El pasado domingo 25 de octubre marché con el Grupo Senderista de Murcia a la ruta que íbamos a emprender por Puerto Lumbreras, era la segunda a estrenar de este nuevo programa y no quería perdérmela. En total 20 kilómetros con un desnivel acumulado de 750 metros, en su variante “dura”, lo que sumado a la novedad de la misma la convertía en un objetivo de lo más apetecible incluso para los compañeros más experimentados. En mi caso no he caminado nada por aquella zona que me recordó ,por lo accidentado del terreno y los cultivos, al campo que podemos ver en nuestras incursiones al Talayón. Un paisaje formado por un sin número de colinas de perfiles ondulados donde se ha aprovechado cada trocito de terreno para plantar árboles, creo que almendros en su mayoría. Imagino que sería una ruta idónea para hacerla como la antes mencionada, en el mes de febrero cuando todo aquel arbolado se encuentre en plena floración... escepto para los alérgicos claro ¿hay alguno entre nosotros? … porque si lo hay debe pasarlas canutas en algunos meses del año ;-).
Coincidía esta marcha con el nuevo horario de invierno, ello unido a la lejanía de este rincón de nuestra geografía y a que la salida fuese a la hora habitual, nueve y media... es decir diez menos algo... todo ello se juntó para que comenzásemos a caminar sobre las once, doce en horario de verano, de forma que teníamos un día espléndido para ser finales de octubre y con el sol en su cenit con sus rayos cayendo a plomo sobre nuestras cabezas, lo bueno la calidad de las fotos, que en general salvo algún rincón donde los claroscuros eran inevitables fueron de calidad sobresaliente, tanto las mías como las de otros compañeros. Recuerdo que en mis inicios en este grupo eran uno o dos, tres a lo sumo los que publicaban fotografías, y no de todas las rutas, ahora somos media docena o más los compañeros que ofrecemos fotografías de las marchas... de cualquiera de ellas se puede ya llenar un album :-).
Al igual que ha sucedido en las tres rutas anteriores de lo que llevamos de programa, hubo varios esperados “retornos”, compañeros y compañeras que todavía no se habían sumado a nuestras actividades, que aparecían por primera vez tras el descanso del verano y a los que imagino que las circunstancias personales han impedido venir con nosotros. Tengo que decir que el “reparto” de esta última obra senderista ha sido espectacular, coincidiendo tanto colegas habituales de las rutas sencillas como de las más esforzadas; bueno también estamos los que nos apuntamos a un bombardeo y nos vemos en todas ¡es todo un privilegio poder hacer eso! :-). Noté no obstante algunas ausencias y quizás el único punto negro de la ruta fue el hecho de que los dos grupos en los que se dividió la "tropa" apenas tuvieron contacto entre sí, vi a algunos compañeros desde mi ventanilla del autobús y una vez abajo comenzó la carrera hacia aquella soleada colina... ni saludar pude a algunos de los que se quedaron atrás, y a la llegada a Murcia hubo una rápida desbandada, se ve que más de uno/a había tenido más de lo esperado o se le quemaba algo en casa :-).
Iba preparado para soportar el calor, pero no tenía ni idea hasta que punto el sol nos iba a castigar, en esta ocasión no hubo dudas, nada más bajar del autobús me embarré los brazos y la cara de crema solar, factor 50, para evitar volver quemado a casa. Naturalmente que el repelente anti-mosquitos sigue a buen recaudo en mi mochila, dudo que lo vuelva a sacar en bastante tiempo. Iba muy bien provisto de bebida, litro y medio de bebida isotónica más medio litro de agua... sin embargo la longitud y duración de la ruta hizo que llegase al final muy justo y terminase apurandola y bebiendo algo más... para la próxima ruta he tomado buena nota y mi mochila va a parecer la joroba de un camello ¡palabra!.
Comenzamos nuestra marcha por caminos y carreteras comarcales flanqueadas de hermosos cultivos que parecían servir de adorno a las suaves colinas que configuraban el paisaje, ni una sombra, buena o mala, solo unos escasos arbolillos en el lugar donde paramos para tomar un refrigerio y beber un poco en la rambla de Vilerda. Desde el principio nuestro guía marcó un duro ritmo, la ruta se componía de dos variantes, la “fácil” y la “dura”, aquellos que pretendiésemos marchar a esa última teníamos que caminar aprisa para evitar desesperar a los compañeros que en su mayoría por una vez, seguramente asustados por el calor, eligieron la ruta más breve. De modo que apretamos el paso y fuimos a un ritmo endemoniado, y a pleno sol además, había que acortar todo lo posible el tiempo de ruta y si pretendíamos subir al Cabezo de La Jara, punto culminante de la excursión, mejor no demorarnos demasiado bajo aquel sol que nos fustigaba sin piedad.
El paso por la rambla, incluso con las prisas y el paso apretado, fue una gozada... era una rambla ámplia y alfombrada por un lecho de gravilla que constituía todo un descanso para los pies, me recordó un poco a la que recorremos en nuestra marcha a Castillitos, nada que ver con otras quizás más bonitas pero también de paso más dificil que en ocasiones parecen pistas de obstáculos.
Abandonamos la rambla y el poco cobijo que nos daba respecto al sol y de forma lenta, aunque no por nuestro paso, y sin pausa el camino empezó a ascender, volvimos a senderos asfaltados apenas transitados por los coches de los propietarios de aquellas tierras y sus tractores, delante de nosotros se perfilaba ya la mole del Cabezo de la Jara, una montaña bicéfala de poco más de mil doscientos metros de altitud... para nuestra escala es un monte pequeño, apenas lo suficientemente alto como para que su ascensión revista interés... en otros lugares más llanos como Gran Bretaña sería toda una atracción para los montañeros ;-).
Se sucedían las fotos al paisaje y a la columna senderista, en aquel momento estábamos más agobiados por la rapidez de la marcha que por el cansancio o la temperatura... pronto cuando empezásemos a subir de verdad llegarían los verdaderos agobios. En una pinada junto a un cortijo hicimos la segunda parada, en esta ocasión ya nos dió tiempo a comer algo más y a reponer líquido, llevábamos diez kilómetros, casi corriendo al trote, y desde ese punto empezaba el verdadero esfuerzo, afortunadamente la senda forestal que nos aproximaba a la cumbre del Cabezo iba zigzagueando por la montaña por su parte de la umbría, lo que nos protegió durante bastante rato del sol y además lo hacía en una pendiente bastante suave, solo en el tramo final cuando comenzase la carrera campo a través para ascender a la cumbre nos encontraríamos con verdaderas dificultades.
Y el tan temido como esperado momento de ascender al tramo final llegó, y el cansancio se dejó sentir, teníamos que cubrir casi ciento cincuenta metros de desnivel en pocos cientos de metros y había puntos donde aquello dejaba de ser una pendiente y se convertía casi en una escalera. Por suerte el terreno era bastante aceptable aunque la maleza era tan túpida en algunos puntos que se echaba en falta llevar un machete :-). Incluso hubo que gatear en algun sitio donde los pinos reclababan su parte de espacio al esbozo de sendero por donde íbamos subiendo, resoplando y sudando como condenados.
No pude evitar parar para beber agua y descansar, el calor y el esfuerzo me estaban matando, afortunadamente soy de los que se recuperan rápido de la fatiga y la acometida final llegó sin problemas adornada con un buen número de fotografías de la ascensión y del paisaje, espectacular por cierto, que nos rodeaba. Teníamos a la vista desde la costa de Almería con las montañas de Cabo de Gata hasta nuestra querida Sierra Espuña, una panorámica excelente de toda esa zona del suroeste.
Una vez en la cima tuvimos que dar un buen rodeo para encontrar sombra, y al final encontramos algo parecido entre los arbustos de coscoja, jaras, y demás matorrales erizados de espinas... no había pinos que nos cobijaran de aquel sol implacable pero al menos recostados sobre el terreno disfrutamos de algo de sombra. Debíamos haber cumplido con el horario previsto porque José Antonio nos dejó descansar bastante, al menos eso me pareció ya que había subido con los primeros. A otros compañeros en cambio aquello les vino grande y llegaron más tarde e incluso hubo más de un recule en la cuesta, realmente la subida fue dura pero no mucho más que otras que he “sufrido” en las rutas con el grupo, por lo visto debo estar ya acostumbrado y es dificil ya que me agobie... eso sí, mi paradita para reponer fuerzas y beber no me la quita nadie, con menos calor estoy seguro que hubiera subido de un tirón aquello.
Durante el descanso un compañero me pasó un croquis de una ruta que planean perpetrar próximamente, un asalto al Pico Argél en la Sierra del Segura... bueno si hay que ir se va, que le vamos a hacer ;-), ... si vuelvo con vida ya tendreis noticias de la “hazaña” en este blog . Tras el descanso nos apresuramos a desandar el camino, aquel empinado sendero se mostraba ahora más amable en el descenso, parece mentira transitar dos veces por el mismo sitio con tanta diferencia en cuanto a dificultad, ultimamente no se que me pasa en los descensos que sufro menos de lo acostumbrado, y desde hace dos semanas mi rodilla derecha está desconocida... no me duele ni durante las rutas ni después... toco madera ¿será acaso que el injerto de carne de cabra está haciendo efecto? :-).
Tras el divertido, por una vez, descenso llegamos a la senda forestal que nos dejó tras un buen rato en la pinada de la que partía el sendero a la cima... nuestros compañeros, los de la ruta fácil, hacía tiempo que habían levantado el campo y debían estar ya llegando a los autobuses, de modo que bueno, el grupo de valientes que nos atrevimos con aquella subida marchamos de nuevo por los caminos y veredas entre campos de cultivo, recorrimos de cabo a rabo la rambla de Vilerda y tras una última subida donde me atreví a echar una última carrera nos topamos con el albergue en cuya explanada nos esperaban el resto de los compañeros y los autobuses... no habría bar en esta ocasión, otro elemento más de dureza añadido xDDD.
Tras una hora interminable el autobús nos dejó en la ciudad, pude escuchar comentarios sobre la ruta de aquel día y todos coincidían en lo mismo, una ruta espectacular, dura y bonita pero con un calor excesivo que la había deslucido un poco ¡que le vamos a hacer!, el tiempo está loco y superar los treinta grados de temperatura un 25 de octubre no es normal. Tanto mi primo que me acompañaba en esta ocasión como yo nos apuntamos a una cerveza en el bar acostumbrado tras la ruta, no podíamos negarnos ya que era lo que nos faltaba para rematar el día. Allí compartimos como siempre un agradable momento de descanso, sin duda lo mejor de las rutas, con unos cuantos compañeros y compañeras a los que se sumó José Antonio y también Ginés, que en uno de sus “permisos” se había desplazado a la ciudad para saludarnos, estuvo amenizando la velada con anécdotas de sus andanzas por Kósovo, fue un verdadero placer escucharle porque no todos los días se tiene la ocasión de escuchar historias como las suyas.
Y así terminó el día, una ruta espectacular y no demasiado fuerte a pesar de sus veinte kilómetros, a la que tan solo el calor y el fuerte ritmo de marcha le añadieron una dureza especial. Junto con la de la sierra de Crevillente pasa a engrosar el cartel, cada vez más repleto, de rutas fuertes e interesantes que no hay que perderse.
¡¡¡ Hasta pronto !!!
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