La zona de Albacete a la que íbamos está a más de hora y media de camino de forma que la hora de reunión fue más tempranera que de costumbre, a las siete de la mañana se suponía que teníamos que partir, estuve allí el primero y durante unos minutos llegué a dudar si era en verdad aquel el sitio donde habíamos quedado, estoy tan acostumbrado a ver a Paco Cifuentes con tiempo de sobra que por una vez fui el primero... afortunadamente las dudas pronto se disiparon al llegar más compañeros y aunque uno de ellos se retrasó un poco, pudimos salir de allí tras distribuirnos y acomodarnos en los coches... comenzaba una ruta que prometía ser espectacular.
Me tocó viajar con Paco, en el termómetro de su coche pudimos comprobar como la temperatura iba descendiendo conforme avanzaba la mañana, por lógica debía ser justo al revés... pero nos estábamos desplazando al norte, a nuestra vecina provincia de Albacete, y allí el clima es mucho más frío en estas fechas que en nuestra región donde reina un calor anormal para esta época del año. Dí gracias por haber echado un forro polar fino en el último momento, incluso para marchas de un solo día no recomiendo a nadie comprar una mochila de 20 litros de capacidad como las que he llevado durante años... mejor una de 25 o 30 para poder llevar ropa limpia o de abrigo, definitivamente fue una buena idea echar lo que parecía ropa “de más”.
Nos volvimos a reunir todos en Elche de la Sierra, paramos allí para tomar un café y emprender la última etapa de nuestro viaje que nos llevaría a la pedanía de Mesones en pleno corazón del valle del Río Mundo en la Sierra del Segura... uno de los mejores lugares para las actividades en plena naturaleza de cuantos se hallan a una distancia razonable de nuestra región. La zona sur sur-oeste de la provincia de Albacete es un lugar privilegiado al que me encanta ir y que a pesar de haberla visitado ya en varias ocasiones no deja de gustarme y sorprenderme.
El grupo casi al completo al inicio de la marcha.
Juan Domingo examina el mapa en ruta...
Vamos vamos ¡que no se quede nadie atrás!
Dejamos los coches aparcados junto a unas casas rurales a las afueras de la aldea, tras unas cuantas fotos de grupo emprendimos la marcha, la ruta era larga y Enrique tenía un croquis con los distintos tiempos que debíamos tardar en cubrir cada etapa... hasta ese punto había preparado la ruta, luego como pudimos comprobar no era para tanto ni tampoco íbamos a cumplir a rajatabla el trazado propuesto... como debe ser, ya que solo éramos un grupo de amigos, aficionados al senderismo y amantes de la naturaleza que íbamos a darnos un buen paseo y disfrutar del día, los records y las carreras para otra ocasión ;-).
La única fuente en todo el recorrido.
Daban ganas de quedarse ahí.
Atravesamos la carretera y marchamos a muy buen paso por una amplia pista forestal, la misma transcurría más o menos paralela al arroyo de la Celada, no debían hacer más de once o doce grados de temperatura, y aunque algunos “chicarrones del norte” iban en pantalón y manga corta otros optamos por llevar más ropa encima, hasta mis finos pantalones largos de verano me parecieron poca cosa. Afortunadamente disfrutamos de una mañana soleada y con el ejercicio desapareció cualquier traza de frío que pudiera quedar en el ambiente. Pronto llegamos a la Fuente de la Guitarra... llamada así según nos explicó Enrique (entre otras muchas cosas ese día), por la forma del estanque donde desembocaba... aunque este tenía forma más bien de riñón, estaba parcialmente cubierto por hojas caídas que flotaban cual nenúfares, hojas otoñales de color amarillo provenientes de los abundantes Arces que abundan por aquella zona y que ahora lucen en todo su esplendor justo antes de quedar pelados con la llegada de los fríos invernales.
El bosque animado...
Esa era ya una de las diferencias con nuestros bosques murcianos, la abundancia de árboles de hoja caduca, aparte de una mayor variedad de especies de las que podemos ver en la mayoría de nuestros escasos bosques. Allí junto aquel estanque hicimos una breve parada, algunos aprovechamos para echar un trago de aquel agua fría y deliciosa, nuestro guía nos advirtió que sería la única fuente que veríamos en todo el camino... bueno al menos habría agua en abundancia al volver, aunque iba bien provisto de líquido sabía que si la marcha se alargaba mucho terminaría sin una gota que beber.
El traicionero arroyuelo de la Celadilla.
Abandonamos la pista y cogimos un sendero que partía junto a la fuente y se internaba en un bello bosquecillo de ribera, cruzamos el arroyo “Celadilla” vadeándolo por una zona que apenas tendría un metro de anchura cuando he aquí que tras cruzarlo de un ámplio paso Inma que iba justo tras de mí me dio una voz de alarma … la cámara de fotos que llevaba en el bolsillo con el salto se había caído de mi bolsillo y descansaba en el lecho del arroyo, no se había sumergido del todo pero estaba mojada, se acabaron pues mis fotografías por ese día, le saqué la batería y le dejé la portezuela abierta para que se secara bien, por más que la froté con un pañuelo de papel aquello rezumaba humedad, en fin, mala suerte me dije, ya van dos cámaras de fotos estropeadas en dos meses... demasiado para mí, empezaron a rondarme negras ideas por la cabeza, me dije que tanta mala suerte solo indicaba que mis días de fotógrafo campestre debían terminar o darme un descanso, en fin, procuré que aquello no me afectara y seguir disfrutando del día. Afortunadamente dos días después probé la cámara y esta parece funcionar sin problemas... falsa alarma pero a la vez un toque de atención ¡debo llevar más cuidado!.
¡ Paco que grande eres !
Angel y Beverly parece que se lo están pasando bien.
Atravesamos el bosque, la senda se complica.
El sendero pronto abandonó la ribera del arroyo y comenzó a ganar altura, terminamos en una pista forestal que subía y subía sin pendientes pronunciadas pero sin pausa, había que abandonar aquel bonito valle ganando altura e internarnos en una especie de meseta donde tras cruzar una dehesa nos internaríamos en la zona del Calar, la parte más interesante de la ruta. Hicimos varias paradas durante ese trayecto, las pendientes en ningún momento nos agobiaron pero sí que nos hicieron sudar, hubo que quitarse la manga larga y echar mano del protector solar, ante una ruta tan larga que amenazaba con extenderse ocho o nueve horas hay que ir bien provisto de todo. Afortunadamente somos todos gente con más o menos experiencia y equipamos nuestras mochilas con generosidad.
¡¡Mirad al pajarito!!
¿Quien se tomó el tripi? ... veo cosas raras.
Paco & Angel
¡¡ Hello Beverly !! How are you??
Tras unos kilómetros abandonamos la comodidad de la pista forestal para emprender una travesía por la llamada “umbría del Calar”, era el tramo final para ganar altura y llegar a la dehesa desde donde acceder a esta singular zona... fue la parte más difícil de todo el recorrido aquel día, un sendero que por la falda de unas colinas y totalmente cubierto por hojas y matorral subía, bajaba y en muchas ocasiones simplemente desaparecía obligándonos a tener que buscar rutas alternativas por zonas más altas o bajas y siempre con un piso blando y traicionero de tierra negrisima por el humus que me obligaba a usar los bastones de forma intensa aunque a veces de poco servían ya que se hundían en aquel terreno tan falso que nos obligaba a veces a tantear cada paso en algunas zonas. No fue muy largo el trayecto por esta zona, pero se me hizo eterno y sudé de lo lindo, no ya tanto por el esfuerzo sino por la tensión de tener que caminar pendiente de cada paso, tengo que reconocer que aquella zona a pesar de su dificultad era simplemente preciosa, lamenté no haber llevado la cámara encima porque en alguna de las paradas hubiera echado más de una instantánea de aquel bonito bosque.
Espectacular.
Hay que protegerse del sol.
Angel & Emilia
Vicenta & Inma.
Vimos el primer tejo del día, un árbol mítico, venenoso y a la vez curativo, apreciado, usado y venerado desde la más remota antigüedad, aquella era la ruta de los tejos, estos primeros eran pequeños y más bien raquíticos comparados con los que nuestro guía prometía llevarnos a ver... íbamos en busca de un tejo que dicen las malas lenguas se encuentra por la zona del calar y que es uno de los mayores de España... en esos momentos teníamos todos la impresión de que Enrique sabía donde estaba y que lo encontraríamos sin problemas... mira que somos ilusos ;-).
Camino de la dehesa.
El autor de estas fotos, nuestro colega Pascual.
Por fin llegamos a la zona donde terminaba aquel infernal sendero, Paco “el largo” nos dio un pequeño susto, debió sufrir un bajón de azúcar o algo parecido porque se tuvo que echar y sentar un buen rato para que se le pasara, en una de las paradas dejó un walkie talkie que portaba y tuvo que volver a buscarlo y pegarse una carrera...se debió agotar y luego el esfuerzo le estuvo pasando factura durante todo el día, no fue nada afortunadamente, no obstante en las fotografías se le nota mucho la huella del cansancio y la fatiga que debió arrastrar todo el día sin emitir la menor queja... un tipo duro este compañero nuestro.
Juan Domingo, Pascual y Carlos.
Un servidor en muy buena compañía.
Incluso muerto sigue siendo hermoso.
La senda ahora casi sin desniveles y mucho más amplia nos llevó a través de una dehesa, ya en el tramo anterior encontramos una vaca que andaba perdida por aquella empinada ladera y a la que Pascual intentó retratar de forma infructuosa, ahora nos encontramos con unas cuantas, allí hicimos otra breve parada, siempre con Enrique pendiente del reloj por si íbamos cumpliendo con las etapas en el tiempo prefijado... es una suerte que José Antonio no esté en el mismo plan los domingos ;-). No sé si era un arce el bonito árbol bajo el que Enrique y Vicenta posaron para unas fotos, por allí había varios verdaderamente espectaculares con sus hojas de resplandeciente color amarillo, el suelo estaba tapizado de hojas del otoño y pronto todos esos árboles estarían con las ramas desnudas, habíamos hecho nuestra ruta en el momento justo para disfrutar del campo en su último esplendor. Paco Cifuentes nos mostró el pequeño refugio de pastores donde según nos contó hace bastantes años tuvieron que refugiarse él y un grupo de compañeros y pasar la noche en una de sus excursiones por el Calar. Hasta ese momento había sido el cruce de la dehesa la parte que más me había gustado de la excursión, la escasez de pinos y la abundancia de otros tipos de árboles le daba un encanto especial, cada encuadre y sección de bosque ofrecía una riqueza botánica en cuanto árboles se refiere muy superior a lo que estamos acostumbrados a ver en nuestros bosques, los cuales a veces parecen meras plantaciones de celulosa, aparentemente llenos de vida pero de una gran pobreza y aun así podemos estar contentos de que no abunden mucho los eucaliptos... podría ser peor.
¡¡Vamos Juan Domingo que te quedas atrás!!
Parada técnica.
Enrique y Vicenta posando bajo un árbol espectacular.
Justo a la entrada del Calar nos topamos con un rebaño de vacas, estaban allí pastando y rumiando apaciblemente bajo el sol de la mañana, vi a Pascual en esta ocasión tener más suerte con sus fotos, los animales pasaron de nosotros y en general acogieron nuestra presencia con una soberana indiferencia, debían estar muy acostumbradas al paso de la gente por allí. Pronto los árboles dejaron paso al matorral y la tierra a la piedra... estábamos en el Calar del Río Mundo.
¡¡ Dejadme que quiero estar solo !!.
¿Donde irán estos pesaos?.
Inma como siempre, enamorando a la cámara.
Ya había estado en la zona hace ahora más de año y medio, en mi anterior blog le dediqué uno de sus primeros artículos y la ruta que emprendimos por allí me dejó muy buen recuerdo, creo que la del sábado fue mejor aún, en este tiempo no he dejado de hacer rutas y nuevas amistades, la gente cambia, se va renovando pero creo que mi entusiasmo por realizar estas actividades no hace sino incrementarse ¿me aburriré alguna vez de hacer esto?... que se lo pregunten a Paco Cifuentes, si llego a su edad siquiera con la mitad de ganas que él tiene ya me doy por contento.
En ese punto llegamos a una zona donde el ganado abrevaba, presidida por un enorme depósito de agua, allí se propuso el dividirnos en dos, unos subirían a la cumbre del Argel previa búsqueda del mítico tejo... y otros se quedarían allí abrevando con las vaquitas disfrutando del entrañable olor de las boñigas ;-), al final nadie optó por la segunda y nos dispusimos todos a seguir caminando aunque era ya hora de comer, pronto comenzaron los “descuelgues” y no hubo más remedio que acortar un poco la ruta, nada de subir a la cumbre del Argel, era demasiado y había un par de compañeros que iban bastante tocados, nuestros dos pacos no se encontraban precisamente en su mejor momento.. de modo que tras caminar un buen rato por aquellos senderos pedregosos y subir cuestas rodeados del imponente y majestuoso escenario del Calar hicimos una parada definitiva para comer. Estábamos cansados, a pesar de las paradas debíamos llevar caminando más de cinco horas, decidimos no subir más, no internarnos más en aquella zona y tumbarnos en una loma a comer. Hubo propuestas para descender a una de esas pintorescas depresiones del terreno que salpican el calar llamadas dolinas y ponernos a la sombra pero lo cierto es que el sol apenas molestaba y corría un viento fresco que nos hacía estar a gusto. Juro que noté blando el suelo a pesar de estar constituido por rocas y arbustos espinosos. Pascual y Lope se dieron una vuelta por los alrededores para explorar el terreno, echar fotos y buscar de paso el dichoso tejo... Enrique encabezonado de que el árbol debía encontrarse por ahí estuvo un buen rato perdido buscándolo en vez de descansar con nosotros, cuando volvió y le preguntamos si había comido nos dijo que si... que lo había hecho de pie, no se como aguantó yo en verdad estaba frito y creo que no era el único.
Al día siguiente cuando le comenté a Antonio Garre en la ruta del domingo el asunto de la búsqueda del dichoso tejo milenario, me comentó que él había estado tres veces en el Calar buscándolo sin resultado alguno, de forma que bueno... estar debe de estar, pero me temo que las indicaciones que dan sobre el mismo están equivocadas adrede para evitar que la gente lo localice fácilmente y que siga ahí, creciendo y viviendo en paz unos cuantos siglos más. Aunque me temo que si vuelvo al Calar con este grupo o con otro seguiremos buscándole, una fotografía de este árbol debe de ser un preciado trofeo en la galería de cualquier compañero aficionado a la fotografía ¡premio para el que lo consiga! :-).
Un descanso bien merecido.
Nos disolvemos en tamaña inmensidad.
Impresionante paisaje.
Y emprendimos el regreso, había que darse un poco de prisa porque quedaban pocas horas de sol y había que evitar en la medida de lo posible caminar en la oscuridad por mal terreno, creo que la mayoría llevábamos frontales pero aun así mejor no tener que usarlos. El camino de vuelta fue distinto, nos desviamos de la dirección que habíamos seguido y combinamos el sendero que seguíamos por el calar con el trayecto por una pequeña cuerda montañosa, en un momento los compañeros que iban más rezagados nos dieron unas voces... a lo lejos se veía un árbol, un tejo, y parecía bastante grande, varios nos adelantamos y tras pasar por un terreno abrupto y rocoso encontramos un bonito tejo creciendo en una dolina, de nuevo lamenté no llevar mi cámara... pero no, no era este el árbol que buscábamos, estábamos buscando un gigante con un tronco de seis metros de perímetro, este aunque era más grande que aquellos que habíamos visto en la umbría no tenia ni de lejos esa dimensión. La aproximación al mismo me sirvió para ver en detalle las rocas que componían aquella zona del calar, había taladrados en la misma huecos, algunos tan grandes que uno de mis bastones cabía entero y amenazaba ser tragado … parece increíble que el agua pueda disolver aquella roca hasta ese punto, debajo nuestro el subsuelo debía estar plagado de cuevas... de esas rocas sin duda que provendría el carbonato cálcico que luego al precipitarse forma las estalactitas y estalagmitas... es curioso como la roca desaparece en la superficie disuelta en el agua para posteriormente formarse luego en una cueva.
Descendiendo por fín... ya estamos de vuelta.
Vamos que ya queda poco ¿o no? .
Bufff, cuanto monte vaya empacho.
Volvimos al camino y justo antes de internarnos de nuevo en la dehesa no pude dejar de maravillarme por el paisaje que nos rodeaba, de nuevo maldije mi mala suerte por no poder usar mi cámara porque no tengo palabras para expresar la belleza de ese entorno al atardecer, era impresionante, ni una construcción, ni una señal de presencia humana en kilómetros a la redonda, montañas por doquier, matorrales, colinas, bosques... la zona del calar es digna de ser visitada una y otra vez. Volvimos a encontrarnos con más vacas, este debía de ser otro rebaño porque integrados en el mismo había dos o tres terneros que llamaron nuestra atención, eran unos bellos y graciosos animales que retozaban felices en aquel prado y que terminaron siendo capturados bajo el objetivo de las cámaras. Ahora que teníamos que desandar el camino había que internarse de nuevo en aquel valle y abandonar las alturas, tocaba descender... fuimos bajando por empinados senderos que se abrían paso entre la vegetación al amparo de la sombra de los árboles, hubo alguna que otra polémica sobre el camino a seguir, pero muy breve y afortunadamente quedó demostrado que nuestro guía sabía, sin que sirva de precedente ;-), a donde se dirigía y donde estábamos.
Algunos se lo toman ya con filosofía.
¿Seguro que esto era un atajo?.
No es el que buscábamos ... pero para las fotos nos vale igual.
¿Quien dijo que estábamos cansados?.
Como compensación por no haber encontrado aquel misterioso tejo nos llevó a una ladera en cuyo claro se alzaba imponente uno de estos árboles que si no milenario al menos centenario sí que debía ser … nos comentó que bajo sus ramas hace años montó un campamento en compañía de otros montañeros que se habían internado por aquella zona. Era un árbol impresionante, más grande al natural de lo que se aprecia en las fotos y fue usado rápidamente como fondo para fotos del grupo, era nuestro premio de consolación. Allí descansamos y apuré los últimos tragos de mi bebida isotónica, el resto del camino hasta casi el final lo hice ya sin beber, no quedaba de todas formas mucho por caminar aunque siempre es más de lo que se le dice a uno, no se porqué pero se ve que las ganas de terminar hacen que todas las rutas se encojan en su parte final :-).
Por fin salimos del calar... ahora empieza el descenso.
Seguimos descendiendo ladera abajo hasta un punto donde comenzaba una rambla que nos sirvió de escalera natural para descender aún mas aprisa, Angel aprovechó y se dio una buena carrera cuesta abajo... yo no puedo hacer tal cosa ni jarto vino :-), ¡que vitalidad!, claro que cuesta arriba igual soy yo el que puedo marcar el ritmo más fuerte pero ¿que mérito tiene teniendo en cuenta la diferencia de edad que hay entre nosotros?, ninguno, no dejan de sorprenderme nunca estos montañeros veteranos, cuando pienso en la gente de mi edad o más joven que está hecha “mierda” debido a su vida sedentaria e insana en verdad que paso vergüenza, Carlos, Paco, Angel y algunos más que nos acompañan los domingos son todo un ejemplo para los demás.
Grandes amigos.
Anda Paco si vistes a juego.
Vaya día.
La rambla desapareció y el grupo se fue estirando más y más, pronto la senda se convirtió en un camino forestal, y tras lo que me parecieron unos interminables kilómetros llegamos a la fuente que habíamos visitado a primera hora de la mañana, allí calmé la sed que me llevaba atormentando más de una hora, había sudado como un condenado, durante el descenso de la rambla caí en cuenta que llevaba puesto el polar todavía... la ropa que necesitaba en el calar se convirtió en puro exceso cuando abandonamos aquellos grandes espacios abiertos y perdimos altura. Creo que me embuché algo así como un litro de agua fresquísima, no se como mi garganta aguantó y no terminé esta semana con anginas, aunque tuve cuidado de beberla poco a poco noté el impacto que me producía en el estómago, caminé parte de lo que quedaba de ruta hasta el aparcamiento con una botella en la mano dando pequeños sorbos cada pocos pasos, si hago otra ruta de duración parecida debo llevar más líquido incluso si no hace calor porque sudo como una regadera.
Y ya con la noche que se nos echaba encima llegamos de forma escalonada al aparcamiento, Paco me había comentado que en su gps estaba marcado que la ruta había durado más de nueve horas, de las cuales habíamos caminado casi siete, en total veintiocho kilómetros... no me pareció demasiado exagerado habida cuenta de que el domingo anterior habíamos hecho una ruta de veinte que me pareció durar un suspiro en relación a esta y que aunque larga me dio la impresión de llegar “sobrado” no fue así en esta y me tuve que esforzar en algunas ocasiones casi al 100% para seguir el ritmo de mis compañeros, había sido una ruta casi perfecta en cuanto a buen ambiente entre compañeros, dureza e interés, aunque llevo ya unas cuantas parecidas en las piernas esta reconozco que ha sido de las mejores.
Terminamos la jornada en el pueblecito de Fuente Higuera en un mesón llamado “Casa Juan” si la memoria no me falla, allí cenamos y pasamos un rato agradable comentando la ruta y todo cuanto vino a cuento, estábamos todos muy contentos por la experiencia y lo bien que había terminado al final. Hicimos otra parada en Elche de la Sierra, en esta ocasión para tomar alguna copa y allí el grupo se terminó de disgregar, la marcha había durado todo el sábado, había sido un poco agotadora pero había valido la pena... solo me quedaba en aquel momento el mal sabor de boca del accidente de mi cámara pero bueno, si hubiera podido echar fotos (y no digamos si hubiéramos podido encontrar el dichoso tejo) entonces... bueno entonces ya hubiera sido perfecta y bien es sabido que la perfección en esta vida no se alcanza por más que se busque y si alguna vez se toca es por pura casualidad, seguiremos intentándolo.
¡¡¡ Hasta la próxima ruta !!!
Hola Antonio, soy Eugenio, por lo que he podido leer, tuvo que ser una maravillosa ruta, y además con personas maravillosas a las que tambien conozco. Muy buena narración como siempre sigue así compañero, nos vemos.
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