Si hay que ir se va...
No estaba nada ilusionado con la perspectiva de viajar a los Pirineos este verano, los anteriores viajes a Cazorla y Sierra Nevada me habían mostrado lo agotador que podía ser un largo viaje con el Grupo Senderista de Murcia, en aquella ocasión habían sido cuatro días... pero en este caso se trataba de siete, dos se perdían en el viaje de ida y vuelta más cinco días realizando las acostumbradas rutas combinadas con las salidas nocturnas... el caso es que a pesar de haberme pasado la vida oyendo cosas sobre los Pirineos, viendo fotografías y no haber estado nunca allí no tenía la menor ilusión por hacer este viaje, parte de la culpa también la tenía la información que se me había estado filtrando acerca de la gente que marcharía en ambos turnos... la mayoría de los compañeros con los que más trato tengo habitualmente marchaban en el primero, del segundo apenas conocía a nadie, esa era la impresión que tenía... de modo que me dije ¡anda y que le den a los Pirineos!, palabra, no hice el menor esfuerzo por apuntarme al segundo turno, el de agosto, el único al que por motivos de trabajo podía ir. Siempre ando al quite con la programación del grupo y soy de los primeros en apuntarse a los viajes, en este caso pasé olímpicamente, dejé que se llenaran las plazas, en un primer momento no pensaba ir.
Un día camino al trabajo a mediados de mayo me crucé en la calle con una compañera habitual de los viajes, no tanto de las salidas de domingo, y le pregunté si iba a ir a Sierra Nevada, me dijo que no pero que si que estaba apuntada al viaje de los Pirineos del verano, justo al segundo turno, le comenté que no pensaba ir, que me había hecho demasiado el remolón y que ya no tenía plaza... me animó a apuntarme porque seguro que habría cancelaciones, le tomé la palabra, soy así y a veces necesito que me den un empujón... pues nada me apunté esa misma mañana y a los pocos días se producían una serie de cancelaciones que me hicieron entrar en el juego... si no es por ella no tengo la menor duda de que me hubiera quedado como un tonto la primera semana de agosto disfrutando del suave verano de nuestra querida Murcia.
Julio fue un mes “infernal”, tanto en el trabajo como en cuanto a temperaturas, pero pasó antes de que me diese cuenta, hice los preparativos con mucha rapidez y tras algunas compras estaba listo para ir al valle de Arán con los colegas del grupo... no esperaba nada especial de este viaje, echar fotos como un poseso, jugar alguna partida de ajedrez con Eugenio y Clemente y machacarme el cuerpo con las acostumbradas rutas de montaña ¿pasarlo bien?... bueno eso ya se vería, al menos iba a viajar y alejarme durante una semana de todo, eso si que me apetecía de verdad. En Sierra Nevada Pascual, comentó delante de mí “da igual lo que hayas visto por España, Sierra Nevada, Gredos, Picos de Europa... todo eso está muy bien pero los Pirineos son especiales, la primera vez que los ves te aplastan... “ estaba deseando comprobar si tenía razón, si aquella cordillera de cientos de kilómetros de longitud y casi ochenta en su parte central era tal cual me imaginaba, iba a ver un lugar conocido, al menos de nombre, desde mis días de colegio y me preguntaba tras ver Sierra Nevada si era posible que existiera un lugar más impresionante, iba a ser todo ojos y mi cámara con dos baterías a tope y capacidad para más de mil fotografías iba a estar siempre disponible al alcance de mi mano para dar cumplido testimonio de todo lo observado.
Comienza el viaje...
Primer día – Un largo camino.
Llegué puntual, como casi siempre, a la cita con el autobús y el resto de los compañeros, me preguntaba quienes irían en el segundo turno, poco a poco fueron llegando... Pascual, Vicenta, Fina, Carmen, Antonio Paredes, Eugenio y Clemente, Jaime, Andrea, Diego, Antonio Gómez, Gillermo y su hijo, Mauri, Pepe Nicolás, luego se sumarían Pilar, Curro y su mujer, Manolo, Paco, Esther que había participado en el primer turno y nos esperaba allí... etc etc... ¡caray! y yo con pena por si no conocía a casi nadie, había otros compañeros menos conocidos por mí, he olvidado sus nombres ya, pero con los que también había compartido experiencias en viajes anteriores, incluso estaba Nuria, desconectada del grupo desde hacía año y medio, las caras conocidas eran mayoría, la cosa empezaba bien desde luego que formábamos un equipo de primera y no es porque yo estuviese en él ;-).
Arrastré como pude el tremendo maletón que llevaba esta vez, nada de macutos, solo mi bolsa de mano y este tremendo bulto donde había amontonado la mochila, comida, montones de camisetas de algodón, pantalones, bastones, botas... la Biblia en pasta. No quería tener que comprar nada y acarreé todo lo que pude, como bien apuntaba días después un compañero de viaje “el tamaño de tu maleta es directamente proporcional a tus miedos”, ese “por si acaso” que me domina antes de empezar un viaje, esa ansiedad por desconocer lo que se me viene encima hace que eche de todo... y da igual la experiencia, creo que ya es algo crónico.
Y ale, a pasar todo el santo día metido en el bus, tuve como compañero de asiento en la ida a Antonio, desconozco su apellido, y era de esos colegas que apenas conozco, no se si era la primera vez que marchaba de viaje con nosotros, estuve tranquilo y me dediqué a escuchar el mp3 que llevaba disfrutando con el último trabajo de Dream Theater, casi tres horas de rock verdaderamente demoledor, ... al menos al principio, porque iba en la parte de atrás del autobús donde un Pepe Nicolás más despendolao que de costumbre, que ya es decir, ejerció de animador sobre todo en las últimas horas... hacía tiempo que no me reía tanto y creo que la gente que iba a su alrededor también, me pregunto que debieron pensar los colegas de la parte de adelante, no creo que ninguno pudiera echar una cabezadita con los coros de risas que les tenían que llegar desde atrás.
Encuentro con el primer turno...
En una área de servicio en Tarragona eché las primeras fotos, allí paramos para comer, era un local que estaba muy bien organizado y me dejó buena impresión, ¡servían tapas con la bebida!, la camarera de la barra, una chica muy guapa por cierto, me tuvo que repetir varias veces “¿que va a tomar de tapa?” porque no pensaba que hablara en serio, ¿tapas con la bebida en Cataluña?, bueno... para ver cosas hay que estar vivo, con una cañita acompañada de una especie de ensaladilla y un monumental plato de estofado de rabo de toro llené el buche... demasiado papeo para un día de “culo sentado”, pero bueno había que tomar reservas por si a la jornada siguiente hacían falta ;-).
Allí nos encontramos con los colegas del primer turno, Silvestre, María José, Damián, Pepe Tomás, Dani (espero que ya recuperado de su lesión), Juan Domingo, Conchi, Pepe y Rita... parecían cansados, el sol les había castigado de lo lindo en sus rutas... me dio la impresión de verles más morenos... les pregunté si habían dejado montaña para nosotros, parece ser que sí ;-), y piedras a go-go por lo visto, nos íbamos a hinchar de piedras. Se marcharon pronto de allí, les quedaba todavía mucho camino y se les veía con ganas de volver a casa, a ver como nos iba a ir a nosotros.
Antes de emprender el viaje había imaginado como sería el encuentro con ellos y me sorprendió que a pesar de algunas sonrisas, besos, y apretones de manos aquello parecía un poco frío, no es de extrañar... nosotros íbamos al lugar de donde ellos venían con pena, ellos volvían tras haber dado el “do de pecho” en aquellas apartadas tierras ¿volveríamos nosotros así?, ya se vería.
Y tras una sesión interminable de carretera, varias paradas, paisajes varios que no dejaban entrever nunca donde nos estábamos metiendo llegamos al Pirineo... la luz disminuía al final de la tarde, nubes de tormenta cubrían el cielo... la previsión del tiempo no era demasiado halagueña, tormentas para ese día y lluvias para el siguiente, pero bueno como la primera ruta sería floja si había que hacerla bajo la lluvia … pues vale. Nos encaminamos hacia el túnel de Viella, sesiones inacabables de curvas por carretera de montaña, bordeamos un enorme pantano, nos cayó una granizada... el paisaje ganaba espectacularidad por momentos, nos estábamos internando en los Pirineos, en su corazón mismo... entramos en el túnel, varios kilómetros de luces artificiales, no soy especialmente aprensivo con los espacios cerrados pero reconozco que cuando el autobús salió de allí respiré de alivio, no se mis compañeros pero estaba deseando llegar.
Al otro lado del túnel... no es posible...
Al otro lado del túnel nos esperaba el Valle de Arán en todo su esplendor, aunque era la última hora de la tarde había suficiente luz como para hacerse una idea de donde nos estábamos metiendo, sentí un escalofrío cuando pensé en el día siguiente y como se vería aquello con más luz... simplemente acojonante, enormes montañas por todos lados, prados verdes y bosques... y en medio de todo ello un profundo valle por donde discurría el Garona salpicado de pueblecitos que parecían sacados de las postales de los Alpes, todo techos a dos aguas de pizarra gris oscuro, balcones de bella madera con abundantes maceteros con flores, torres acabadas en bonitas cúpulas puntiagudas, todo nuevo, reluciente, limpio, con aspecto de haberse gastado dinero a porrillo por todas partes, era una sensación irreal... no es posible, esto no es España, el túnel nos ha transportado a otro país, a otro mundo... tenía la impresión de haber entrado en un puñetero parque temático ¿nos cobrarían entrada nada más bajar del bus? ;-).
Dejamos atrás Disneylandia, perdón Viella, con sus calles empinadas, balcones floreados, tejados de pizarra y paredes de piedra para encaminarnos a nuestro destino, el pueblecito de Salardú, calcado a la mayoría de los pueblos de la zona, visto uno vistos todos, todos hermosos pero sin diferencias marcadas, allí parecía que hacían las casas a molde ¿donde andan los suburbios? ¿donde los polígonos?, ni un papelito tirado en las calles, ni un contenedor de basura, ni una papelera ¿donde estaba el desorden “made in Spain”? ¿donde los desconchados en las paredes y las pintadas? ¿y las aceras rotas? ¿y las obras?... los araneses a aquellas alturas parecían seres virtuales más dignos de un videojuego que del mundo real, juro que me dio la impresión de que aquella gente ni cagaba ;-).
Un lugar “acogedor”...
Todavía bajo el “shock” del espectáculo que se nos había presentado la última media hora en nuestra llegada a aquel singular lugar llegamos al albergue, por las engañosas fotografías de su página web había pensado que estaría en un lugar algo apartado... nada de eso, en el mismo centro del pueblo, si es que aquel villorrio tenía algo parecido a un centro, naturalmente el albergue era el único edificio feo del pueblo, el único sin fachadas de piedra, aunque eso sí... con su tejadito de pizarra tal y como mandan las normas de construcción del lugar. En un lugar de alto nivel nosotros estábamos seguramente en el único lugar “barato”, éramos por así decirlo los pobretones del lugar, amontonados en habitaciones de a cuatro con la ducha y el lavabo pegaitos a las literas... y menudas literas, el que se caiga de la cama se mata, como para llegar por la noche borracho, palabra había que subir y bajar escalera, nada de subir de un salto... me tocó como siempre una en lo alto, junto a mi cabecera había dos tubos, uno de agua caliente que quemaba como un demonio y otro con agua tan fría que se cubría de gotas condensando la humedad de la habitación, era importante no equivocarse al tocarlos, ambos calentaban y mojaban mi almohada, el techo quedaba tan cerca que ya la primera noche me dí un buen coscorrón al incorporarme en la cama... menos mal que no había vigas :-). En fin tal y como lo bautizó Antonio Gómez, que junto con Antonio Paredes y Diego eran mis compañeros de la habitación 209 ,recordad el número, aquello parecía “el camarote de los hermanos Marx”.
Tras acomodarnos como pudimos, había tanta falta de espacio que tuve que poner mi enorme maleta en el ropero, y la ronda de duchas bajamos a cenar al comedor, habíamos oído noticias contradictorias acerca de la comida que servían allí... a unos les había gustado a otros no, en fin lo mejor era “probarlo” sobre el terreno. Tengo que decir que ni fu ni fa, es cuestión de gustos pero he comido mejor en otros albergues, también peor, aquello simplemente cumplía y tampoco se podía pedir más... creo que al final fue mucho mejor que estuvieran las cenas incluidas en el precio, de no haber sido así el grupo se hubiera dispersado cada día algo que odio en los viajes, hacer tantas cosas juntos para luego dividirse en “grupitos” de amistades afines donde se rompe la armonía general, así que nada … bien por las cenas, salvo por el pequeño detalle de que no me gustan los purés y los consomés y allí me harté de comida para viejos y enfermos, cada noche de primero un platito de cagarro... cuando no tenga dientes ya tomaré purés ;-).
Turismo nocturno...
Con Jaime a la cabeza nos aventuramos a realizar una visita guiada al pueblo tras la cena, allí el único monumento digno de tal nombre era la iglesia del siglo XII, de estilo románico tardío casi gótico, como la mayoría de las de la zona, tenía una bonita torre octogonal muy posterior con la cúpula puntiaguda característica de la zona, era impresionante la vida nocturna de aquella localidad... es decir, ninguna :-), en los alrededores de la iglesia podían haber rodado perfectamente una nueva versión de “Nosferatu”, un lugar verdaderamente tétrico que emanaba recuerdos de aquellos terribles tiempos... por fin algo auténtico :-), el cementerio al igual que todos los de la zona tal y como íbamos a poder comprobar, estaba pegado a la iglesia y de noche tenía un aire fantasmagórico, no he visto nunca cementerios como los de aquellas tierras.
El paseo por las calles de aquel pueblo “fantasma” de noche no hizo sino acentuar la sensación de que estábamos en un lugar especial, es increible el cuidado que han puesto los lugareños en preservar su patrimonio y tenerlo todo tan cuidado incluidos los edificios más antiguos, y eso que estábamos en temporada baja... allí en invierno debe haber una animación tremenda, ahora en verano era un remanso de paz... la de los cementerios por lo que ví.
Y como no podía ser de otra forma terminamos la jornada en el único pub del pueblo, al menos el único que nos señalaron y en el que dimos con nuestros cansados huesos noche tras noche, tenía una bonita y pequeña terraza, una pequeña barra donde tardaban una eternidad en servirte y lo mejor de todo, una zona de “esparcimiento” dotada de un futbolín, un sofá, varias mesas con numerosas sillas y un rincón para jugar a los dardos y otro para jugar al billar holandés, el nombre técnico es “Sjoelback” y no “Schilte” como le llamamos, Schilte es realmente tal y como he podido averiguar por Internet uno de los principales fabricantes de estos artefactos, era el único gratuito del pub y rápidamente tuvo gran éxito entre nosotros, Esther que había estado allí la semana anterior me explicó como se jugaba, se trataba de deslizar unas maderas cortadas a modo de medallones por un tablero y colarlas en unas ranuras... unas chinchetas marcaban la puntuación, distinta según la ranura donde entraran... en fin, una chorrada pero hay que ver el juego que dio el condenao. Jugué también un par de partidas de ajedrez con Eugenio y Clemente que me convencieron de que no tenía nada que hacer contra ellos, al menos en partidas sin límite de tiempo... en rápidas estoy convencido de que hubiera planteado más batalla ¡ay si hubiera llevado reloj! :-).
En fin, la revancha para otra ocasión. Y así con tan prometedor comienzo terminó nuestra primera jornada, a ver que nos deparaba el viaje en días sucesivos.
Segundo día – De pueblo a pueblo.
Íbamos a comenzar la presumiblemente más floja y fea ruta de nuestro viaje, se trataba de llegar en autobús a Viella para salir de allí caminando en dirección a Vilac, y pasar por varios pueblecitos que se encuentran “en línea” para terminar cruzando el río Garona y regresar a Viella por la margen izquierda del mismo, en resumidas cuentas un agradable paseo para estirar las piernas tras haber pasado un día entero metidos en el autobús y un buen aperitivo para lo que nos esperaba más adelante. El desayuno en el albergue de primera, al menos para mí, pan con mermelada, zumo, café con leche, magdalenas, queso en porciones... no es de extrañar que durante mi estancia en el valle de Arán apenas almorzase, salía atiborrado del albergue cada mañana con azúcares, cafeína e hidratos de carbono para regalar.
Salimos de Viella recorriendo la margen derecha del Garona, uno de los principales ríos de Francia que con una longitud algo menor que nuestro Guadalquivir viene a nacer en el Pirineo Catalán, pronto dejamos la ciudad para internarnos por senderos elevados con unas bellas vistas al valle que nos llevaron directamente a Vilac, nuestra primera etapa, este pueblo es llamado “la yema” del valle de Arán, y no es de coña pero en la fachada del Ayuntamiento, creo, había un cartel con el dibujo de un huevo :-), seguramente marca el punto medio del valle.
En un jardín junto a una fuente de buen tamaño hicimos una parada, la ruta no solo era corta sino que además la estábamos haciendo con calma, se trataba de dar un ligero paseo tomándonos todo el tiempo posible... ya habría tiempo para cansarnos al día siguiente. Hubo sesiones interminables de fotografías, tiempo para almorzar y las primeras tomas fotográficas de cementerios, al menos a la luz del día, nos chocó mucho la costumbre que vimos que había en aquellas tierras de enterrar a gente sin lápida, solo una cruz y un montículo de tierra cubierto habitualmente de flores... también había tumbas más tradicionales con lápida y todo pero predominaban las otras, sin duda alguna pertenecientes a la gente más humilde que no se puede costear una lápida, no se no se … yo no compraría flores ni verduras en este valle, a saber donde han crecido ;-).
Historias de otros tiempos...
Dejamos Vilac y nos encaminamos hacia los siguientes pueblos, Mont y Montcorbau, en el primero se volvieron a repetir las fotografías de la iglesia y cementerio, aunque en esta ocasión tuvimos un guía, no sé si era el párroco de Mont o simplemente un seglar al cuidado de las instalaciones de la iglesia, el caso es que nos vio sentados descansando en la puerta de la iglesia y amablemente pasó a saludarnos y estuvo explicándonos muchas cosas, recuerdo que comentó que había empezado a usar el castellano a partir del año 1945 y que la gente del valle emigró en masa a Francia tras nuestra guerra, que casi toda su familia estaba enterrada en el país vecino y que durante muchos años el valle estuvo casi incomunicado con España, hasta la apertura del túnel durante el invierno quedaban aislados del resto del país. Nos comentó también que la gente del valle de Arán hablaba el “Aranés”, una antigua lengua emparentada con la ya desaparecida lengua “d'oc” que se hablaba en el sur de Francia y que actualmente solo se habla allí en el Valle de Arán y en una zona de Italia. El hecho de que aquel valle hubiese sido español y no francés se debía únicamente a la voluntad de aquellas gentes de vivir independientes, para el rey de España era mucho más difícil controlar la zona y cobrar sus tributos dada la incomunicación en la que vivían, no obstante tras la revolución francesa los araneses quisieron ser franceses, evidentemente para no tener rey aunque fuese un rey “de papel” como el español. Ello da idea del carácter de aquel pueblo tan apegado a sus tradiciones y a sus inaccesibles,y bellísimas, tierras. A ellas volvieron años después tras haber hecho dinero en Francia. En fin, ni son franceses, ni españoles, ni catalanes culturalmente... empezaba a cuadrarme un poco todo.
Aquel hombre nos abrió la iglesia, nos mostró una gran cruz de plata que guardaba en aquella iglesia y nos comentó también los desmanes y destrozos ocurridos en el valle durante la guerra civil, pensaba y no era el único, que la guerra civil difícilmente podría haber afectado a aquellas inaccesibles tierras, pues no, tuvo también su ración de violencia que no terminó con el conflicto ya que hubo maquis por aquellas latitudes con la consiguiente persecución y exterminio desde este lado de la frontera. Nos despedimos de aquel buen hombre dándole las gracias por sus explicaciones, si los araneses son en general gente hosca y cerrada, como todos los pueblos montañeses, aquel tipo debía ser la excepción.
Salimos de Mont y nos encaminamos a Montcorbau por un bonito sendero, en un punto nos encontramos con una madre y su hijo que andaban acompañados de un simpático perro que estaba tendido cuan largo era en un arroyo refrescándose la panza, ella nos comentó que en invierno aquel chucho que parecía mezcla de mastín y labrador llegaba a romper la capa de hielo de los charcos para meterse en el agua... un comportamiento insólito la verdad. ¿Quien dijo que aquella ruta era fea?, habría que ver las otras pues, porque el camino que nos llevó al siguiente pueblo era verdaderamente bonito, tras Montcorbau y alguna que otra foto a la fuente, unos gallineros, la iglesia y el cementerio de turno llegamos a Betlan, al borde del Garona, desde allí el camino se tornó más agreste, se terminó el “turisteo” de pueblo a pueblo, retornábamos siguiendo el margen izquierdo del Garona enfilando directamente a Viella donde pararíamos para comer y pasaríamos parte de la tarde. Ya quitado el óxido de mis piernas tras la monumental sentada del día anterior empecé a recuperar mi forma física habitual y lancé mis primeras carreras cuesta arriba, había que sudar un poco.
Una vez en Viella José Antonio nos indicó la plaza de la iglesia como punto de reunión y nos dio tiempo hasta las cinco y media, creo recordar, para volver al autobús. Había sido un paseo de doce kilómetros a un ritmo lento y pausado, no me había dado la impresión de ser poca cosa aunque hubo bastantes compañeros que no fueron de esa opinión y se animaron a volver caminando a Salardú y añadir ocho kilómetros más a la ruta de aquel día. Pasé olímpicamente de hacer tal cosa y no porque no pudiera simplemente quería reservarme, el viaje era largo y quería terminarlo lo más entero posible.
Comí muy bien acompañado por algunos compañeros, y compañeras sobre todo ;-), en un bar que estaba frente a la fachada de la iglesia de Viella, aunque consultamos el menú terminamos comiendo a base de “pinchos” estilo Lizarrán, allí en el restaurante eché una fotografía a otra de buen tamaño que colgaba de la pared, mostraba el Valle de Arán nevado en épocas pasadas. Si aquella región ya impresiona en verano con sus tonos vivos de verde y su luz... en invierno es ya el no va más. Tras la comida nos aventuramos a visitar la iglesia, románica por supuesto aunque con añadidos de épocas posteriores como es habitual allí. Acabada la comida tocó ir a buscar un lugar para tomar café... con Jaime a la cabeza y tras dar vueltas y más vueltas por aquella encantadora localidad, hay lugares donde de verdad vale la pena perderse, encontramos una bonita cafetería donde dimos buena cuenta de unos cafés, infusiones y deliciosas piezas de chocolate con piñones y cereales.
¿Donde está el oso? …
Sin dejar de hacer fotos regresamos lenta y perezosamente a la plaza de la iglesia, allí tomé el autobús tras ver como un buen grupo de compañeros partía hacia Salardú a pié. De camino al albergue algunos compañeros le pidieron al conductor que parase en Artíes, a cuatro kilómetros o menos de Salardú, por lo visto había una especie de mini-parque zoológico con un ejemplar de oso y querían verlo, animado por Antonio Paredes me decidí a acompañarles, tuvimos que preguntar donde estaba el dichoso oso a algunos lugareños, nos entretuvimos Antonio Paredes, Fina y yo en una tienda de productos típicos de la zona y perdimos la pista a los demás... encontramos la jaula del oso por nuestra cuenta pero lamentablemente el animal no estaba, debía andar acostado en la osera porque por fuera de la misma no andaba, es más incluso dentro de la jaula había un gato que jugueteaba con parte de la comida que le habían echado al plantígrado... pues si que estamos bien.
Posteriormente Alicia me mostró las fotografías que había tomado del animal, por lo visto le pillaron “haciéndose la cama”, es decir amontonando paja en la osera de modo que por muy poco no le llegamos a ver. Al marcharnos de allí volvimos a preguntar por el camino de vuelta y nos encaminamos a Salardu, en Artíes creo recordar que entramos en una iglesia, desde la puerta se veían unos impresionantes frescos románicos pero no nos detuvimos a verlos ni fotografiarlos, cobraban entrada... imagino que eso sería lo habitual en las iglesias de la zona si los milicianos de la FAI durante la guerra no se hubieran cargado todas aquellas valiosas obras de arte, ahora tendrían un buen negocio montado, otro más.
En nuestra vuelta a Salardú pasamos por otra localidad, cuyo nombre se me ha olvidado, tras preguntar de nuevo la dirección naturalmente, es curioso que en un valle donde solo hay dos direcciones posibles, río arriba y río abajo, tome uno tantas precauciones... pero tratándose en este caso de tres integrantes de “la peña de los perdíos” (véase mi anterior artículo ;-), toda precaución es poca... allí nos esperaba el refugio tras nuestro largo periplo y allí estaba de nuevo la ducha, el comedor, la terracita en el jardín... tras el aseo de rigor eché algunas partidas con Juan, un compañero aficionado al ajedrez que resultó ser un rival mucho más asequible que Eugenio y Clemente, aun así consiguió un puntaje a su favor por tres a dos, pero al menos conseguí vencerle en dos partidas, no era fácil porque es un rival muy cauteloso, correoso diría yo, pero al menos se le puede batir... la cena en la misma línea del día anterior, de primero … bueno mejor ni nombrarlo, de segundo y tercero ensalada con algo sólido a lo que hincar el diente, el postre en general bien.
Por la noche hasta el filo de las doce tocó la habitual cerveza en el pub con la ronda de jugar a las “maderas”, no sé como no destrozamos aquel chisme. Clemente se puso de árbitro y hubo mucho cachondeo porque el tío no dejaba de animar y “echar una manita” colocando las fichas que se quedaban a medio y “recolocando” las mismas para poder introducirlas de un golpe con facilidad... en fin, que las puntuaciones de aquel día no valieron demasiado ;-).
La primera jornada me dejó muy buen sabor de boca, había sido una ruta sencilla en la que nos habíamos recreado todo lo posible y visto una zona preciosa... se terminaron con aquel día las rutas “turísticas”, al día siguiente teníamos el primero y el más importante de las dos “etapas reina” de aquel viaje, ya veríamos como terminaban los colegas que habían derrochado energías. Vicenta me tiró alguna puya durante la cena, normal porque no es habitual verme renunciar a ningún esfuerzo en una ruta y en poco tiempo me había visto hacerlo dos veces, quedaban días todavía para demostrar que no, no se me estaba “aflojando el culo” ni estaba enamorado ni nada de eso ;-), en un viaje no se trata de como empiezas sino de como acabas y de los esfuerzos del primer día luego nadie se acuerda.
Tercer día – El valle de las rocas.
Y llegamos a la etapa más dura del viaje, tras la mariconada del día anterior ahora tocaba una ruta dura, y nunca mejor dicho. De cabeza al Valle del Gerber, un antiguo glaciar donde transitaríamos por abruptos senderos de montaña, vadeando riachuelos y bordeando lagos hasta llegar a un refugio de montaña tras lo cual... bueno veamos como fue y donde carajo nos metimos.
El autobús nos dejó en la Peulla tras subir el puerto de la Bonaigua, una sucesión de cerradas curvas con un majestuoso paisaje, hubo momentos en los que tuvimos el Aneto a la vista, en aquellas alturas todavía quedaban restos del hielo de los glaciares... incluso en el mes de agosto, era precioso, nos apartábamos del Valle de Arán pero a cambio íbamos a meternos en una zona ya libre de presencia humana, salvo la nuestra y la de los numerosos visitantes de la ruta claro está. Empezamos a caminar ascendiendo por una ladera que nos llevaba directamente al valle del Gerber, una zona abrupta e increíblemente pedregosa salpicada de bellísimos lagos.
A pijo sacao...
Desde el principio me puse en el grupo de cabeza, José Antonio marcó un ritmo fuerte, había que terminar la ruta antes de tiempo para recibir un “premio” en forma de cumbre, la idea era llegar al refugio, fin de la ruta, con tiempo sobrado para desde allí aquellos que quisieran se encaminaran a hacer una cumbre, la elegida era el pico “Amitges”, la consigna era caminar rápido era una carrera contra reloj para hacer todo lo posible aquel día, un contraste verdaderamente brutal con la ruta “setonera” del día anterior, supimos que los colegas del primer turno no habían podido hacer ninguna cumbre por culpa del excesivo calor de modo que en cierta forma José Antonio debía tener una espina clavada y en aquella ruta quería echar el resto.
La primera parada junto a un lago, increíblemente bello como todos los de la zona, el paisaje espectacular, lo podéis ver en las fotos, altos y abruptos montes cubiertos por la bruma, zonas de pastos verdes alternándose con rocas, pinos, corrientes de agua, flores... un paisaje bucólico y digno de ser contemplado con calma... otro día claro, reconozco que poco nos tuvo que apretar José Antonio a los que íbamos siguiéndole los pasos, estábamos con hambre de montaña... aún no lo sabíamos pero aquel día nos íbamos a hartar :-).
Vaya palizón...
Las vistas eran increíbles, ahora viendo las fotografías todavía me parecen más irreales aún, tras el último tirón llegamos a un pequeño lago cercano al refugio, habían sido solo seis kilómetros, pero menudo ritmo... cuando vi al grupo de cabeza parado fue como si hubiera llegado a un oasis en pleno desierto... me tiré panza arriba cuan largo era encima de una engañosa alfombra verde llena de púas, casi ni noté los pinchazos.
Nos pusimos en marcha enseguida, a lo lejos se vislumbraba la cuenca del glaciar con sus picos deshechos, el refugio quedaba cerca, allí terminaba la ruta de los menos atrevidos, o de los más sensatos y comenzaba la aventura de los más curiosos... tengo que decir que el tiempo se portó magníficamente tanto ese día como el anterior, hacía calor vale, pero no excesivo, además el cielo nublado nos permitió movernos con más energía, la ruta que hicimos aquel día hubiera sido casi imposible de haber tenido lluvia o un sol implacable como el que sufrieron nuestros compañeros del primer turno.
¿Seguro que hay que subir por allí? ...
El refugio era un módulo prefabricado de metal de color naranja, iba a ser nuestro punto de referencia para la vuelta, desde el mismo se vislumbraba un lago y tras el mismo la cuesta pedregosa que llevaba a la cumbre del Amitges y otros picos vecinos que formaban la cuenca del glaciar, semejantes a los montes de Mordor en El Señor de los Anillos, picos abruptos y dentados, feos de cojones, estaban como embutidos en un inmenso vertedero de piedra ¿que altura habían tenido originalmente aquellas cumbres antes de desmoronarse?, seguro que habían superado los tres mil metros, ahora contemplábamos su esqueleto e íbamos a encaramarnos al mismo por sus pedregosos restos.
Ya había terminado la ruta, lo que estábamos haciendo era un “extra”, en ese punto podíamos habernos parado o caminado de vuelta, pero bueno tocaba hacer cumbre de modo que ale, en marcha... el terreno difícil y las bajadas no son precisamente mi fuerte, camino con muchas precauciones, despacio, paro para echar fotografías (dad las gracias por ello ;-), no podría escribir aquí si no hiciera tal cosa... eso significa que me toca quedarme rezagado en esos tramos complicados y tengo que caminar solo en muchas ocasiones.
El glaciar y la madre que lo p...
En la más absoluta soledad crucé las riberas de aquel lago glaciar y sorteando rocas como pude me encaminé aquella abrupta ladera, de verdad no se todavía como no reculé y volví por donde iba, mis compañeros se alejaban por la ladera y yo solo podía adivinar, o intentarlo al menos, por donde habían pasado. Brochazos rojos aquí y allí y pequeños mojones de piedra señalaban el camino de ascenso, había que caminar por bloques de piedra semejantes a los que hay en los rompeolas, poniendo mucho cuidado en donde se apoyan los pies, buscando agarres para las manos, con los bastones como ayuda en muchas ocasiones y como estorbo las más veces.
Fue una pequeña pesadilla, en el infierno imaginado por algún escritor debe haber algún rincón como este donde los miedosos como yo se enfrentan a sus temores, miedo a dar un paso en falso, a resbalar, a verme con una pierna tronchada sin poder avisar a nadie y quedarme allí... uno no piensa en esas cosas cuando se ve en un lugar como ese, de hecho no piensa en nada, pones toda tu atención en donde va el siguiente apoyo, donde agarrarte en el siguiente paso, en ver si puedes dar la zancada lo suficientemente larga... los problemas habituales, tu vida y tu historia quedan a años luz, allí solo estás tu, las rocas, el cielo como techo y el corazón que amenaza con salírsete del pecho en aquel lugar fantasmagórico envuelto en un silencio casi sobrenatural, con cada paso dejas la marca de tu sudor en las rocas... que lejos que te sientes de todo y que pequeño.
Cuanta belleza, si tan solo pudiera disfrutarla...
Poco a poco salí del “rompeolas”, ascendí por la ladera y tomé una referencia más clara de por donde ir, cerca de mí unos cuantos metros más abajo subía Antonio Paredes bien provisto de unos finos guantes con los que agarrarse a aquellos bloques de granito áspero como la lija, tenía mala cara, estaba pasándolo tan mal como yo o peor aún. En mi caso el esfuerzo me estaba causando hasta angustia, en los tres años y pico que llevo en esto ha sido la ruta más dura, y no por el desnivel ni por los kilómetros, sino por el terreno tan malo con el que tuvimos que lidiar ¿los paisajes y las vistas? … acojonantes, anda echadle un vistazo a las fotografías que como todos sabemos nunca llegan a reflejar la verdadera grandiosidad del paisaje... ¡si hubíeramos podido disfrutarlo! ;-).
Esos picos abruptos y descarnados, ese mar de rocas, ese cielo preñado de nubes, esas lagunas de color azul turquesa, esa paz increíble, el murmullo del viento, el silencio... de verdad, era uno de esos sitios que toda persona debería ver antes de morir... y allí estábamos nosotros, resoplando, sudando y subiendo como auténticos cabrones encaramados en las rocas, extraviando el camino cada dos por tres, luchando contra la fatiga y con la ropa empapada … ¡que no me falten nunca esas cosas por favor! :-). Ni sendero ni leches en vinagre, terminamos alcanzando la cumbre moviéndonos de roca en roca, subiendo no se ya con que fuerzas y agarrándonos donde podíamos, no había tierra, todo piedra, ni un trocito de hierba, ni un trozo de tierra donde sentarse, haciendo a veces equilibrios y malabarismos en las rocas, de verdad no se como no me rompí la crisma.
Cumbre por fin...
En la cumbre los colegas de la habitación 209 nos hicimos una foto, fuimos la única habitación que colocó a sus cuatro componentes en aquella cumbre, está feo que lo diga pero le echamos cojones, una manera de hablar claro... porque allí también estaban Alicia, Rosa, Nuria y Vicenta, mujeres más duras que las rocas que pisábamos... doy fe ;-). Acompañé al grupo en su descenso hasta el collado que forman el Amitges y el pico Saboredo ¡anda si había sendero para subir!, y Antonio y yo subiendo como monos por la ladera de piedra en piedra :-), allí en ese pequeño collado nos quedamos la mayoría, José Antonio con un pequeño grupo marchó a hacer cumbre en el Saboredo... le hubiera acompañado de buena gana pero estaba harto, quedaba la parte más difícil para mí, la bajada, y no sabía como me responderían las rodillas, el fantasma de una lesión planeaba sobre mi conciencia y decidí no jugarmela ya había sufrido bastante. Al final nos quedamos en aquel collado solos Eugenio y yo, los demás con Clemente a la cabeza comenzaron el descenso por una “vía alternativa”, ahorraba camino de vuelta pero en cambio tenía su riesgo... no me la jugué y decidí esperar y caminar junto con José Antonio.
Un descenso de pesadilla...
Pronto regresaron los compañeros y me sumé al grupo, la bajada aunque me resultó complicada en este caso lo fue mucho menos que la subida, pude aguantar el tipo y seguir el ritmo hasta el lago... allí al cruzar de nuevo el “rompeolas” me volví a quedar descolgado, y esa fue la tónica ya durante el descenso, no quedaba ya nadie en el refugio, todo el mundo había emprendido la vuelta sin esperar a José Antonio, una y otra vez alcanzaba al grupo cuando este se detenía para volver a quedar descolgado, gracias a Pascual no estuve más tiempo caminando solo pero al final me entretuve en beber un poco de un arroyo, la sed me andaba martirizando desde hacía más de una hora, y de nuevo perdí el paso... incluso el sendero, y mira que era fácil, anduve desorientado unos minutos, por el camino que sorteaba uno de los lagos me encontré con un chico que subía caminando con muletas, le faltaba una pierna... siempre que veo a alguien con muletas me veo a mí mismo no hace tanto tiempo, veo que con fuerza de voluntad incluso con una mutilación como esa se puede hacer mucho, y yo quejándome del dolor de mis rodillas... sentí envidia por mis compañeros que me adelantaban, debe ser maravilloso el poder bajar de una montaña sin dolor y sin miedo a que una de tus articulaciones diga “hasta aquí has llegado macho”. Finalmente tras unos minutos interminables caminando solo y negros pensamientos en los que me veía desubicado del grupo, ni tan flojo como para hacer las variantes fáciles ni tan fuerte como para seguir a los que eligen las más fuertes... iban a tener que hacer una tercera alternativa para mí. Lo confieso, me sentía avergonzado ¿que estupidez verdad? por no haber podido seguir el ritmo de los demás.
Allí en un lago estaban el “grupo de cabeza”, José Antonio y Alicia se estaban dando un baño, llevaba toalla y un bañador que me había prestado Antonio Paredes... pero no pude darme un ansiado chapuzón que me hubiera sabido a gloria, había que ponerse en marcha, es lo malo de quedarte rezagado ya no puedes parar. Así terminé el resto de la ruta, enfadado, no con nadie sino conmigo mismo, apreté el paso y terminé la ruta a paso de legionario, no quería terminar el último en esos momentos solo deseaba que la ruta terminase cuanto antes... eché unas fotografías a un lago que exhibía unos tonos de azul increíbles y no pude sino pensar que era una pena tener que pasar con tanta rapidez por allí, igual no veo esos paisajes más en mi vida y era una lástima no haberlos disfrutado más.
Aquella dura jornada terminó con rapidez, tras el aseo y la muda de ropa limpia vino la cena y seguidamente me acosté, no dormí bien, había cenado demasiado y aquello me daba vueltas en el estómago, pero ni estaba de humor ni tenía energías para pasar aquella noche por el pub me sentía exprimido como un limón, demasiado esfuerzo y demasiados nervios solo quería que aquel día terminase de una puñetera vez.
Cuarto día – Paseo por los prados.
Amaneció el cuarto día de nuestro viaje y tocaba ruta “setonera”, al menos para los que no quisieran caminar mucho, la marcha del día anterior se había cobrado su tributo en forma de ampollas y lesiones, Clemente tenía una rodilla jodida tras haber sufrido un percance en aquella bajada tan complicada, en mi caso mis pies lucían unas hermosas ampollas fruto del terreno rocoso y del ritmo endiablado que llevamos junto con las piernas del color del salmonete gracias al sol, me había echado abundante crema protectora... pero no en las piernas, craso error, aquel día las embarré varias veces pero el daño ya estaba hecho y no perdieron el color sonrosado hasta el último día.
Como premio por haber sido unos buenos chicos el jefe nos obsequió con una ruta improvisada y de nivel bastante flojito, un paseo por los prados desde las pistas de Baqueira hasta la localidad de Montgarri, el núcleo habitado más elevado del Valle. Me embadurné los pies con vaselina, había que hacer la ruta y aguantar el dolor de mis ampollas evitando que fuesen a más, me preocupaba sobre todo el día siguiente... si aquello no se curaba muy malamente podría hacer la ruta del miércoles que prometía ser más interesante, esas eran mis preocupaciones en esos momentos.
El autobús nos dejó en una zona cercana a las pistas de esquí, una inmensa alfombra verde serpenteada por numerosas corrientes de agua y ocupada por varios rebaños de vacas y caballos que amenizaron nuestra travesía por la misma, en el cielo ni una nube, lucía un sol espléndido pero no hacía demasiado calor por ser la primera hora de la mañana. Era todo un lujo y un descanso para mis dolidos pies caminar por aquel prado, a lo lejos se veía una colina con bosques, la cual rodearíamos para llegar a Montgarri, seis kilómetros de ida y seis de vuelta a lo sumo, tal vez menos.
Rebaños que se cruzan ...
Hubo varios encuentros con los rebaños de vacas, recuerdo que advertí en broma a los compañeros que llevasen mochila de color rojo :-), en alguna ocasión un par de terneros bastante jóvenes se pusieron nerviosos al ver invadido su camino y echaron alguna carrera... fue bastante cómico ver a los compañeros salir pitando para apartarse, eran animales muy dóciles y acostumbrados a la presencia humana de modo que en ningún momento corrimos peligro alguno. Particularmente tierna fue nuestra reunión con un rebaño de caballos, en su mayoría eran potrillos y hembras preñadas, nunca había visto caballos de esa raza, eran percherones, anchos, de crines rubias, nada que ver con la estilizada figura de los pura sangre andaluces. Hubo muchas fotos con ellos, en cuanto dejabas que te olfateasen la mano se prestaban a las caricias y a las poses fotográficas, eran unos animales nobles y bellos, recuerdo uno que estuvo siguiendo a Angel Maestre durante unos cuantos metros ¡Angel has ligado con una rubia! :-).
Sol = pupa ...
Dejamos atrás aquel prado y las desiertas estaciones de esquí para aventurarnos por un camino en dirección a las colinas tras las que se encontraba Montgarri, volví a embarrarme las piernas de protector, el sol ya me escocía en las mismas... solo había llevado pantalones cortos al viaje y empezaba a preguntarme si aquella super-protección factor 50 y consistencia de escayola sería suficiente. El sendero pedregoso puso a prueba las ampollas de mis pies, menos mal que había llevado vaselina, procuré no hacer el burro ni echar las habituales carreras para tomar fotos del grupo... ese día tocaba tomárselo con calma y caminar lo menos posible, tenía que curar aquello como fuera.
Tras almorzar al abrigo de la sombra de una pinada junto al camino emprendimos el tramo final que nos llevó a Montgarri, desde lejos se veía su alta torre, más que pueblo era un conjunto de cuatro casas en torno a una iglesia de tamaño desproporcionado para una aldea, aquel lugar sufrió mucho los desmanes de la guerra civil y a pesar de haberse reconstruido no había recuperado ni por asomo el esplendor de aquellos tiempos previos a la contienda. Convertido en una atracción turística el interior del recinto de la aldea se había transformado en bar y tienda de souvenirs, de algo tiene que vivir la gente allí. El entorno era, como no, verdaderamente espectacular, creo que todos los que llevábamos cámara tomanos muchas instantáneas de nuestra aproximación a la aldea. Junto a la misma corría un río de aguas cristalinas que nos ayudaría a paliar el calor del medio día a la hora de la comida, como habíamos llegado con tiempo de sobra José Antonio y la mayoría del grupo se fueron a dar una vuelta por los alrededores para hacer tiempo para comer, yo y unos cuantos más nos quedamos apalancados en el chiringuito que había en un rincón del recinto, nada de esfuerzos extra, era mi consigna para ese día, tenía que curar esas malditas ampollas no tenía otra cosa en la cabeza.
Holgazaneando bajo los árboles...
Allí esperando al resto del grupo me embutí en el cuerpo un litro de rica cerveza mientras charlaba con Eugenio sobre asuntos muy duros de la vida, el dolor, el sufrimiento y la pérdida de seres queridos es posiblemente el tema más común entre las personas. Hacía un día estupendo para holgazanear y estar tranquilo, atrás quedaban mis tribulaciones y agobios del día anterior, necesitaba curarme, descansar y disfrutar, y eso es lo que hice aquel día. Cuando llegaron los compañeros salimos del recinto y marchamos al prado que había junto a la aldea y el río, allí bajo la sombra de unos enormes árboles echamos una buena siesta, remojamos los pies en el río y seguimos con la sesión de fotos, el día se prestaba a eso.
A la hora señalada nos pusimos en marcha hacia el lugar donde nos esperaba el autobús, no vi a la gente con ganas de machacarse ni con prisas, quien más quien menos estaba un poco tocado y nos lo estábamos tomando con calma. La vuelta fue muy tranquila, José Antonio decidió obsequiar a los más osados con una ampliación de la ruta, el autobús se detuvo en lo alto del puerto de la Bonaigua y allí desembarcaron unos cuantos compañeros, volverían a Salardú caminando, eso añadía siete u ocho kilómetros a la ruta del día, con unos cientos de metros de desnivel descendente, sentí no acompañarlos pero en verdad que no estaba para muchos trotes en esos momentos solo tenía en la cabeza la ruta de los dos días siguientes y quería descansar.
Tarde de compras y ajedrez...
Tras la llegada al pueblo aproveché para ir de compras al super antes de entrar al albergue, allí me aprovisioné de unas cuantas latas, zumos y un curioso vino en lata que no había visto nunca, me compré un pack de cuatro. Tras el aseo y muda con ropa limpia tocó una sesión de ajedrez aunque en este caso como espectador, tras las sesiones con Clemente, Eugenio y Juan andaba un poco escaldado y preferí quedarme como espectador de una partida entre Juan y Sebastián, ambos jugaban con gran cautela y se tomaban todo el tiempo del mundo en cada jugada, hubiera sido desesperante de no haberse producido posiciones interesantes en la partida, allí estábamos cinco compañeros alrededor del tablero absortos en la lucha, hubo un momento en que la cosa alcanzó un punto crítico y eché una foto, luego Eugenio me animó a echar otra al tablero aunque ya se habían efectuado varias jugadas, la impresión que me dio es que las negras, conducidas por Sebastián habían desperdiciado su oportunidad, para los curiosos aquí tenéis las posiciones que he pasado al ordenador y han sido analizadas por Rybka, programa campeón del mundo:
1ª) Aquí la ventaja es clara para las negras gracias a su peón de más... si juegan blancas se recomienda peón a f4, si mueven las negras torre a e5... aun así todavía queda mucha lucha y no está nada decidido.
2ª) Aquí hay una ventaja clara, aunque no decisiva, para las blancas si les toca mover. Si mueven negras la posición está totalmente igualada. Como veis la ventaja negra se ha esfumado. Si mueven blancas se recomienda la jugada alfil a d2 con jaque, en caso de que jueguen las negras recomienda torre a f2. Sigue sin estar la partida decidida y ya se trata más bien de una guerra de nervios donde es la resistencia y el dominio de sí mismo lo que cuenta... de verdad que sigo prefiriendo mis partidas rápidas a este muermo :-).
Al final Juan se llevó la partida pero me dio la impresión de que el resultado podía haber sido muy distinto, desde luego que no querría tener esta posición en una partida, las posiciones “técnicas” son difíciles de jugar bien y basta el más mínimo error para perder. Tablas hubiera sido un resultado mucho más justo. Tras la partida dimos Eugenio y yo unas cuantas charlas sobre ajedrez a un embelesado Sebastián que seguramente no imaginaba que el ajedrez pudiera ser tan “complicao” :-), especialmente divertido fue la lección que Eugenio nos dio a los dos de una celada en la apertura Escandinava que reproduzco de memoria a continuación para los curiosos y aficionados al ajedrez:
e4, d5 (queda planteada la defensa)
exd5, Cf6 (las negras rehusan recapturar en d5 de momento)
d4, Cxd5 (se produce la captura... hasta aquí todo normal)
c4, Cb4?! (las blancas hostigan al caballo y he aquí que se produce la sorpresa)
Da4+, Cc6 (se diría que las negras se han dejado un caballo ya que el defensor de c6 va
a ser hostigado inmediatamente)
d4, Af5 ( y ya está tendida la trampa, si las blancas capturan en c6 las negras saltan con el caballo a c2 y para evitar el mate en d3 tienen que cambiar su dama por dos caballos, a cualquier otra jugada las negras saltan a c2 y la posición blanca queda hecha unos zorros)
La hora de la cena nos deparaba una pequeña sorpresa, era el cumpleaños de Fina y los compañeros de mesa decidieron darle una pequeña sorpresa, consiguieron en la cocina un par de velas con forma de número, que evidentemente no reflejan su edad ;-), y con un bizcocho improvisaron una tarta de cumpleaños. Hubo apagada de velas y cumpleaños feliz, fue un detalle simpático para terminar el día.
Por la noche en el pub, esta vez si que fui, la acostumbrada ronda de bebidas y furiosas partidas al Sjoelback donde las chicas demostraron que estaban a nuestra altura, batí mi record... 45 puntos, aunque duró poco porque Maite lo dejó finalmente en 47, a ver si alguien consigue alguna vez llegar a los 50, si la cosa iba medio bien pasabas de 30, pasar de 40 era ya difícil. Y así terminó aquella jornada, quedaban dos marchas todavía más la vuelta a Murcia, mis pies estaban bastante bien, había temido que se pusieran peor pero afortunadamente la vaselina hizo su trabajo y las botas de montaña dejaban el espacio libre justo donde hacía falta para evitar que aquello fuese a más... aquel día Nuria nos tomó unas instantáneas de la habitación 209 al completo, Antonio Paredes me dio un tirón de orejas por haber faltado al descenso desde La Bonaigua pero conseguí cerrarle la boca cuando le mostré los “paisajes” tomados desde la habitación, eran otro tipo de vistas … ejem ejem, corramos un tupido velo ;-).
Quinto día – Bosques, calor y cervezas.
El plan para aquel día consistía en una marcha circular desde la población de Les, pasaríamos por Bausen y nos daríamos una vuelta por el bosque de Carlac para regresar a los mismos pueblos, una ruta sencilla sin demasiadas complicaciones aunque con unos respetables 700 metros de desnivel que iban a poner a prueba nuestras piernas y sobre todo nuestra resistencia ya que había amanecido otro día espléndido y allí no tendríamos el consuelo de hacer una ruta sin cuestas y sencillita... íbamos a sudar la gota gorda.
Eché en mi mochila las guarrerías que había comprado el día anterior, un zumo “limon&nada” con sabor a hierbabuena, unos tacos de “patas estilo pulpo” y unos restos de calamar marca “guau”... además de dos vinos en lata para coger un buen pedo a la hora de comer y desinfectar mi boca de paso :-).
El pueblecito de Les me gustó, aquello no era tan turístico como las localidades que anteriormente habíamos visitado y se respiraba bastante tranquilidad, hicimos una pequeña parada en la plaza del pueblo donde se exhibía una especie de “cucaña” formada por un enorme tronco con unos travesaños, debían estar en fiestas, de allí caminamos hasta una pequeña ermita que realmente eran los restos de una iglesia, solo quedaba en pie el ábside, había una figurita de San Blas en el altar, allí nos volvimos a reagrupar. Salimos del pueblo, cruzamos el río Garona y una carretera y nos encaminamos hacia Bausen, un pueblo situado en la falda de una montaña, hasta allí teníamos que llegar por empinados senderos bajo aquel sol veraniego.
Otra vez echando mano del botiquín...
Llegamos regados de sudor con la ropa y el cuerpo empapados, el esfuerzo de la subida combinado con el calor nos estaba castigando de lo lindo, volvimos a aprovisionarnos de agua en la fuente del pueblo, no se la que pude beber pero creo que allí mismo debí apurar más de un litro de mi botella, la volví a llenar, no pensaba pasar más sed en ninguna ruta. Eso aparte de mojar mi gorra y sumergir mi cabeza en el abrevadero lo que hizo que tuviese que reponer el protector solar de mi cara. Posteriormente tuve que atender a Antonio, el compañero con el que había compartido asiento en el viaje, tras una desafortunada caída que le dejó una fea herida en la rodilla mientras subía unas escaleras, en lo alto del Amitges ya pasó lo mismo con Eugenio, posteriormente usé el betadine para atender a una compañera, yo mismo tuve que usarlo en la última ruta... el Pirineo se cobró un buen tributo en cuanto a contusiones y heridas, allí íbamos todos de pantalón corto y éramos carne de cañón entre tanta piedra. Antonio el conductor del autobús, nos acompañaba en la ruta, en este viaje hemos tenido un conductor de verdadero lujo, es un hombre acostumbrado al ejercicio y suele salir a correr de modo que aquello no le era duro para nada, es la primera vez que veo al conductor caminar con nosotros como un compañero más... a ver si otros toman nota, de verdad que no saben lo que se pierden ;-)
Simplemente felicidad...
No sé ni como pero empecé a animarme un montón, aquel día en previsión de que fuese una dura jornada marché todo el tiempo con mi mp3 enchufado con la música atronando en mis oídos, creo que debió influir mucho en mi estado de ánimo, lo necesitaba porque contaba con una ruta dura en la que pensaba sufrir lo indecible si mis ampollas no se curaban... y me encontré en cambio disfrutando a cada paso, a pesar del calor, las rodillas habían dejado de molestarme y me sentía fenomenal, hubo momentos en aquella subida y en la siguiente rumbo al bosque de Carlac en las que me vi saturado y envuelto en la más absoluta felicidad, estaba disfrutando como un crío, ese es el motivo de mis carreras cuesta arriba y de tanta fotografía, estaba extasiado con el paisaje con el hecho de estar allí en aquel momento inolvidable rodeado de mis amigos senderistas, no me hubiera cambiado por nadie del mundo ¡que lejos y que absurdo quedaba mi desánimo de dos días atrás!.
Allí tras dejar el pueblecito de Bausen contemplé alguno de los más bellos paisajes de nuestras rutas, ascendíamos por una ladera con las altas montañas y sus glaciares con hielo todavía visible ¡no me lo puedo creer con el calor que hacía!, a nuestra izquierda unos prados de verde tan intenso que hacía daño a la vista, había dejado mis gafas olvidadas en la habitación pero hubo momentos en que dudé si las llevaba puestas o no porque aquellos colores tan vivos parecían irreales, nos reagrupamos en la ladera justo antes de entrar en el bosque... fue una bendición hacer aquella ruta precisamente ese día, la única con largos tramos a la sombra.
El bosque encantado...
Y entramos en el bosque, altos árboles nos cobijaban del implacable sol, la senda aparecía tapizada de hojas y por fin la temperatura se hacía soportable, se veía humedad y musgo por todas partes, era como esos bosques de los cuentos o las películas, muy poco que ver con nuestros pinares, al poco de entrar en el mismo nos reagrupamos de nuevo y empezaron a destellear los flases de las cámaras, por desgracia no era el lugar idóneo para echar fotos y en general el resultado, al menos de las mías, no es precisamente bueno, pero en fin, había que dejar constancia de ello, aunque había breves tramos al sol predominaba una espesa sombra que nos resguardaba del astro rey que lucía en todo su esplendor aquella mañana de agosto.
Siesta a la sombra...
Vadeamos un ancho arroyo y allí mismo nos quedamos para comer, estábamos ya volviendo sobre nuestros pasos y tan solo había que seguir el camino para regresar a Bausen y de allí hasta Les el camino no tenía pérdida, todo estaba muy bien señalizado. José Antonio puso la opción a quien la quisiera de comer en el pueblo, la mayoría nos quedamos allí, a la sombra, tumbados en aquella alfombra de hojas y arropados con el murmullo del agua, era un lugar delicioso... en las frías aguas del arroyo enfrié una de mis latas de vino, vi hacer lo mismo a un compañero con un botellín de plástico, aquellos trozos de calamar enlatado y el zumo me supieron a gloria, hasta el vino me pareció aceptable :-), tomé fotografías del entorno y terminé relajándome hasta casi echar un sueñecito.
Regreso escalonado...
Poco a poco fueron desfilando mis compañeros, apuré el tiempo allí porque no me apetecía alejarme de ese lugar, al final me levanté, me sacudí el polvo y las hojas y me puse en camino, fui acompañado en la vuelta al pueblo por Antonio Paredes y Juana, las vistas eran impresionantes porque el bosque tenía grandes claros que dejaban el camino despejado y se podía contemplar a nuestra izquierda un profundo valle con un pueblecito encaramado en la ladera de la montaña, pueblo que como todos los de la zona parecen sacados de una postal, no vi ninguno que no tuviese la misma fisonomía de tejados a dos aguas de pizarra con esas iglesias con su torre terminada en una cúpula puntiaguda.
¿Donde está el bar?
Al llegar a Bausen nos encontramos con que el único bar del pueblo estaba cerrado a cal y canto, de modo que los compañeros que habían partido antes de nosotros habían seguido caminando hasta Les, formamos un nutrido grupo en torno a la fuente, allí volví a empapar mi gorra sahariana y lavarme la cara, hacía calor pero no nos faltaba agua, Pepe Nicolás se animó a darse un baño en el abrevadero, nos reímos mucho con él, hasta se sumergió, cabeza y todo, en aquella agua y se hizo unos largos... ;-), que tío, es una de esas personas que llevan la espontaneidad en la sangre y saben pasárselo bien allá donde estén.
Así estábamos cuando llegaron los demás con José Antonio y Alicia cerrando la fila, marchamos con ellos aunque hubo alguna chica que se quedó rezagada para darse un buen baño, Pepe les había dado envidia ;-). Ahora si que apretaba el calor de lo lindo, estábamos en plena canícula, en la hora más calurosa y todavía nos quedaba un buen trecho hasta llegar a Les, menos mal que la mayor parte del camino estaba a la sombra... aun así hacía mucho bochorno y llegamos al pueblo bajando por unos interminables escalones de piedra que hicieron sufrir a mis rodillas y debieron quedar marcados por el rastro del sudor que chorreábamos.
El bar por fin...
Nada más terminar la cuesta empedrada vimos a Curro delante de nosotros, allí mismo estaba el bar, uno bien grande, habían puesto unos aspersores y creo que todos hicimos lo mismo, nos metimos por esos chorros de agua sin esquivarlos, e incluso hubo alguna compañera que pasó una y otra vez aprovechando que al ir vestida con falda aquello... era más refrescante ;-), me pedí una jarra de cerveza bien grande... al verme la cara la chica que me atendía debió sentir pena porque inmediatamente fue a buscar una jarra bien helada, ¡que bien me supo!, tras terminarla me tomé otra, no me importaba si agarraba una cogorza, aquel día creo que me lo había ganado al igual que todos, había sido una ruta preciosa y solo el exceso de calor hizo que no la disfrutásemos más, creo que aquel día fue el que mejor me lo pasé de todo el viaje.
Salimos de aquel bar y nos encaminamos a la plaza donde estaba aparcado el autobús, hubo tiempo para hacer compras por el camino y terminamos remojando nuestros pies en una fuente pública, hubo momentos en los que temí que viniera algún policía a darnos un toque de atención, afortunadamente no fue así y tras una breve visita a un bar para tomarme un buen café helado embarqué con mis compañeros de vuelta a Salardú.
Durante la cena hubo otra sorpresa, le hicieron un regalo y cantaron cumpleaños feliz a Encarni, una simpática compañera, médico de profesión en la especialidad de rehabilitación, que aquellos días se estaba ganando el cielo con nosotros, había atendido esguinces, ampollas... no era su cumpleaños pero decidieron hacerle un pequeño homenaje, como llevaba una mochila muy deteriorada le regalaron una nueva, la muchacha se sorprendió y emocionó un montón, desde luego que no se lo esperaba, fue el punto y final a un día excelente. Por la noche como no... más de lo mismo, alguna que otra copa en el pub y las acostumbradas y furiosas partidas al Sjoelback en las que sacamos astillas de aquella vieja madera.
Sexto día – La excursión estrella.
Y llegó el último día que íbamos a pasar en el Valle de Arán, tras las rutas efectuadas anteriormente era bastante escéptico sobre lo que íbamos a ver aquel día, habíamos visitado pueblos, caminado por un espeso bosque, por prados con paisajes impresionantes, grandes espacios abiertos y también abruptas montañas, vadeado ríos, caminado por la orilla de lagos tan bellos que quitaban el hipo de la impresión ¿que más nos podía quedar? ¿que podía ya ofrecer una ruta para merecer permanecer en nuestra memoria?, más de lo mismo como mucho, todo se descubriría ese día.
Viaje en taxi...
La excursión incluiría una ruta por el circo de Colomers, el mayor circo glaciar del Pirineo, un valle en forma de U del que antaño partió un enorme glaciar que dejó la zona arrasada, ahora no hay hielo pero han quedado numerosos lagos, unos 48 en total, en una zona bastante ámplia, hablamos de kilómetros cuadrados de paisaje desolado y pedregoso circundado por montañas y salpicado de lagos de aguas cristalinas. Como novedad nos desplazaríamos en taxis a la zona, allí no podía entrar el autobús, me tocó compartir uno de los asientos delanteros con Angel Maestre, como conductor teníamos a un taxista marroquí, de Larache, con el que Angel mantuvo una animada conversación, nos habló del coste de la vida allí, que aunque los sueldos no estaban mal había muchos gastos, que si la luz era carísima y que la gente de aquel lugar no le ponía las cosas demasiado fáciles al trabajador que venía de fuera, eran por lo visto bastante huraños y fríos rozando la mala educación... el aislamiento y el clima imagino.
En nuestro desplazamiento pasamos delante de los baños de Tredós, allí terminaríamos la ruta a la vuelta, eran unos baños de aguas termales, sulfurosas para más señas, típicos de la zona... había otros semejantes en Les. Algún compañero aprovecharía una ruta algo más corta para tomarse su tiempo en el balneario y darse un bañito, yo por mi parte como mucho ya me contentaría con remojar mis pies en un arroyo.
Vaya flipe de lago...
Los taxis fueron llegando y de ellos fueron bajando el resto de mis compañeros, pronto emprendimos la ruta hasta el lago mayor de Colomers, encerraba sus aguas una presa y podíamos ver el refugio en la orilla opuesta, por allí volveríamos al término de la ruta. Las aguas como las de todos los lagos que vimos estaban mansas, cristalinas y brillaban como espejos bajo el sol de la mañana, me recreé echando fotos en la zona jugando con el reflejo del paisaje en la superficie del lago, allí tomamos un bocado que en mi caso consistió solamente en un botellín de zumo “limon&nada”, como salía atiborrado cada mañana en el desayuno me podía saltar tranquilamente el almuerzo, lo malo es que aquel subproducto de dudosa procedencia aunque estaba rico, muy bien conseguido el sabor del limón, repetía una barbaridad... la próxima vez haré caso a una compañera y lo tomaré mezclado con ron ya que es ideal para hacer un “mojito instantáneo” :-).
Más y más lagos... menudo empacho...
Partimos hacia nuestro primer objetivo, el Estanh Obago, los colegas que iban a hacer el circuito corto se separaron de nosotros al cabo de un rato, aunque el sol de la mañana me estropeó algunas fotos al final terminé sacando los paisajes que nos encontrábamos de una forma bastante digna, era una zona de pastos verdes, árboles supervivientes de las nevadas, muchas rocas y preciosos lagos, uno tras de otro, caminábamos de lago a lago y sin demasiadas prisas, José Antonio no quería castigarnos demasiado aquel día y teníamos tiempo de sobra, aunque hacía calor no era ni mucho menos el sofoco del día anterior, se notaba bastante que estábamos en una zona más elevada.
Tras una interminable sucesión de bucólicos paisajes el camino empezó a subir, abandonamos la ribera de un lago para empezar a ganar metros, nos estábamos aproximando al Estanh Obago, íbamos paralelos al recorrido del glaciar pero todavía teníamos que meternos en su “cauce”, para ello había que subir y atravesar más adelante un collado. Tras una fuerte subida llegamos al lugar previsto, la vista era impresionante, delante de nosotros varias peñas peladas y deshechas en rocas me recordaron el pedregal de la ruta del lunes... aunque en un tamaño mucho menor. Allí paramos para tomar un bocado, de nuevo me contenté con un brick de zumo. José Antonio se entretuvo en hacer la cabra delante de nosotros en unas peñas tras explicarnos por donde continuaba la ruta... había que ascender por el collado de Podo que teníamos enfrente, entraríamos en el circo de Colomer y solo quedaría continuar el antiguo curso del glaciar.
Collado p' arriba...
De modo que no habían terminado las subidas aquel día, más ascensos complicados por zonas pedregosas, me quedé de los últimos a conciencia porque deseaba tomar abundantes fotografías, el entorno era en verdad singular, nunca había estado antes en un valle glaciar y en aquel viaje ya llevaba dos con ese. La subida fue divertida pero también agotadora, muchos tramos donde tener que usar las manos y zonas donde los bastones eran un estorbo más que una ayuda, pero eso sí … a una escala mucho menor que lo vivido en la ruta del valle del Gerber. Nos reagrupamos en lo alto del collado y pregunté a José Antonio si íbamos a comer ya, pues no, todavía no porque era temprano, habíamos realizado casi todo el desnivel previsto para ese día pero teníamos que marchar glaciar abajo, aquel era el punto más alejado de la ruta y nos quedaba todo el trayecto de vuelta. Nos pusimos rápido en marcha, esta vez casi todo el camino ya cuesta abajo, pasamos por senderos abruptos y tuvimos a nuestro alrededor unas vistas majestuosas del circo de Colomer, no necesitábamos más la naturaleza allí creaba un espectáculo impresionante.
¿De que sueño salió este lugar?...
Aquella llanura salpicada de lagos engarzados en rocas era posiblemente el espectáculo más bonito del que habíamos sido testigos en aquel viaje, es justa la fama que tiene, bebí al igual que casi todos los días de aquellas aguas cristalinas sin el menor problema estomacal, fue una constante en este viaje el probar agua de lagos, fuentes y arroyos, un agua excepcionalmente pura y tan blanda que no tardabas nada en volver a sentir sed, era como beber agua destilada, ya se que tendría bacterias y que había ranas del Pirineo por todas partes pero ni me molesté en potabilizarla, creo que el agua del grifo que tomamos en Murcia está mucho peor ;-).
Cerré la marcha junto con Alicia y Juana, no tenía prisa y había muchas fotos que hacer, estábamos de vuelta y no había ningún reto ya que asumir, ningún pico al que subir, solo restaba caminar por aquel terreno tan duro como hermoso, ni una población a la vista, kilómetros y kilómetros de roca en medio de la nada... hay que estar allí para vivirlo, en aquel lugar reinaba una paz difícil de imaginar. Nos agrupamos en torno a una bella laguna al abrigo de la escasa sombra que proporcionaban unas peñas, amontonados contra la roca disfrutamos de una tranquila comida y alguno que otro intentó echarse una siesta. Al llegar el último me tuve que conformar con lo que mis compañeros me dejaron, afortunadamente me acomodé como pude y conseguí permanecer al abrigo del sol.
Si bebes no camines por piedras...
Con la comida me tomé las dos latas de vino que llevaba, no tenía comida para tanto alcohol de modo que terminé un poco achispado, lo suficiente como para que durante la vuelta mis reflejos me traicionaran y me pegase un buen guarrazo contra el suelo, todavía luzco las cicatrices en mi pantorrilla izquierda, aquel era un terreno muy malo, bastaba el menor percance para hacerse sangre, encima yendo como íbamos de pantalón corto, no fui el único que volvió del viaje con magulladuras, terminé metiendo la pierna en un arroyo para limpiar la tierra de las heridas y usando mi propia medicina, es decir la tintura de yodo que llevaba en la mochila y la cual al aplicársela a alguien siempre le advertía “te advierto que escuece un poco, lleva una cuarta parte de alcohol”... vaya si escocía ;-), pero bueno, son heridas “de guerra” que se lucen casi con orgullo... no es lo mismo decir “¿esta cicatriz? bueno me la hice en el Pirineo en una dura ruta caminando por un glaciar” que comentar “¿esto? bueno... pisé una caca de perro caminando por San Antolín y... “ ;-).
Rescate en directo...
Ahora si que caminábamos a buen ritmo, total casi todo el camino era cuesta abajo, pronto nos asomamos al lago Mayor, donde estaba la presa con el refugio saliendo a nuestro paso... hacia allí se encaminaban mis compañeros, Antonio Gómez y yo íbamos rezagados, él no se pero yo andaba tan tranquilo y tan entretenido echando fotos tras curarme la pierna que no tenía prisa... en eso que empezamos a escuchar el flap-flap de un helicóptero, le vimos aparecer tras las colinas y empezar a moverse por el cielo encima del lago, pensé ¿que hace este tío?, pronto lo averiguamos, empezó a bajar y perder altura... debajo en la orilla había un par de excursionistas ataviados con trajes negros de montaña, creo que eran una pareja, en principio no me llamaron la atención pero pronto vimos que ellos eran la causa de la aparición del helicóptero, la chica por lo visto se había fracturado una pierna y habían llamado al teléfono de emergencias, allí estaban, el helicóptero casi se posó en el agua y del mismo saltaron dos hombres uniformados de rojo, tal y como nos enteramos después eran bomberos. El helicóptero tras dejar a los bomberos se elevó en el aire y dando vueltas se fue a posar a un helipuerto que había junto al refugio, mis compañeros estaban casi todos allí, les veía con las cámaras disparando como posesos a la escena que se estaba desarrollando delante de sus narices, sin embargo Antonio Gómez y yo fuimos más afortunados ya que al estar rezagados lo vivimos todo en primera línea, el camino donde estábamos pasaba justo al lado del lugar donde se estaba produciendo el rescate. Pronto el helicóptero volvió a elevarse en el aire y volvió a entrar en escena, allí mismo izaron a la muchacha con un arnés seguramente tras entablillarle la pierna, tuvo suerte de estar en un sitio de tan fácil acceso y de que el accidente le ocurriese a este lado de la frontera... en los Pirineos franceses le hubiera costado una pasta.
Nos reunimos con los colegas en el refugio, el espectáculo del rescate era el tema de conversación, mostré orgulloso las fotos que había echado del helicóptero y entré al refugio a tomarme algo para quitarme el susto... una lata de aquarius, nada de alcohol ya hasta que terminase la ruta, con una caída había tenido bastante :-)... tres euros la dichosa lata, menudo sablazo. De allí emprendimos la vuelta hacia el punto del que habíamos salido por la mañana … estuve a punto de gritar de coña ¡taxi taxi! al ver algunos allí reunidos, pero no, había que volver caminando hasta el balneario, allí estaban ya los de la ruta “floja” que estaban volviendo a Salardú cuando les apetecía.
Aguas torcidas...
Quedaban todavía unos cuantos kilómetros de ruta pero había tiempo de sobra para hacerlos, aquella zona se encuadraba en el parque llamado “aigues tortes”, osease “aguas torcidas” en catalán, según nos comentó José Antonio el nombre venía de los meandros que hacía el río que la atravesaba, aquello en otra época fue la cuenca de un glaciar que se convirtió en un enorme lago y ahora quedaba un río y numerosos lagos más pequeños, el hielo a su paso había dejado una llanura arrasada donde ahora había bonitos prados creciendo encima de tierra porosa por debajo de la cual corría el agua, en ese prado nos entretuvimos un buen rato, en vez de seguir el sendero trazado nos aventuramos en el mismo con José a la cabeza caminando con cuidado y tanteando el terreno para no “meter la pata”, aquello parecía un prado digno de la peli “sonrisas y lágrimas”.
Abandonamos el prado para retornar al curso del río, tras cruzar un puente nos encontramos con una poza y una cascada en el curso del mismo, una zona ideal para darse un baño, allí se bañaron unos cuantos y otros menos atrevidos nos contentamos con sumergir nuestros pies en aquellas frías aguas, si quedaba algo de las ampollas de mis pies debieron desaparecer en aquel momento, aquel largo remojón me supo a gloria.
El balneario de Tredós...
Tras permanecer bastante rato remojando los pinreles me puse en marcha, caminé aquel último tramo hasta el balneario en compañía de mis colegas de la 209 pero en vez de ir directamente a la parada de taxis nos metimos en el balneario, para lo cual tuvimos que pasar alguna peripecia, algunos dieron un rodeo, otros vadeamos el río, el puente se hallaba clausurado y bueno no quise que me llamaran la atención... vadear aquello no fue fácil y tuve que volver a sacar los bastones de mi mochila, aun así terminé mojando mis botas. Ya al pasar por la orilla del río unos compañeros que se encontraban en el balneario nos habían saludado de modo que fuimos a verle, eran Angel, Guillermo y su hijo que se encontraban en aquel jacuzzi de aguas sulfurosas, para llegar hasta ellos tuvimos que levantar una barrera digna de “los picapiedra”... allí estaban ya arrugados de tanto tiempo de estar a remojo, algunos si que saben :-). Nos tomamos unas copas en el chiringuito del balneario, allí se estaba de maravilla, pronto llegaron los últimos, el resto de los compañeros o habían partido ya en taxi a Salardú o se amontonaban en la parada desesperados por irse de allí.
Nosotros no teníamos prisa la verdad :-), al final tras la ronda de bebidas y apurar los frutos secos que algunos compañeros guardaban todavía en las mochilas levantamos el campo, la última jornada había tocado a su fin, solo quedaba la llegada con la habitual ronda de aseos, ponerse ropa limpia, hacer tiempo para la cena y luego la obligada visita al pub... ¡bufff cuanto estres! ;-).
El acto final...
Durante la cena hubo otra sorpresita, sí otra más, el hijo de Guillermo cumplía dieciocho años ese mismo día de modo que recibió un obsequio en forma de tarta y naturalmente hubo canción incluida, que sería de los cumpleaños sin tarta, sin cumpleaños feliz y sin avergonzar un poco al homenajeado... cumplir dieciocho años en un viaje al Pirineo con el grupo senderista de Murcia ¡los hay con suerte!, dudo mucho que olvide en toda su vida aquel día, sentí envidia porque yo ni recuerdo ya que hice el día de mi dieciocho cumpleaños, espero que vuelva a marchar muchas veces con nosotros y no haya escarmentado ;-).
El último día tocaba a su fin, tras la cena marché al pub aunque estaba agotado, jugué con desgana alguna partida al Sjoelback y me recogí muy pronto, intenté animarme escuchando música pero ni así, en el pub pasé la mayor parte del tiempo en la terraza, un simpático gato al que se me ocurrió acariciar terminó acostado en mi regazo, le eché una foto cuando me lo quité de encima y se subió en las piernas de otro compañero. Tuve que realizar un par de viajes al albergue para encontrar las llaves, desde luego que no gastaban estos catalanes demasiado en electricidad, las luces de la escalera no funcionaban, es decir se iluminaban pero cuando soltabas el botón … otra vez apagadas, de modo que tuve que subir y bajar en la más completa oscuridad, no fui el único que se acostó temprano, me hubiera gustado correrme una juerga, disfrutar más de aquel último día … pero no podía, estaba hecho polvo y triste de que todo terminase también.
Séptimo día – Un largo y peculiar regreso.
El viernes amaneció nublado, el buen tiempo que nos había acompañado en nuestra estancia en el Pirineo estaba terminando, había que regresar ya a casa, hice la maleta rápidamente pues tan solo tenía que aplastar la bolsa de ropa sucia y tratar de empaquetar todo lo más dígnamente posible, la hora de salida era la misma de siempre, las nueve de la mañana, la misma hora, exceptuando la última ruta, que habíamos tenido siempre para comenzar las excursiones, quedaban muchas horas de carretera por delante y lo que presumiblemente sería una jornada larga y aburrida.
Nada de eso, para empezar había “movimientos” en el autobús y muchas personas se habían cambiado de lugar, a mi lado se sentó Encarni, la chica que había recibido el pequeño homenaje días antes a la hora de la cena, de modo que la tuve como compañera de viaje en esta ocasión, además de eso durante el trayecto de vuelta proyectaron tres películas que no estaban mal, dos de ellas ni las había visto y casi estuve a punto de ir al cine a echarles un vistazo, durante la proyección de las mismas Encarni estuvo frita, debía estar agotada como todos, yo casualmente me sentía con bastante energía... solo mis rodillas resentidas y un poco inflamadas me estaban dando guerra.
En Lérida despedimos a algunos compañeros que se quedaban por la zona, hubo alguno que otro que vino por sus medios y ahora tocaba hacer el “reparto”. La parada para almorzar en una estación de servicio cercana a Lérida se prolongó hasta la hora de comer debido a una avería, el conductor tuvo que pedir ayuda a Pepe Nicolás para que le echase una mano a cambiar una correa, ellos dos junto con Jaime estuvieron más que atareados desmontando aquello.
En unas mesas de piedra cercanas al autobús unos compañeros desplegaron unos grandes mapas del Valle de Arán, eran los más detallados que he visto de una zona de montaña, allí planearon rutas y trazaron planes para el futuro... el nombre en clave “carros del foc”, una marcha de 55 km que recorre varios refugios de montaña en cinco días superando un desnivel de 9,200 metros, es perfectamente factible pero no es ninguna perita en dulce teniendo en cuenta las incomodidades y lo abrupto del terreno, José Antonio había tomado ya buena nota y aunque no estaba con nosotros, él y Alicia se quedaron en el Pirineo, seguro que en un futuro próximo propone algo así para los más aguerridos... vaya nivel que está teniendo el grupo últimamente, casi da miedo :-)
Y por fin el autobús tras un tiempo interminable en aquella estación de servicio se puso en marcha, ya no pararíamos casi hasta Murcia, lo que en otra ocasión hubieran sido unas horas interminables y desesperantes se convirtieron gracias a Pepe Nicolás y sus ocurrencias y a mi simpática y dicharachera compañera de asiento en un viaje sumamente agradable, no recuerdo haber tenido en ninguno de mis viajes unos compañeros como ellos, se me hizo corto, palabra.
Y bueno... llegamos a la ciudad, cansados pero satisfechos del viaje realizado, no vi caras largas ni tristeza alguna, apenas un amago de cansancio en algunos rostros, algo normal, la experiencia fue muy positiva en todos los aspectos y por fin tras tres años y medio conseguía realizar un viaje de semana con el grupo senderista, una asignatura pendiente, cada viaje es distinto y te enseña cosas, este no ha sido una excepción. Lo mejor de todo han sido sin duda alguna los compañeros, el Pirineo siempre estará allí y aquel bellísimo valle que espero que se conserve intacto por los siglos de los siglos... pero la excelente compañía de la que he disfrutado esa primera semana de agosto, la primera de mis vacaciones, será difícil de repetir.
Gracias a todos por ser como sois, haría una lista y daría nombres... pero seguro que me olvidaría de alguien y eso no sería justo, en verdad que es difícil reunir a un grupo de cincuenta personas, cada uno hijo de su padre y su madre, y no ver ni un roce, ninguna discusión, ninguna queja, ver a todo el mundo contento y disfrutando en todo momento, compartiendo experiencias únicas... eso solo se puede ver en viajes como este, gracias a todos, sobre todo a José Antonio por ser el responsable de todo esto, a estas alturas su nombre es toda una garantía para todos nosotros.
Ya no puedo decir hasta cuando pero pronto me tendréis dándoos la vara con este blog, hasta entonces ¡pasad muy buen verano!... y tomad fuerzas porque todavía nos queda mucho por caminar.
Hola Pacheco, soy Eugenio, increible narración como siempre, no lo has podido describir mejor todo lo ocurrido en este viaje. La verdad es que leyendo esta narración las lágrimas se me saltan de lo que bien que lo pasamos, como tu dices la compañia fue de lo mejor que he vivido en mucho tiempo. Gracias a todos
ResponderEliminarQue bien escribes Antonio. Que buena narración.
ResponderEliminarComo Eugenio, por momentos me he llegado a emorciar. Me ha sobrecogido sobre todo este parrafo en concreto: "Fue una pequeña pesadilla, en el infierno imaginado por algún escritor debe haber algún rincón como este donde los miedosos como yo se enfrentan a sus temores, miedo a dar un paso en falso, a resbalar, a verme con una pierna tronchada sin poder avisar a nadie y quedarme allí... uno no piensa en esas cosas cuando se ve en un lugar como ese, de hecho no piensa en nada, pones toda tu atención en donde va el siguiente apoyo, donde agarrarte en el siguiente paso, en ver si puedes dar la zancada lo suficientemente larga... los problemas habituales, tu vida y tu historia quedan a años luz, allí solo estás tu, las rocas, el cielo como techo y el corazón que amenaza con salírsete del pecho en aquel lugar fantasmagórico envuelto en un silencio casi sobrenatural, con cada paso dejas la marca de tu sudor en las rocas... que lejos que te sientes de todo y que pequeño.
Esos picos abruptos y descarnados, ese mar de rocas, ese cielo preñado de nubes, esas lagunas de color azul turquesa, esa paz increíble, el murmullo del viento, el silencio... de verdad, era uno de esos sitios que toda persona debería ver antes de morir... y allí estábamos nosotros, resoplando, sudando y subiendo como auténticos cabrones encaramados en las rocas, extraviando el camino cada dos por tres, luchando contra la fatiga y con la ropa empapada … ¡que no me falten nunca esas cosas por favor! :-). Ni sendero ni leches en vinagre, terminamos alcanzando la cumbre moviéndonos de roca en roca, subiendo no se ya con que fuerzas y agarrándonos donde podíamos, no había tierra, todo piedra, ni un trocito de hierba, ni un trozo de tierra donde sentarse, haciendo a veces equilibrios y malabarismos en las rocas, de verdad no se como no me rompí la crisma."
¡Que bueno de verdad!
Que buen viaje y que bien os lo habeis pasado!!
ResponderEliminarOs dejo la ultima tendencia en viajes sostenibles: https://www.tendenciasybelleza.com.es/viaje-sostenible-hotel-ecologico-tendencia-verano/
Enjoy!