque Cinchado”, esa formación rocosa que aparecía en los antiguos billetes de mil pesetas, es uno de los lugares más populares de la isla, cara al turismo claro, y hay una explanada con un mirador para que los autobuses puedan llevar a los visitantes de la isla a contemplar ese famoso lugar. Lo de “cinchado” viene por la estrechez de la base, es un sitio bonito y nos recreamos echando fotos aunque teníamos poco tiempo... 15 minutos nos dijo el conductor del bus. Suficiente para algunas fotos curiosas con “truco”, había más que ver, una torre de basalto que parecía un termitero, como fondo esa mezcla constante de todo el parque de arenas, matorrales, coladas de lava y roca volcánica.
La siguiente parada, más breve aún, nos llevó a una explanada con vistas a Pico Viejo y a los restos de una impresionante erupción volcánica, acaecida a finales del siglo dieciocho, que surgen de sus laderas, lava por todas partes, con el mismo juego de colores que no dejábamos de ver... todo un regalo para nuestros ojos, un paisaje desolado pero a la vez de una singular belleza... no se si fue Buda quien comentó una vez “el hombre corriente huye de los desiertos y lugares solitarios, pero es justo allí donde el sabio encuentra paz y regocijo... “, bueno si no lo dijo seguro que lo pensó ;-).
Toy fumao ¿o no? ¿cuando sale el dinosaurio?.
De nuevo en marcha a otro lugar... este ya es la “repanocha”, otra explanada junto a la carretera, un pequeño promontorio usado como mirador y a nuestros pies una zona cubierta de vegetación y salpicada con docenas y docenas de Tajinastes, esas caperuzas de color rosado daban a la zona un aire extraño, como de ciencia-ficción, no es extraño que en aquella región se hayan rodado tantas películas sobre épocas prehistóricas y míticas... si es que se presta a ello. Caen muchas fotos de nuevo... en este caso de esas espectaculares plantas y los enjambres de abejas que polinizan sus flores como fondo. Tras echar mis fotos de rigor me sitúo junto al autobús, el conductor da la señal de “tiempo acabado”... se echa a reír cuando ve a mis compañeros volver corriendo como un grupo de colegiales a la llamada del profesor, yo también, pero es que así es este grupo :-).
Jartá de curvas, murales de tierra.
Ya no hay más paradas hasta La Orotava, donde nos llevarían al casco viejo de la ciudad para ver los murales de arena que están confeccionando con motivo de las fiestas del Corpus. Tenemos que abandonar el parque y bajar de altitud internándonos en la estrecha y verde franja costera... una carretera de curvas y más curvas ocasiona que tengamos que parar junto a la cuneta, Raquel se siente indispuesta, la verdad es que no se si son las curvas+cansancio + descenso de altura el caso es que más de uno andamos en el límite del mareo. Continuamos el viaje y nos damos por fin una vuelta por esa bella localidad canaria... los murales de tierra no están terminados todavía, apenas hay cubierta una tercera parte de la superficie, sin embargo ya impresionan, máxime sabiendo tal y como nos comenta el conductor que están hechos exclusivamente de tierra molida que ha sido cuidadosamente extraida y molida, un trabajo de chinos que demanda una buena cantidad de paciencia y colaboración entre mucha gente... una gran demostración del amor que el pueblo tinerfeño siente por su tierra y aunque participo de la opinión de Krista sobre lo poco agradable de los motivos expuestos en la misma, de índole religioso, no puedo sino maravillarme de la laboriosidad de la gente que participa en su confección... búsqueda de los lugares, cuidadosa extracción y purificado, marcado del sitio, diseño y confección del mural en el que se usan docenas de tonos diferentes de tierra, y su posterior devolución a sus lugares de origen, un trabajo ejemplar.
Hotel dulce hotel.
Y por fin llegamos al hotel, ¿tiempo para el relax, asearnos y quitarnos toda la inmundicia de encima?... pues claro que no, nos falta lo más importante tras una ruta... la ronda de cervezas :-). Tiempo justo para subir a la habitación y quitarme las botas y calzarme las zapatillas de deporte, recojo mi DNI y el de Raquel por fin en la recepción y ale... salida a tomar una copa por las inmediaciones del hotel. El lugar elegido es el primer pub aceptable que encontramos en el camino, elegimos uno de estilo inglés con el techo forrado con una gran colección de las bufandas de equipos europeos, el dueño orgulloso nos pregunta “¿de que equipo sois?... escoged uno... “, al final nos tomamos unas Veltins alemanas en la terraza, tenemos la tarde libre para ir de compras y descansar, la siguiente hora H las ocho y media en la habitación de Krista y Phill, la nº 1308, casi al lado de donde estamos José Luis y yo. Phill ha comprado unas botellas de cava y quiere compartirlas con nosotros, él no vino con nosotros a la excursión aunque estuvo intentando encontrar una buena combinación de bus+teleférico para verse con nosotros en la cima, imposible... seguro que en este día y medio que nos ha perdido de vista se ha sentido un poco solo.
Por fin ropa limpia y mugre fuera, la cama del hotel me lanza sus cantos de sirena... pero hay poco tiempo para el relax, primero toca comer. Bajo el primero al comedor y me encuentro con que el mismo está clausurado, Paco y Pedro llegan enseguida... nos damos cuenta que hay que marchar en dirección al comedor de la piscina, la chica de recepción me comenta que el día de nuestra llegada estaba abierto el mismo a causa de la convención médica que se celebraba en el hotel, cuando llego Raquel está ya allí, ha contratado los servicios de una masajista, al igual que Jessica, y tiene prisa por comer... el encargado del comedor parece estar bajo un ataque de ansiedad ya que tiene unas palabras con ella porque no ha esperado al resto y está encargando cosas por su cuenta. Bueno la sangre no llega al río pero más adelante podré comprobar que este desagradable individuo responde con malas formas a más compañeros, sin motivo alguno, y también le echa un buen rapapolvo a la gente de las cocinas... menos mal que éramos 4 gatos, no quiero ni pensar si el comedor llega a estar lleno. Punto y aparte son el resto del personal, amabilísimo la verdad. La comida muy satisfactoria, sobre todo después de andar comiendo guarrerías día y medio.
Encuentro con un amigo.
Poco tiempo para relajarme en la habitación del hotel, de buena gana me quedaría tumbado hasta las ocho... pero no puede ser, he quedado con un amigo en el Puerto de la Cruz, él vive en la capital y va a coger el bus para acercarse a saludarme, no le veo desde el año anterior durante su visita anual a Murcia donde tiene a su familia y a casi todos sus amigos. En la recepción me dan un plano del pueblo y me dirijo caminando a la estación de autobuses, voy con tiempo de sobra … luego recibiré una llamada suya comentando que llegará con 40 minutos de retraso... en fin, me doy una buena sesión de espera que te espera en la “estación” que no es otra cosa que una avenida del pueblo a la que han añadido varias paradas de bus en hilera, hay un edificio que hacía las veces de estación de autobuses pero aparece clausurado con el interior abandonado y lleno de basura... una imagen lamentable para un lugar tan turístico como aquel.
Por fin puedo saludar a Juanjo, damos un paseo por la zona del puerto y terminamos tomando unas cervezas en la terraza de un bar, durante el tiempo que estamos allí tendré la oportunidad de saludar a varios compañeros que pasan por allí en su periplo consumista. Hablamos de lo complicada que está la vida, del coste de la misma, de lo que significa vivir en las Canarias... a los pocos meses de arribar allí para trabajar una amiga común de los dos pasó unas vacaciones en Tenerife y fue también a visitarlo, a su vuelta no me contó nada demasiado bueno, le veía muy chafado de ánimo y se preguntaba como alguien que vive en un lugar como aquel puede estar así, sentía que no sabía apreciar lo afortunado que era. Afortunadamente esa no fue mi impresión, me dio la sensación de que de momento ha abandonado la idea de volver a Murcia y que sea como sea se quiere labrar un futuro en la isla, me alegré de oír eso, es un chollo tener un amigo en un lugar como ese, en octubre volveremos a reunir al grupo de amigos, o lo que queda de él, aprovechando su vuelta a Murcia a visitar a la familia. Creo que se dio cuenta de que los amigos de la península no le han dejado de lado y estaba feliz por ello.
Tras despedirme de Juanjo aproveché los minutos que quedaban para volver al hotel para irme de compras … me despaché rápidamente con dos camisetas, bien baratas, con unos simpáticos logotipos de la isla, eso fue todo, no había ido allí de compras. Atravesé de nuevo el pueblo para ir al hotel pero en este caso por la zona del paseo marítimo, deteniéndome aquí y allá para echar fotos aunque no era la hora más apropiada para ello por la escasa luz, tras estar un rato en la playa viendo como unos surfistas enfundados en sus trajes de neopreno cabalgaban las olas tomé la cuesta que llevaba a la zona donde estaba el hotel, de camino al mismo eché una instantánea a una simpática familia de gallinas que picoteaba la tierra en un arriate medio abandonado … gallo, gallina y polluelo en un parque público, eso solo se puede ver en Tenerife ;-).
Atardecer en el balcón.
De nuevo a cambiarme de ropa, la cita de las ocho y media se prorroga un poco... Krista y Phill acaban de llegar y nos piden que esperemos un poco, no hay problema. Al final tiene lugar la reunión amenizada con unas botellas de cava de Phill, las chicas lucen espléndidas, especialmente Raquel que estrena vestido nuevo y levanta a su paso exclamaciones de admiración, José Luis como no podía ser menos estrena también traje, uno blanco tocado con sombrero de estilo canario según él, aunque rápidamente recibe el apelativo de “cubano” por parte de alguna compañera :-) … y yo con mis vaqueros, zapatillas de deporte y mi camiseta de colorines recuerdo de Tenerife... bueno, no creo que me vayan a impedir la entrada en ningún sitio esa noche ;-). Desde el balcón vemos la puesta de sol, nos sorprende brindando con cava... que diferencia con el día anterior ¿de verdad somos el mismo grupo?. El plan para la noche es alquilar unos taxis y marchar a un “bochinche” a cenar, desde el primer día nos están aconsejando uno u otro... al final se decide ir al que quiera llevarnos el taxista porque ya uno no sabe que pensar con tanto consejo.
El guachinche.
Tras un buen rato llegamos al lugar recomendado, ya no recuerdo el nombre, pero si recuerdo que estaba bastante escondido, un lugar típico al 100%, un domicilio particular reconvertido en restaurante. Paredes de piedra y multitud de cachivaches antiguos para crear “ambiente”, en el muro hay empotrados unos ladrillos hexagonales conteniendo botellas de vino canario de distintas añadas... algunas con una gruesa capa de polvo. El dueño, muy amable como casi todo el mundo de la isla con quien hemos tratado, nos explica el menú... al final probaremos un poco de todo regado con vino de la zona. Fabada (aunque no sea típica de allí la guisan muy buena), queso con aceitunas, huevos “estrellados”, patatas fritas, y unos gruesos chuletones de cerdo para rematar la faena. El vino canario es recio pero entra bien, no tiene ese gusto a madera tan común de los crianzas y reservas, debe ser vino cosechero... aunque me pregunto como sabrá cuando le den reposo en una barrica, debe terminar más fuerte que el coñac. Creo que todos terminamos encantados con el sitio y la cena, ha sido todo un acierto, otro más de este fenomenal viaje. Como no podría ser de otra forma me despido del lugar con una buena serie de fotografías.
La noche es jóven, estamos contentos y todavía nos queda apurar la última jornada en Puerto de la Cruz, el taxista nos recomienda “Blancobar” y otro cuyo nombre no recuerdo donde ponen música de salsa... empezamos por el primero. No es un local para bailar sino para escuchar música ya que hay una actuación en directo, allí tomamos la primera (y en mi caso única) copa de la noche. El grupo que toca está bastante bien aunque la primera impresión no era demasiado buena, letras con contenido social pero temas muy bien interpretados, tras varias canciones salimos de allí … a la peña le apetece mover el esqueleto. Vamos al local donde ponen salsa, acompaño a los compañeros por estar con ellos aunque no voy a bailar, no me agradan esos bailes latinos porque no se bailar, en las fiestas del grupo suelo sentarme cuando llega la “pachanga” como yo la llamo... no obstante la mayoría de mis compañeros disfrutan con ello, Raquel me propone echar un baile pero no me atrevo ya que veo que calza sandalias... no quiero arriesgarme a darle un pisotón :-)... el cansancio comienza a caerme encima como una losa, ni he podido dormir la siesta siquiera y llega un punto que no se donde ponerme ni donde estar. Pero bueno, estoy todavía en Tenerife y eso hay que celebrarlo de alguna forma. Al final el grupo abandona el local salsero, para alivio mío, y se dirige a un local de copas llamado “Limbo”.
Nunca he visto un local semejante, un piso reconvertido en pub de copas, es sábado por la noche y no cabe un alfiler, debimos encontrarnos con toda la juventud del Puerto de la Cruz y alrededores, muchísimos veinteañeros, las chicas en su mayoría enormemente atractivas, los chavales parecen hechos a molde, todos igualitos como salidos de una cadena de montaje. Aquello está a reventar, nos movemos como sonámbulos de una sala a otra, primero nos sentamos, luego alguien decide moverse y le seguimos, apreturas y agobio... llega un punto que quiero salir de allí, me asfixio... menos mal que al final los compañeros se hacen dueños de un rincón junto a la barra del bar de la terraza y allí nos apalancamos y pasamos el resto del tiempo, termino quitándome la chaqueta vaquera, que acaba con sus mangas anudadas en la cintura de Lucía... menos mal que los bolsillos llevan botones porque no para de dar brincos... no se cansa esta criatura xDDD. Tras un buen rato exploro el lugar y me termino tumbando en unas butacas de una habitación que ha quedado vacía … son más de las dos de la madrugada ya, al día siguiente no hay que levantarse muy temprano y nos espera una buena tanda de aeropuerto... aun así, el cuerpo me pide parar de una vez, estoy hecho picadillo :-).
Al final mis colegas emprenden la retirada, el local se ha ido “clareando” conforme la gente que entraba veía que no podía ni acercarse a la barra a por una copa, queda la vuelta al hotel... será la cuarta vez que atraviese el pueblo de punta a punta, lo más divertido del asunto es que nos queda una buena sesión de cuestas... pero ¿que es eso para un grupo que viene de coronar el Teide?, una nadería. Vuelta al hotel a paso decidido y como no podía ser menos vienen los piques en las cuestas y alguna que otra carrera... al final es Lucía la que gana la competición, corriendo por las calles desiertas de madrugada, un poco más y hubiéramos cumplido 24 horas seguidas de actividad, no se puede exprimir más un día... que pena tener que irnos ya, un viaje como aquel hubiera necesitado más tiempo, un par de jornadas más para disfrutar de la isla a tope. Tenerife me ha encantado, ya conocía Mallorca e Ibiza, pero para mí las Islas Canarias ganan por goleada y por muchos motivos.
12 de Junio. El largo regreso a casa.
Irish breakfast again.
José Luis y yo somos los primeros en llegar al comedor el domingo por la mañana, es el último desayuno antes de abandonar la isla. Cargamos nuestros platos mientras el camarero nos deposita una jarrita con leche y otra con café en la mesa. Vienen a mi cabeza recuerdos del viaje del año anterior a Irlanda cuando veo lo que hay a disposición nuestra para desayunar. Ni que decir tiene que me pongo “morao” y decido tomar un desayuno estilo irlandés, patatas fritas, beicon, salchichas, nada de esa mariconada de desayuno continental que te encuentras en todas partes con tostaditas, margarina y mermelada... nada nada, ración extra de café, zumo y todo lo que quepa en un plato. Los compañeros comienzan a desfilar y aprovecho la ocasión para hacer unas cuantas fotos. Raquel y Jessica nos cuentan su odisea de la pasada noche cuando la llave-tarjeta se negó a funcionar, cambiada la misma en recepción se encontraron con que lo que estaba estropeado era la cerradura... tuvieron que dormir con ropa del servicio en otra habitación, encima esa misma mañana la cosa, tras el arreglo del “técnico”, volvió a fallar... impropio de un hotel de 5 estrellas como aquel. En compensación ambas deciden no pagar la sesión de masaje del día anterior... a ver que pasa. Tras el desayuno a la habitación a recogerlo todo y a esperar en recepción a que llegue el taxi.
Desagradable despedida del hotel de los líos.
Esperamos un buen rato a que salgan nuestras compañeras tras su reclamación, aunque intentaron tomarles el pelo dándoles una “hoja de sugerencias” al final dejan sin pagar la sesión de masaje... igual la cosa termina en los tribunales ;-). En fin, hicieron bien, si pagan y reclaman después están perdidas. Así que recordad si vais al Puerto de la Cruz pasad del hotel Semiramis del grupo de la abejita por muchas estrellas que luzca... y si vais dejad la puerta de la habitación entornada y huid como de la peste del encargado del comedor xDDD.
Embarque en Tenerife-Norte, sin novedad, desembarco en Barajas, sin novedad, aburrida espera con la rica bazofia alimenticia que sirven allí, algo esperado... embarque para Alicante ¡STOP!.
Frenos escacharrados.
Algo pasa en los frenos del tren de aterrizaje del avión que nos tiene que llevar a Alicante, tras hacer cola para embarcar nos dicen que ya nos darán otro aviso una hora más tarde... que bien, otra hora más en Barajas con lo bonito que es… me leo y releo las revistas que compré el primer día del viaje, desde las ventanas vemos a los técnicos trasegar con las ruedas del avión, les quitan una pieza, ponen otra, conectan cables... sin prisas, total a ellos les pagan su trabajo. Jessica y José están de los nervios aunque por diferentes motivos, a la primera no le hace mucha gracia montarse en un avión que acaba de ser reparado y el segundo tiene que firmar una hipoteca de venta al día siguiente en la notaría, no puede permitirse el lujo de pasar la noche en el aeropuerto. Por mi parte el lunes es día de mi santo de modo que si llego tarde al curro tampoco pasa nada :-). Los minutos se hacen eternos, a la hora nuevo comunicado … tenemos que esperar otra hora, eso sí... nos dan un vale de 5 euros para tomar un “snack”, total por dos horas de espera de nada (y que termine ahí). Agarramos nuestros vales y nos vamos a una pizzería, nos llega justo para una pizza... el refresco corre por nuestra cuenta, pues vale. Al final volvemos a hacer cola y esta vez si … embarcamos para Alicante, han sido dos horas de preocupación que nos amargan el final del viaje, no he viajado demasiado pero la verdad es que me siento afortunado por no haber tenido nunca el menor percance, ese es el primero, seguro que otros viajeros habituales no pueden decir lo mismo.
Por fin rumbo a casa, el personal del avión nos recibe con sonrisa de circunstancias, como cuando te pillan con las manos en la masa y todavía quieres disimular... nos piden varias veces disculpas por el retraso y nos informan que el sistema de frenado del avión ha sido completamente cambiado, bueno habrá que creerles, al fin y al cabo vamos todos en el mismo barco aunque Lucía que se sienta a mi lado y seguramente alguno más de los compañeros no terminan de fiarse del todo. David se quedó en la isla y Krista y Phill hace tiempo que salieron en otro vuelo... ya están debidamente informados del retraso para evitar tener que esperarnos. El vuelo transcurre sin incidentes y felizmente llegamos a Alicante, creo que todos respiramos de alivio cuando sentimos detenerse el avión tras rodar por la pista. Luego allí nos tocará otra sesión de espera ya que parece que las últimas maletas no terminan de salir... durante el viaje hemos hablado de una cita posterior para ver fotos de Tenerife y de organizar una escapada a una cumbre más alta el año que viene... proyectos que de momento son solo eso, de momento la realidad es un fantástico viaje que no puedo decir en mi caso que superara las expectativas sino que estuvo muy por encima al final.
Epílogo y agradecimientos varios.
Solo resta pedir disculpas por mis habituales excesos con la escritura, y agradecer a mis compañeros su amabilidad:
A Enrique por ser el promotor inicial del viaje y sus empeños, acertados o no, porque estuviésemos todos preparados para afrontar el reto y andar siempre pendiente de los asuntos prácticos, sabes que si está él siempre tienes a quien preguntar por los horarios ;-), sin no es por él no hubieramos ido a Tenerife y es justo reconocerlo. Espero que se recupere pronto del sobreesfuerzo del ascenso al refugio.
A José Luis por ser un buen compañero de habitación, tranquilo, considerado y disciplinado, aunque haya quien no se lo crea ;-) y también por sus intentos de crear buen ambiente en el grupo con sus bromas... me reí un montón en el super.
A Paco por las anécdotas de su trabajo de profesor con las que nos animó la espera el día de la ruta y por sacarnos las castañas del fuego con el transporte a Alicante, a Pedro por su amabilidad, tranquilidad y ser siempre un punto a favor del grupo, al hooligan, digo Phill ;-) por su invitación y por ser un buen compañero de juerga.
A José y David por la información que nos proporcionaron para hacer las rutas, especialmente al primero que se preocupó hasta de los que hacíamos la ruta “B” y nos ayudó cuanto pudo. Ambos nos llevaron de la mano a todos y sin su interés no hubiésemos visto ni los miradores ni la cueva del agua ¡gracias!.
Mención especial a las compañeras del grupo, Jessica por su labor negociadora que nos hizo relajarnos y olvidarnos de ese asunto tan importante del viaje, todos estábamos tranquilos porque ella se encargaba del tema, también por su carácter afable que como bien comenté en su presencia “quiero enfadarme con ella y no hay manera” ;-).
A Krista por su simpatía y saber estar, siempre optimista, siempre animando con su sonrisa tan contagiosa, a Lucía por su carácter alegre, apasionado e imprevisible... los viajes con ella nunca son aburridos, una pena que no venga con nosotros al Pirineo, la vamos a echar de menos más de lo que se figura, y finalmente también gracias a Raquel por ser tan buena compañera, por su disciplina y su espíritu de sacrificio ejemplares, es toda una suerte caminar a su lado.
Y casi se me olvida, aunque ya la nombré antes en mi crónica, un saludo para Vicenta desde este blog, hubiera disfrutado un montón del viaje no me cabe la menor duda.
Bueno, tras haberme despachado “a gusto” tal y como hacía tiempo no lo hacía solo me queda despedirme de los amigos y visitantes ocasionales de este blog hasta el verano... la segunda semana de agosto si no hay ningún contratiempo tendréis mi crónica de la semana que pasaré en el Pirineo Navarro, hasta entonces gracias por tener la santa paciencia de aguantarme.
¡¡¡ HASTA PRONTO !!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario